Quejosos y más: ¿dónde está el problema?

07 de Septiembre de 2014
Sheyla Mosquera

Las quejas se vuelven una enfermedad cuando se transforman en un hábito y se concentran en lo negativo y malo.

Si dice que no es de los que se quejan, es mentira. Todos alguna vez en la vida manifestamos una disconformidad hacia algo o alguien que puede ser expuesta de forma oral, escrita o postural.

Según la Real Academia de la Lengua Española, un quejoso es una persona que tiene queja de otra; un quejicoso es quien se queja demasiado y la mayoría de las veces sin causa; y un quejumbroso es alguien que se queja con poco motivo o por hábito. Entonces, ¿con cuál concepto se identifica?

Las quejas más comunes son por alguna agresión física o psicológica, por la percepción de algún acto injusto realizado por otros, por cuestiones laborales, por salud o por condiciones ambientales, como los ruidos, el calor o la lluvia. Incluso puede ser manifestada a través de los chismes y críticas vinculantes a los individuos con malos hábitos o a la falta de afianzar valores interiores.

Para la psicóloga clínica Silvia Cordero Encalada, las quejas permiten a la persona desahogar o liberar cargas físicas o psíquicas, evidenciando una realidad que no le gusta o no la acepta. Pero se vuelve una condición perturbante o un problema cuando esta se queja de algo que no es realidad y cuando proviene de una estructura mental pesimista o de una condición psicológica insana. Además se transforma en una enfermedad cuando se convierte en un hábito o forma de vivir y ver las cosas, y cuando se concentra en lo negativo y en lo malo.

El psicólogo clínico Jorge Luis Escobar opina igual. La persona que hace uso exagerado o abuso del recurso de la queja, sin el aporte de la solución que esta lleva implícita, regularmente se torna en un ser que puede ser percibido como amargado, pesimista o inconforme. Que nada le ajusta o calza y que no es muy atractivo compartir a su lado.

“Muchas veces el quejoso se autoetiqueta como víctima y en este ejercicio es su propio victimario revictimizándose y construyendo víctimas a su paso en el ejercicio manipulativo de la queja como argumento válido de su irracionalidad”.

Quejas en casa

Hace algunos años, dice Cordero, los hijos se quejaban menos, porque no expresaban libremente lo que sentían. Pero en la vida actual tanto padres como hijos y esposas se quejan frecuentemente en igual proporción por diversas razones. Además de sus roles como miembro de la familia, cada uno debe cumplir otros y llenarse de competencias que demanda una sociedad en vías de desarrollo, lo que genera más tiempo fuera de casa y cumplir con varias actividades, lo que no permite una adecuada y afectiva comunicación.

¿Cómo se toleran las quejas en casa? Según Escobar, la gente expresa que es incómodo y que dan ganas de salir corriendo. Además, por argumentos sociales suelen convertirse en cómplices del quejoso por seudosolidaridad y como replicadores de creencias que les hicieron creerse la historia de que es normal quejarse o que algún rato dejará de hacerlo. De ahí que la situación de rechazo o alejamiento suele ser una de las características que acompañan al quejoso.

“No es muy agradable compartir con la persona amada que sostiene esa actitud, más aún si en la familia no hay motivos reales que generen la demanda, sino que esta se genera por una forma de hábito de vida que sostiene la persona”.

La queja, refiere, sirve como forma de expresión para desde una imagen de víctima acceder a la atención de la familia o del afecto que se supone obtener al presentarla. En muchas ocasiones aparece la figura del “pobrecita o pobrecito”, por todo se queja. Al parecer, una persona débil y desvalida sostiene poder dentro de la realidad familiar.

Pero, menciona Escobar, no hay que confundir las demandas reales insatisfechas que existen en las familias o personas de carácter legítimo con las quejas reiteradas sobre situaciones que el individuo sí puede resolver desde sus propios recursos, sean estos biológicos, psicológicos sociales o espirituales, y que no las soluciona porque es más cómodo adoptar la posición de quejoso con el recurso de la queja para poder satisfacer sus supuestas demandas. Es una actitud altamente manipuladora y controladora.

¿En qué situación es preciso quejarse? Coméntenos

Tolerantes o evitarlos

No es fácil compartir el tiempo o el trabajo con una persona que se queja. Según Toyi de Jácome, psicóloga clínica, puede ser tan molestoso que nadie quiera acercarse a esta por su actitud pesimista o por miedo a ser contagiados. Incluso, algunos han llegado a somatizar las mismas conductas que los pesimistas tienen a causa de sus problemas, por esto es necesario tener un acompañamiento profesional y espiritual para salir de tal situación.

“Muchas pueden ser las razones que hacen que se actúe con pesimismo: pérdida de un ser querido o del trabajo, separación, divorcio. Estos problemas hacen que se pierda el control de nuestras emociones y provoquen amargura, la cual es acompañada de ira, enojo, tristeza, rabia, coraje ante la impotencia, enfermedades físicas como gastritis, migrañas, falta de sueño, entre otras cosas”.

Esto provoca en las personas en estas condiciones que solo hablen de su raíz de amargura, convirtiéndolas en pesimistas, al extremo de ser rechazas por los demás por su forma de ser. En otras palabras: nadie quiere estar cerca de ellos o ellas.

Cordero también lo cree. La queja puede transformar en negativo lo que eran ideas o acciones positivas, por ello es necesario desarrollar la capacidad de ser tolerante, pero también de ser comunicadores efectivos o evitar a quienes se quejan en exceso.

Ayuda psicológica

La queja, refiere Cordero, suele ser también un recurso psicológico que utilizan las personas llenas de frustraciones, con escasa autovaloración, egoístas, de baja autoestima. Por eso es necesario determinar la condición psicológica de la persona para poder determinar el tratamiento. Por ejemplo, suelen quejarse en exceso los que padecen depresión, neurosis histérica, hipocondría.

En realidad hasta la persona más positiva suele quejarse, porque tal vez se encuentra envuelta de aspectos o situaciones negativos. Incluso existen individuos que jamás se quejan de forma verbal, pero tal vez su malestar lo exprese de otra forma. La causa puede ser por su tipo de personalidad o poca habilidad para expresarse.

También, dice Jácome, están quienes se quejan de vez en cuando. Esto se da porque sus estados de ánimo están de bajada por la situación presente y momentánea que les toca vivir, pero rápidamente se levantan y buscan soluciones y salen del paso.

En todo caso, dice Cordero, sí es posible quejarse menos, pero primero la persona debe de identificar y ver la frecuencia de quejas que realiza. Después de la concienciación puede realizar un entrenamiento para disminuir la condición de quejarse.

 

Aprenda a no quejarse

La psicóloga Toyi de Jácome sugiere las siguientes recomendaciones para no quejarse:

• Reconozca que hay un problema, que tiene que ver con una mala conducta, y que esto no ayuda a tener buenas relaciones interpersonales con los demás, más bien los aleja de su círculo de amigos y familiares.

• Entienda que esto es autodestructivo y que sí hay cura para esta mala actitud.

• Rodéese de personas que contribuyan a la recuperación.

• Busque ayuda profesional así como espiritual.

• Lea textos que ayuden a la mejora del problema, La batalla en la mente, de Joyce Meyer, videos como Enfrentando a los gigantes, Alma de surfista.

• Deseche pensamientos adversos y negativos, como yo no puedo superar este problema, quiero morir, no sirvo para nada... y reemplácelos por pensamientos de bienestar o positivos como: yo sí puedo, saldré adelante, lo lograré.

• Evite películas, lecturas y noticias malas que provoquen que nuevamente caiga en esos síntomas de malestar.

• Busque un grupo de apoyo y vivenciales donde puedan hablar acerca de las adversidades de la vida y cómo salir de ellas.

El psicólogo clínico Jorge Luis Escobar sugiere:

• Si tiene como hábito quejarse, revise su autoestima, pues si es feliz siendo quejoso, entonces cualquier otra recomendación que se le dé, va a resultarle un insulto.

• Si quien usa la queja como estrategia de vida pero siente incomodidad y toma conciencia que esta actitud no deja su vida avanzar y tomar las riendas de ella, entonces ya va por el camino del cambio.

• Perdónese por haber abusado del uso de la queja y permítase gobernar su vida el tiempo que la usó, si ya la repartió en su entorno es saludable ofrecer disculpas a quienes se manipuló o con quienes compartió su actitud no saludable.

• Hágale la despedida con amor a la actitud quejosa y dele un boleto de ida sin retorno, construya su proyecto de vida en el cual la queja no sea incorporada, si lo escribe y se lo lee de vez en cuando, le será de utilidad y va a poder deshabituarse más rápido.

• Evalúe luego de una semana sus hábitos de compartir, comunicarse y si aparece la queja, ríase de la actitud y de una historia que no volverá a repetirse, sino solo será contada como anécdota de un proceso de vida. Su amor propio será el aliado principal en este viaje de cambio de actitud y manejo consciente de sus emociones.

 

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