Exigentes o flexibles

06 de Agosto de 2017
Cecilia Guevara

El desafío de los padres es marcar límites en el núcleo familiar, sin sentirse amenazados por eso.

La familia es el referente de vida de toda persona; en ella se inician los primeros vínculos afectivos, se adquieren valores y se aprenden patrones de conducta, estilo de relaciones, mediación de problemas y resolución de conflictos; en definitiva, se estructura la personalidad del individuo.

Para la doctora Olga Martínez, magíster en Psicoterapia Constructivista Interaccional y psicoterapeuta familiar y de parejas, la idea de la familia, hoy en día, se ha flexibilizado, lejos de restarle importancia, el concepto la amplía refiriéndose a grupos humanos con una serie de características muy distintas con miembros variados, vínculos generacionales diversos, normas, valores, ideologías, hábitos de vida, estilos de comunicación, etc. Sin embargo, pese a todos los cambios, la tarea de los padres debe vivirse como una gran responsabilidad donde la jerarquía de su rol es invariable e inexcusable; la forma que adopte cada uno, y ambos, como equipo de crianza, es lo que se vuelve posible de singularizar.

“Los padres son las figuras de autoridad, por encima de sus hijos, y los menores deben a través del tiempo querer reconocer y validar esta figura, aún si no estuvieran ellos físicamente presentes”, expresa la especialista y añade que esta consideración no anula la necesidad del vínculo afectivo familiar, de ninguna manera. “Pero los padres, no deben intentar ser los 'amigos fraternos' de sus hijos, pues parte de su óptimo desarrollo, consiste en que los hijos encuentren otros pares que los acompañen, que jamás serán las mismas personas que tienen la tarea principal de criarlos a ellos”, señala Martínez.

La experta enfatiza que si se confunde esto, se incumplen funciones básicas que la sociedad le encarga al funcionamiento esperado de las familias y la familia misma tendrá conflictos al interior de ella.

Según Teresa Baquerizo, psicóloga clínica y magíster en Terapia Familiar, la dinámica en la relación familiar será la guía para establecer relaciones sociales con los demás y brinda las pautas que se siguen cuando se establece la propia familia. La capacidad de adaptación a los cambios y crisis está dada por el estilo de formación que brinden los padres. “Los vínculos determinan la relación en el interior de la familia, son importantes porque facilitan la adecuada organización entre todos, permiten ejercer las funciones de control y contención, y que las funciones se den de manera fluida, así como la cualidad de cohesión o distancia entre los miembros”, detalla la especialista. Agrega que el núcleo familiar se ve fortalecido cuando hay coherencia y constancia, respeto y evaluación en la aplicación de valores y normas en el diario vivir.

La doctora Olga Martínez detalla tres posibles maneras de manejar límites dentro de las familias, que se pueden determinar luego, identificándolos como flexibles o no.

1. En primera instancia y en lo ideal, las reglas impuestas por los padres deberán mostrar límites claramente definidos, esto significa, que deben ser comunicadas con lenguaje comprensible para los miembros de la familia, a fin de ser reconocidas y aceptadas por todos. En este caso cada familia decide si las reglas que los definen son muy cercanas a la familia tradicional, con altos índices de exigencia en cuanto al uso de valores al interior del grupo, o si por el contrario, se permiten la permeabilidad acorde a los cambios culturales de nuestros tiempos. “Lo importante será que independientemente de la elección, se manejen con límites claros”, precisa.

2. Cuando no ocurre lo mencionado anteriormente, los límites pueden presentarse impuestos de manera confusa a los hijos, ya sea por la gran cantidad de mensajes ambiguos que se dan o porque en la conducta de los miembros del grupo no se distinguen con claridad los roles de cada uno y se evidencia entonces, en todos ellos un gran sentido de pertenencia al grupo familiar, pero se pierde en cambio el desarrollo de la autonomía que cada miembro necesita.

3. En el polo opuesto se ubican las familias con imposición de reglas tan severas y rígidas que lo que ocasionan es desligar a sus miembros, con un desproporcionado sentido de independencia, ya que no hay mucha cabida para la negociación de los intereses de cada uno para armar un interés común y afín a todos ellos, por lo que se reducen aquí los sentimientos de lealtad y la ayuda mutua que se necesita.

Acuerdos de equipo

Ambos padres deben compartir intereses en común, apoyándose mútuamente para poder avanzar en el camino de la crianza, independientemente de que vivan juntos o no, pensando siempre en el bienestar de los hijos. De igual manera en el caso de las familias 'reensambladas' con hijos de compromisos anteriores, que en ocasiones incluyen también hijos en común de la nueva pareja, es indispensable también clarificar roles y decidir cuánto se desea que la nueva pareja se involucre en la crianza de sus hijos.

No ser estáticos

Una familia que se resiste al cambio, sufre más que una que se adapta a él. Los hijos de hoy, no son los hijos de hace 10 o 20 años. Pero cada familia tiene la capacidad de marcar los límites de su adaptación al medio. Esto no significa que debe someterse, sino que debe recrear su identidad como grupo, y el desafío de los padres es justamente dirigir esos cambios sin sentirse amenazados por la sociedad, definiendo reglas y límites que los hagan una familia específica.

Negociar: opción válida

Los padres pueden imponer reglas más estrictas cuando sus hijos son aún niños y desde el nacimiento, organizando horarios, creando hábitos fortaleciendo así en ellos el sentido del respeto a la autoridad y a la jerarquía familiar. Pero por el bienestar de cada uno, con el paso de los años, se les deberá permitir exponer ideas que nacerán de la identidad armada en el seno familiar, deberán promover idependencia que garantice la formación de sujetos responsables y autónomos.

Esta necesidad de 'negociar ideas' entre padres e hijos se da mayormente en la adolescencia, cuando los jóvenes se encuentran buscando su lugar en el medio que los rodea. Hay complicaciones cuando se les exige a los hijos, que se mantengan 'complacientes y dependientes' de los padres y al mismo tiempo, den muestras de ser jóvenes 'responsables y de éxito'. O también suelen aparecer problemas cuando las exigencias familiares muestran diferencias irreconciliables con la demanda de los valores culturales, que son cada vez más flexibles.

“Si los padres arman bases fuertes en el reconocimiento de normas básicas en la niñez, deberán confiar cada vez más en las capacidades de sus hijos para resolver situaciones por sí solos”, expresa Martínez, añade que las responsabilidades y complejidades irán en aumento en sincronía con su edad.

En esta línea la psicóloga Baquerizo manifiesta que los estilos educativos pueden ser en un extremo rígidos y en otro permisivos, siendo el punto intermedio el asertivo o responsivo. “Estos estilos se relacionan con el sistema de creencias y la escala de valores que manejen los padres, de ahí se derivan las reglas familiares, algunas podrán ser negociadas y otras no”. El proceso educativo de la familia atraviesa cambios, de acuerdo a la edad de los hijos. Sin embargo el estilo se mantiene. El estilo utilizado es el que permite que el ambiente sea armónico o no.

 

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