El corpus teatral: Primero, lo primero

Por Mercucio
15 de Enero de 2017

“La ola teatral que se presenta en esta ciudad nos obliga a consumir teatro.  Hay que estar atentos a las propuestas”.

El año que pasó nos deja una herencia que compromete al teatro en el 2017. En el cierre de temporada de un año teatral en Guayaquil, el Teatro Sánchez Aguilar presentó Pinocho. Obra dirigida por Jaime Tamariz y adaptada por la guionista Denise Nader.

Más allá de la gran maquinaria audiovisual y la presencia de actores reconocidos del medio, aparece Jaime Pérez, quien protagonizó a Pinocho. Efectivamente una obra completa, que cautivó a sus asistentes. Pero Pinocho por su parte destaca la importancia del cuerpo detrás del maquillaje o el disfraz de un personaje. El trabajo corporal sobresalió, dejando de lección al teatro local que las obras por venir no deberían descuidar: un producto corpóreo. El cuerpo es el que habla y puede gritar más fuerte que la voz.

En cambio, en un espacio hogareño, Casa Cino Fabiani en Las Peñas, se mostró El plan. Escrita por el español Ignasi Vidal, dirigida por Montse Serra y tres actores que destacaron: Alejandro Fajardo, Víctor Aráuz y Ricardo Velástegui. Fueron acertados en presentar una obra de este tipo, hecha con la intención de exponerse en lugares más íntimos y reducidos al público. Las actuaciones fueron estupendas, en cuanto a presencia, manejo de espacios y sobre lo que estamos hablando, la corporalidad. Revelaron una especie de alteridad con los espectadores, las miradas se hicieron una con la obra.

Circunscribiendo, hablo de una preocupación del cuerpo para la escena, mas no de un cuerpo de gimnasio listo para mostrarse desnudo, con la esperanza de que la imagen venda a través del anzuelo del morbo. Así sucedió en Asalto en la noche, dirigida por Fabo Doja, actuando Juan José Jaramillo y Scarlett Ortiz. Obra presentada en el Microteatro, adaptación de una narración de Benedetti que culminaba con dos cuerpos semidesnudos, pero vacíos de contenido… de afectación, además del único crimen que hubo en la obra: el de matar al diálogo y a la metáfora del relato.

Jaime Pérez, por otro lado, vive con Pinocho y es una marioneta. La calidad de la actuación es según cómo está atravesando el actor por el trabajo del cuerpo y de su personaje. Tal como fueron Pinocho o El plan.

En el otro extremo está el trabajo de la mexicana Bárbara Aranda con Across de una versus; obra unipersonal que se presentó en Espacio Muégano. De una producción muy subjetiva y de introversión, en cuanto al texto y a la misma corporalidad, pero llevada a un exceso de lo personal. Ese lugar que ocupa la extralimitación de la figura del azote corporal a partir de lo más íntimo y dirigido para los más íntimos, no piensa en las alteridades, menos en el espectador. No hay mediación.

Micros, macros y medianos espacios de teatro, no condicionarían necesariamente el acontecimiento del actor como cuerpo que nos transmite algo. Y si es así, hay trabajo por hacer. La ola teatral que se presenta en esta ciudad nos obliga a consumir teatro. Hay que estar atentos a las propuestas y, por supuesto, aquí estaré de ojo seco. (O)

ojosecosec@gmail.com

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