Visión revisionista

29 de Octubre de 2017
Freddy Avilés Z.

Hablar de Julio Estrada Ycaza es destacar dos pasiones, la primera su amor por Guayaquil y la otra su entusiasmo fervoroso por la investigación histórica. Producto de esas dos pasiones tenemos una vasta obra bibliográfica que él dedicó, sobre todo a estudiar la historia de su ciudad natal, así como también su tenaz deseo de desentrañar los entresijos de la gesta de independencia guayaquileña.

Gracias a esa tenacidad nace una de sus obras que en su tiempo despertó polémica, por su revisión de la historia del proceso de independencia de Guayaquil. El libro en mención fue La lucha de Guayaquil por el Estado de Quito, proyecto ambicioso, publicado en 1984, en dos volúmenes con el aval del Archivo Histórico del Guayas y del Banco Central del Ecuador, dentro de su fondo de publicaciones.

En más de 600 páginas, Estrada se vale de una amplia bibliografía y de fuentes primarias documentales para plantear de manera contundente varios hechos fundamentales en la historia de la urbe, que van desde la fundación de Guayaquil, pasando por su desarrollo durante la época colonial, para concluir con la ruptura total con la metrópoli española erigiéndose en territorio libre, con un gobierno autónomo que sería desbancado de un plumazo por Bolívar.

El historiador guayaquileño en la obra señalaba que se debía cuestionar la visión histórica que tenían algunos autores que basaban sus estudios en mitos y leyendas, especialmente entre aquellos que han minimizado o soslayado la importancia del movimiento libertario octubrino, más aún cuando este acontecimiento tuvo lugar en pleno siglo XIX y se disponía de mucho material documental de primera mano, sean estos testimonios, análisis y memorias, por lo que es bastante criticable basarse en fuentes tan poco fiables como las primeramente mencionadas que, sobre todo, carecen de  rigurosidad histórica.

Hay un punto que es el meollo de la obra, el accionar de la Junta de Gobierno de Guayaquil y su líder, José Joaquín de Olmedo, en su lucha enconada por liberar el territorio de la Audiencia de Quito y formar un ente autónomo alejado de los centros de poder que se estaban levantando de las ruinas del imperio español en estos territorios. Estamos hablando de los proyectos políticos encarnados por los libertadores José de San Martín y Simón Bolívar, cada uno de ellos deseoso por absorber a Guayaquil. Pues bajo este prisma, Estrada contrapone a Olmedo que es la representación de la autonomía de Guayaquil y de seguir un camino político propio desechando el absurdo epíteto de peruanófilo, mientras que Bolívar representaba la integración o mejor dicho la absorción de la ciudad puerto en la mancomunidad llamada Colombia. Son estas dos visiones diametralmente opuestas que se tenían sobre el destino de la urbe después de su independencia, que una de las dos tendría que imponerse.

Pormenores
Y es en esa lucha de visiones que el estudio de Estrada pone sobre el tapete la polémica decisión del  Libertador de disolver el gobierno autónomo de Guayaquil y anexar ipso facto la ciudad al Gobierno de Colombia, lo que llevaría a Olmedo a partir al exilio voluntario.

Para el historiador guayaquileño la derrota de Olmedo se convertiría con el paso del tiempo en una victoria, sobre todo porque la figura de Bolívar se vería disminuida frente a la del líder de la Junta. Las palabras de Estrada al respecto son definitivas: “Necesariamente el Bolívar, que el 13 de julio de 1822 se apoderó de Guayaquil con la razón de la fuerza, pierde algo de estatura en la comparación, ya no resulta el triunfante guerrero de elocuente verbo que convence a los guayaquileños de rechazar a Olmedo, Roca y Ximena.
La sombra de 1.300 bayonetas en aquel episodio oscurece a Bolívar que se desdecía de sus propias proclamas en que defendía el derecho de los pueblos a decidir su destino. “Pero el hombre no se mide ni por un momento de gloria ni por algún pasajero desliz”, y eso se lo reconoce Estrada a Bolívar, pues el episodio malhadado de la anexión de Guayaquil es uno menor frente a la grandeza de la obra del Libertador.

Y sobre Olmedo: “Mas en cuanto a Olmedo y los demás guayaquileños, aquel episodio debe más bien exaltarse porque fue un gesto de rebeldía y, a la vez, un triunfo efímero y poco glorioso para Bolívar; resultó una victoria moral y enaltecedora para Olmedo. La historia le dio la razón, cuando en 1830 se deshizo la artificial Gran Colombia”. Aunque debe señalarse que el ideal de Bolívar, compartido por casi todos los americanos de esa época, sigue teniendo vigencia.

La obra de Julio Estrada parte de un propósito claro, que es el de defender y poner en el sitial que merece la figura de Olmedo y de todos aquellos ecuatorianos que realizaron la gesta de libertad de 1820. A través de valiosos documentos y alejada de toda interpretación mitológica, la lucha de Guayaquil por el Estado de Quito constituye un ensayo de interpretación desde el punto de vista guayaquileño de todo el proceso de la lucha de liberación, que se inicia el  9 de octubre de 1820, pasando por el triunfo de Pichincha, para concluir como el propio Estrada diría: “con la decepción del 13 de julio de 1822”. Se analizan las actitudes y decisiones que tomó la Junta de Gobierno para manejar los destinos de la llamada Provincia Libre de Guayaquil durante 21 meses, en los que trató por todos los medios de servir a los intereses del pueblo al que se debía, debatiéndose entre los intereses personales de los dos grandes libertadores, Bolívar y San Martín.

Y es con ese propósito que con sus propias palabras lo expondría: “Encontramos que la interpretación que se le ha querido dar a la posición de los guayaquileños en la Revolución de Octubre es uno de los elementos que más excitan nuestra reacción. Porque es de irritante injusticia el equivocado juzgamiento del verdadero Padre de la Patria, de aquel insigne Olmedo, al que con tanta ligereza se lo tilda de peruanófilo. Aunque la tacha será improcedente para aquella época, es la intención con que hoy se la hace la que merece nuestro rechazo más absoluto. Y más aún cuando se la hace extensiva a otros guayaquileños ilustres que iniciaron la única y verdadera independencia del Ecuador, y por lo tanto merecen ser llevados a los más sagrados altares de la patria, y no ser sometidos a críticas denigrantes y absurdas”.

Obra necesaria y a la vez polémica, pero que fue un punto de partida para una nueva forma de interpretar uno de los acontecimientos más decisivos de la historia de la liberación de lo que sería el Ecuador. Estrada tiene ese mérito y vale la pena resaltarlo hoy más que nunca, cuando estamos cerca del bicentenario de la realización de la Aurora Gloriosa.

Portada del libro de Julio Estrada.

Historiador que amaba a Guayaquil

Un hombre sobre todo debe sentir amor por su terruño, esta cualidad calza a la perfección para definir a Julio Estrada Ycaza, el historiador que puso el amor a su ciudad como bandera de identidad y de lucha.
Nació el 16 de noviembre de 1917. Destacó como director del Archivo Histórico del Guayas. Entre 1971-1972 presidió la Comisión de Estudios que elaboró la base histórica y arquitectónica para el rescate del barrio Las Peñas, creada por el Municipio de la ciudad. Nombrado subgerente de Servicios Culturales del Banco Central del Ecuador entre los años 1984-1988, bajo el impulso de Estrada esta entidad realizó la publicación de varias obras de contenido cívico e histórico. Articulista de los diarios más importantes de Guayaquil como EL UNIVERSO y El Telégrafo, tribunas para defender a la ciudad de los abusos del centralismo absorbente e inequitativo.
Su labor fue reconocida por la Sociedad Filantrópica del Guayas, que le otorgó la medalla al Mérito en 1979; de igual forma, el Municipio de Guayaquil le concedió la medalla al Mérito Cívico en 1981.
Entre sus principales obras podemos mencionar El Hospital de Guayaquil, El Puerto de Guayaquil (tomos I, II y III), La Fundación de Guayaquil, Los bancos del siglo XIX, Regionalismo y Migración y Arquitectura vernácula del Litoral. Igualmente le pertenecen: La lucha de Guayaquil por el Estado de Quito, El siglo de los vapores fluviales: 1840-1940, Catálogo de Medallas del Ecuador, Apuntes sobre la Catedral de Guayaquil, entre muchos otros libros. Y su obra más preciada: la imprescindible Guía histórica de Guayaquil, obra póstuma, que circula actualmente en los primeros tomos por iniciativa de sus familiares.
La historiografía ecuatoriana le debe mucho a la labor de Julio Estrada Y.

 

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