El origen de los atracones

05 de Febrero de 2017

Más que hambre excesiva o mal hábito, este problema tiene raíz en las fobias sociales y a veces también en la ansiedad; se proponen varios modelos de psicoterapia y reeducación nutricional para resolverlo.

En psicología hay tres tipos básicos de descontrol frente a la comida: la bulimia, el síndrome de vómito y el trastorno por atracón (o binge eating). Son cuadros distintos y deben tratarse con técnicas y maniobras comunicativas distintas, como explican especialistas en psicoterapia.

La doctora María Andrea Hernández, directora del Centro de Terapia Estratégica de Bogotá, explica que los pacientes bulímicos, por ejemplo, devoran de forma compulsiva grandes cantidades de comida, pero sin eliminación (vómitos, laxantes), al contrario de la creencia común. “Tienen gran fragilidad emotiva y dificultad de controlar sus reacciones”, señala. Intentan solucionarlo controlando aquello que les gusta comer, pero finalizan picando todo el día o comiendo de forma desordenada, incurriendo en obesidad crónica. Para profundizar sobre los subtipos de bulimia, la psicóloga recomienda el libro Las prisiones de la comida, por Giorgio Nardone, Roberta Milanese y Tiziana Verbitz (Herder, 2002).

En el síndrome de vómito, por el contrario, se intenta deshacer el efecto de una ingesta inmensa de comida o atracón. “Estas personas jóvenes, en su mayoría mujeres, cuando han vomitado por un periodo superior a tres meses, no pueden parar de hacerlo”, señala Hernández, quien lo describe como un ritual que el paciente encuentra placentero y que por tanto “constituye y alimenta el problema”. Estas, observa, son personalidades más transgresivas y manipuladoras en sus relaciones que las bulímicas.

¿En qué se diferencia del trastorno por atracón? En este último, refiere Hernández, la persona alterna periodos largos de abstinencia de comida con otros de transgresión intensa o atracones programados. Ellos compensan su descontrol con extensos ayunos.

No es un mal hábito

¿Cómo saber si se está ante un auténtico trastorno por atracón (TA) o de un caso de malos hábitos alimenticios? Quien padece el primero tiene tiempos en los que se siente muy confiado y seguro de sí mismo (cuando consigue abstenerse de la comida) y otros de poca confianza e inseguridad personal (en sus periodos de atracones de comidas peligrosas). En las mujeres, sobre todo, esto se refleja en una inmensa insatisfacción con la imagen corporal y las capacidades personales.

“Por el contrario”, precisa Hernández, “una persona con malos hábitos de alimentación no presenta esta fragilidad emotiva, sino que simplemente come de forma desordenada durante el día o se alimenta exclusivamente de comidas consideradas dañinas para la salud”.

¿Bajo qué circunstancias ha tenido un atracón de comida?Coméntenos

No es hambre

Esta marcada diferencia ha llevado a que la quinta versión del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría haga algunos cambios que incluyen al TA, como informa el doctor Pedro Vargas Valdez, psicólogo clínico especialista en adicciones y docente investigador de la Universidad de Guayaquil.

“Para que se considere trastorno por atracón, los episodios de ingesta peligrosa deben suceder al menos una vez a la semana durante tres meses”, especifica Vargas. Durante el atracón, hay una disminución de la ansiedad, en que la persona reconoce que lo que hace no está bien y se siente culpable por su falta de control, pero no puede detenerse.

Además, Vargas sostiene que los episodios de TA deben estar asociados con tres o más de las siguientes características:

1. Comer mucho más rápido de lo normal.

2. Comer hasta sentirse incómodamente lleno.

3. Comer una gran cantidad de comida sin estar hambriento.

4. Sentirse avergonzado, disgustado consigo mismo, deprimido o muy culpable por haber comido demasiado.

Decidir si se trata de un trastorno alimentario es subjetivo. “Puede que un episodio de atracón no se produzca en un solo sitio, sino que empiece en un restaurante y continúe en casa”. Por otro lado, picar a lo largo del día no se considera atracón, “ya que no sería excesivo ni iría acompañado de la sensación de falta de control”.

Entre el trastorno por atracón no hay purgas ni métodos compensatorios para compensar los atracones (ni laxantes, ejercicio, vómito ni diuréticos). Por esta razón, quienes padecen TA suelen tener un cierto sobrepeso.

El origen del trastorno

¿Quiénes son más vulnerables? Las personas con tendencias depresivas, trastornos de ansiedad, o tendencia al padecimiento de trastornos de personalidad (especialmente el trastorno límite de la personalidad, en el 45,5% de los casos) y con conductas impulsivas-compulsivas. El TA, dice Vargas, puede ser tanto el resultado como la causa de alguno de los mencionados problemas emocionales.

“En general, entre 40 y 80% de todos los pacientes con trastornos del comer experimentan depresión”. Algunos expertos sostienen que no es la causa, “ya que los trastornos rara vez se curan cuando se administra medicación antidepresiva como el único tratamiento; sin embargo, es sabido que las tendencias depresivas sí constituyen un factor de riesgo”.

La ansiedad es muy común en los trastornos alimenticios, muy especialmente en la bulimia; en cambio, las fobias sociales (miedo a ser humillado en público) son comunes a todos los casos.

Brinde ayuda verdadera

La persona con TA necesitará que quienes la cuidan le expresen el interés que sienten por ella, la convicción de que necesita tratamiento y la voluntad de darle apoyo emocional o de cualquier tipo. No nieguen la situación cuando aparezcan los síntomas, pero no esperen que el paciente acepte de entrada que tiene un problema. También se beneficiará de un grupo de apoyo que incluya psicólogos y trabajadores sociales.

Reúna información sobre el tratamiento en un centro de salud. No rechace la ayuda de quienes le hayan hecho observaciones sobre el comportamiento problemático.

Anote el comportamiento que presenta el paciente. No se concentre en el aspecto, no haga comparaciones ni comentarios sobre el peso, que solo logran que la persona se obsesione con la imagen. No obligue a comer a menos que sepa que el IMC está en riesgo mortal. No descuide la vida familiar.

Tratamiento combinado

El doctor Vargas menciona la eficacia de la orientación cognitivo-conductual y también de la sistémica. En esta última hay varios modelos especializados en trastornos alimenticios, y uno de ellos es la terapia breve estratégica desarrollada por Giorgio Nardone, escuela a la que la doctora Hernández representa.

¿Cómo interviene esta última en el trastorno? Primero, indica la psicoterapeuta, se investiga cómo la persona está alimentando el problema, y de qué manera intervienen las personas cercanas a ella; esto es más importante que averiguar el por qué ocurrió. “Evitamos buscar causas o culpables y nos centramos en bloquear aquellos intentos de solución que no funcionan, sustituyéndolos por técnicas que se han protocolizado y que han funcionado para más del 85% de casos, más comunicación sugestiva-persuasiva”.

El tratamiento psicológico y nutricional, dice Vargas, produce cambios duraderos en el pensamiento, las emociones, la identidad y los hábitos alimenticios. También hay terapia farmacológica que, en combinación con las anteriores, resuelve la depresión, ansiedad e impulsividad. (D.V.) (F)

PREVENCIÓN DE TRASTORNOS ALIMENTARIOS

Enseñe a los niños a tener conductas saludables, sobre todo al comer y ejercitarse.

Mejore la autoestima, la aceptación del cuerpo y rechace los estereotipos poco saludables que establecen los medios.

Evite presionar a los niños, intente comprenderlos y conversar con ellos sobre los eventuales problemas que puedan suscitarse. Supervise al joven en su entorno.

Vigile las conductas alimenticias de una persona en situación de riesgo.

Aprenda sobre el metabolismo humano a fin de comprender cuáles son los hábitos alimenticios correctos, y así educar también a los niños.

En caso de obesidad, acuda al nutricionista: nunca emprenda una dieta sin supervisión médica.

Procuren comer en familia, y hacerlo en lo posible en los horarios establecidos y sin prisas. No saltarse comidas, y no castigar a los niños mediante la prohibición de alimentarse.

Edúquense usted y su familia sobre los trastornos alimentarios, y en caso de que alguien presente síntomas relacionados con un trastorno de este tipo, acuda al especialista.

 

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