Hijos, padres y tecnología

06 de Octubre de 2013
Liliana Anchundia

A los nacidos en la era digital les resulta natural la interacción con la tecnología y la informática, no así a quienes nacieron antes de la última década del siglo XX.

El hecho de que los hijos puedan enseñarles a sus padres algo útil, como por ejemplo usar las aplicaciones de teléfonos inteligentes, computadoras, redes sociales, etcétera, podría ser un modo de acercamiento entre ambas generaciones.

Pero muchas veces los adultos no quieren lidiar con instrucciones en otro idioma, ni con la impaciencia de los jóvenes que se ufanan de sus conocimientos, así como tampoco les resulta fácil reconocer que ya no aprenden tan rápido como antes, pues ahora los cambios se dan a mayor velocidad; por eso, entre otras razones, optan por pedirles que les enciendan la computadora, le abran el acceso al videochat, incluso hasta que le “pongan” la película en el reproductor de video.

La psicóloga Rosario Abedrabbo, coordinadora del proyecto Cepripol (Centro de Primaria Popular), en el que dirige a los alumnos del Colegio Politécnico que capacitan a personas adultas, incluyendo el manejo de la computadora, explica que a los jóvenes se los instruye para que puedan acercarse a los mayores con la actitud adecuada, con paciencia; para darles asistencia personalizada y afianzarles los conocimientos con la práctica y la repetición, tomándoles la lección y volviéndoles a enseñar si no captaron bien las instrucciones o se olvidaron. Hace el símil de cuando ella estudió el bachillerato y había que alfabetizar a quienes no sabían leer ni escribir, solo que en este caso se trata de “analfabetos tecnológicos”.

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La analista de Procesos Dalila Mendoza, basada en su experiencia de haber enseñado a personas mayores el manejo de las computadoras y sus aplicaciones, señala que a la mayoría de los adultos les cuesta aprender sobre tecnología porque tienen miedo de dañar los equipos o porque creen que no tienen la capacidad intelectual para entender su manejo, lo que bloquea su mente para adquirir estos conocimientos.

Les sugiere a los jóvenes interesados en enseñarles a los adultos a fijar conocimientos sobre manejo de aparatos digitales y a navegar en internet, que les ayuden a reconocer que sí son capaces de aprender. Y a las personas mayores les recomienda interesarse en seguir aprendiendo; que confíen en sus talentos y capacidades, y que consideren a la tecnología como cualquier otro tema en el campo del aprendizaje, que se libren de temores y de creer que la tecnología no es para ellos.

Abedrabbo alerta que si el padre no trata de acercarse a su hijo, en realidad se está alejando de este. Por ello insiste en que los padres deben ponerse al día en los conocimientos que van adquiriendo sus hijos: “Se van a topar con otro mundo, el mundo de sus hijos y sus nietos; en estos momentos hay que acercarse a lo que les interesa a los chicos, ellos van a responder bien si ven que su padre puede hablar de los mismos temas”.

Si un padre no sabe cómo manejar las redes, no sabe de los riesgos a los que está expuesto su hijo; es una necesidad aprender, incluso para saber a quién contratar para que bloquee contenidos inapropiados.

“El chico no tiene la menor idea de a qué se enfrenta al usar de manera inadecuada el internet. El padre no podrá protegerlo de posibles riesgos si ni siquiera prende la computadora”, indica Abedrabbo.

Pero si luego de intentar aprender de la mano del familiar no se obtienen resultados positivos, se recomienda acudir a centros donde la enseñanza pueda rendir los frutos esperados. Por ejemplo, el programa Aprendamos, de la Municipalidad de Guayaquil; el Secap y demás centros de ayuda para adultos, muchos de los cuales son gratuitos.

Los adultos deben continuar aprendiendo y adaptándose a los usos de la tecnología, pues además de elevar su autoestima, estas herramientas le permiten prepararse de manera adecuada para guiar y acompañar a los menores en esta nueva vía de relacionarse con contenidos y personas. El desconocimiento o indiferencia para actualizarse en este campo podría considerarse sinónimo de negligencia.

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