Llamado urgente a nuestra palabra

23 de Junio de 2013
Moisés Pinchevsky

Las lenguas ancestrales atraviesan un momento decisivo en el que requieren mayor aporte gubernamental y ciudadano para sobrevivir.

En octubre del 2009, el lingüista quiteño Jorge Gómez Rendón llevaba dos años tratando de encontrar un hablante de una lengua indígena que se creía extinta, el shimigae, propia de la nacionalidad andoa, búsqueda que le permitió hallar al último conocedor de ese dialecto, precisamente al otro lado de la frontera ecuatoriano-peruana.

Aquel indígena, quien entonces tenía 92 años, le brindó a Gómez una vivencia ejemplarizadora del momento histórico que atraviesan las lenguas ancestrales del Ecuador.

“El escuchar por vez primera una lengua que hasta entonces apenas había visto escrita en uno que otro artículo fue para mí una experiencia inolvidable, casi fantástica. Esta experiencia se convirtió enseguida en desesperación por tratar de hacer algo. Fue así como empezamos a documentar el andoa, cosa que no se había hecho antes. Pero aparte del financiamiento de una organización no gubernamental, no tuvimos ninguna colaboración del Estado, pese a que tocamos varias puertas”, relata.

Voces silenciadas

Gómez agrega que el resultado fue triste, pero predecible: aquel anciano falleció sin dejar registrado aquel conocimiento, y con él, la lengua andoa había desaparecido. “No sé cómo podemos seguir hablando de interculturalidad después de algo así”, indica el experto, quien tiene un Ph.D. en Lingüística Teórica por la Universidad de Ámsterdam.

En un país como el Ecuador, que suma once lenguas ancestrales reconocidas formalmente, un lingüista investigador como Gómez debería sentirse como un niño en una heladería gigante. Pero aquella experiencia demuestra que no todos los sabores que encuentra son dulces.

“Vivimos un momento decisivo por varias razones. Por un lado está el reconocimiento cada vez mayor de la importancia de las lenguas ancestrales como parte de nuestro patrimonio y, sobre todo, de nuestra vivencia de la interculturalidad. Por otro lado está la sensible disminución en el número de hablantes de lenguas ancestrales, al punto que es posible afirmar que todas las lenguas ancestrales en nuestro territorio están, de una u otra forma, amenazadas”, señala el investigador.

La lingüista Ruth Moya considera que tal amenaza se debe principalmente a que nuestras lenguas ancestrales han sido aminoradas, es decir, han sido sujetas a distintos procesos de discriminación y de opresión linguocultural.

Sin embargo, acepta que existen iniciativas para revalorizar tales saberes. “Desde hace varias décadas, todas las lenguas indígenas son cooficiales para la educación. Esto quiere decir que tanto la lengua originaria como el castellano pueden ser empleados en el aula de educación intercultural bilingüe como parte de los derechos educativo culturales”, señala.

Otra situación que ella considera importante es el derecho al uso de las lenguas originarias en los espacios de aplicación de la justicia y la salud. También observa avances en los medios de comunicación radial y la televisión pública, donde se dedican espacios al uso del kichwa y el shwar, y en la traducción a esas lenguas de textos legales, sobre todo en el ámbito de los derechos humanos y colectivos.

A ello se suman procesos llamados de normatización o normalización para trasladar la lengua hablada a la escritura, para lo cual se han desarrollado esfuerzos con el fin de crear alfabetos, reglas de ortografía, gramática, puntuación, nuevas palabras y diccionarios.

Pero “lo más importante es que las lenguas siguen vivas gracias a la voluntad colectiva de sus hablantes y al uso de las mismas en la mayor cantidad de situaciones y de contextos... Creo que la existencia de normas legales que custodien, promuevan y desarrollen son fundamentales para proteger el patrimonio cultural del país”, dice Moya.

El otavaleño Ariruma Kowii es el director del área de Letras de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador, y coordinador de la cátedra sobre Pueblos Indígenas de América Latina de ese centro de estudios superiores. Él considera que no existe un censo que nos permita conocer con precisión el número de hablantes que existen en cada lengua, “el hecho cierto es que todas las lenguas tienen el mismo proceso de opresión y exclusión lingüística, de abandono por parte de las instancias estatales; en este sentido, el sistema colonial y, sobre todo, el republicano han sido el mayor causante del debilitamiento de las lenguas ancestrales del país y, en algunos casos, de su extinción”.

Kowii observa esfuerzos en el sector académico para ayudar a tal situación, ya que la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, la Universidad Central, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), el ITHI (Instituto Técnico de Hotelería y Turismo) y la Universidad Andina Simón Bolívar dictan cursos de lengua y cultura kichwa, los cuales se suman a cursos que promueven colectivos indígenas y mestizos.

Pero para reforzar tal visión, Kowii considera vital definir políticas lingüísticas y cumplir con el mandato constitucional en sus principios de interculturalidad y plurinacionalidad y de oficialidad de las lenguas. Dentro de ese proceso, “resulta necesario triplicar el trabajo interno en las nacionalidades y pueblos para que sus hablantes reafirmen el orgullo por su lengua”, agrega.

Necesidad de profesores

Tal propósito requiere de un mayor número de maestros capacitados para transmitir una lengua ancestral. “Los profesores bilingües de los centros educativos desean trabajar en su lengua, lo que hace falta es capacitación”, específicamente en temas de metodología de enseñanza, cultura, filosofía de cada pueblo y, fundamentalmente, existe la urgencia de elaborar manuales y recursos didácticos, dice Kowii.

Los profesores de lenguas ancestrales suelen ser nativos, pero en Guayaquil existe el caso de un mestizo que, de manera empírica y voluntaria, enseña el quichua básico.

Se trata de Tirzo Lucín, comunicador social que hace quince años residió en las comunidades indígenas de la provincia de Chimborazo como catequista cristiano. “Allí tuve mucha cercanía con el kichwa y con todo lo que representa para nosotros, los ecuatorianos”.

Lucín se dedicó a aprenderlo y, ya de regreso en Guayaquil, comenzó a dictar cursos para enseñar detalles básicos, como el himno nacional, saludos, colores, versículos de la Biblia, números y animales. “Es posible aprender el himno en quichua en 5 días… Siempre observo facilidad para aprender el quichua básico”, dice este guayaquileño.

“En Ecuador existen trece dialectos de quichua, el otavaleño habla distinto al cañarejo, al hablante del Chimborazo, al de la Amazonía… Todos conforman un escenario idiomático complejo que pocos conocen”, indica sobre ese eslabón cultural de los ecuatorianos, el cual, según los entrevistados, es necesario proteger para que no se siga rompiendo con cada lengua que desaparece en nuestro territorio nacional.

 

Diversidad

Las once lenguas tradicionalmente reconocidas son: sia pedee, awapit, cha’palaa, tsa’fiki, kichwa, a’ingae, paikoka-baikoka, shuar chicham, achuar chicham, kayapwe y wao tededo.

Según el último censo, los hablantes de lenguas indígenas no llegan a 700.000. Sin embargo, el lingüista Jorge Gómez indica que esa cifra es claramente errónea, pues según su experiencia en este campo dice haber podido constatar que el número podría duplicarse.

Los préstamos kichwas en el castellano ciertamente son mucho más frecuentes en la Sierra, por el contacto histórico del kichwa con el castellano durante varios siglos en este espacio. Entre las palabras de más amplia distribución están sustantivos como ‘guagua’, del kichwa ‘niño’ o interjecciones como ‘achachay’, ‘¡qué frío!’. Basta consultar el Nuevo Diccionario de Hispanoamericanismos para encontrar una profusión de términos kichwas presentes en nuestra variedad del castellano. Un ejemplo de la sintaxis: dar viendo, dar hablando, dar haciendo...

Contactos: Tirzo Lucín (09) 8842-7619, Ariruma Kowii (02) 322-8085 ext. 1341, Jorge Gómez Rendón (09) 8048-0421.

 

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