Picasso regresa a París: Con autorretrato de una vida

08 de Febrero de 2015
  • Una visitante observa la obra Olga en pensativo estado de ánimo (Olga in pensive mood, 1923).
  • El Museo Picasso París contiene las obras: Large still life with pedestal table (1931, izq.), y Large nude in red armchair (1929).
  • Fachada del Museo Picasso de París.
Holland Cotter | The New York Times

En el 2009, el Museo Picasso de París cerró para una ampliación. Contiene la mayor colección de obras del artista español.

“Denme un museo y lo llenaré”, supuestamente dijo Pablo Picasso. Lo haya dicho o no, suena a algo que podría haber dicho un sobreproductor en serie como él. Y en un octubre gris y de hojas a la deriva, helo aquí haciendo honor a sus palabras. El Museo Picasso, que cerró para una ampliación en el 2009, finalmente ha reabierto a más del doble de su tamaño anterior, pero años después de lo programado y envuelto en un torbellino de intrigas.

Para los medios noticiosos, el proyecto de renovación ha sido un regalo. Las obras en la mansión barroca que alberga al museo, la colección de obras de Picasso más grande del mundo, se prolongaron escandalosamente. Los presupuestos se inflaron. Hubo despidos que causaron consternación (Anne Baldassari, la directora del museo fue destituida), berrinches de alto nivel y montones de agresiones personales.

El museo, que debutó en 1985, es un atractivo popular. No importa cuántas grandiosas obras individuales de Picasso haya en Londres, Madrid o Nueva York, en su museo París tiene al propio artista, en sus inicios y últimas etapas, a escala mayor y menor. No sorprende que multitudes ansiosas se formaran en las aceras y se arremolinaran en la puerta del frente aquí para la inauguración el año pasado.

Una vez adentro, ¿con qué se encontraron? Con lo fabuloso, y la frustración. En el lado positivo sin reservas, hay más de 400 obras de Picasso que comprenden su carrera, junto con una selección de lujo de piezas que poseía de los artistas que le encantaban: Chardin, Degas, Cézanne, Gauguin, Braque, Miró, Matisse y Henri Rousseau. Y, en cierto sentido, incluso su propia obra aquí representa una selección personal.

En amplitud, textura y espíritu, la exhibición no tiene comparación. Es completamente diferente de, digamos, la gran selección de obras de Picasso en Cubismo: La colección de Leonard A. Lauder ahora en el Museo Metropolitano de Arte. La exposición del Met es una serie clásica de obras maestras trofeo. Lo que hay en el Museo Picasso está más cerca de ser una sublime colección instructiva, con sobras y obras maestras mezcladas. El objetivo aquí es menos monumentalizar a un artista o un estilo que contar una historia compleja de cómo hace arte una persona de energía proteica en una extensión de tiempo específica.

Herencia y donación

Picasso fue un autocoleccionista de toda la vida que conservaba ejemplares de su arte a los que no podía o no quería renunciar: apuntes juveniles y pictóricos de sí mismo, obras favoritas terminadas, y recuerdos de amores y traumas pasados. Dejó este archivo, o acumulación, a su familia cuando murió en 1973. Ellos lo revisaron y donaron una enorme cantidad al gobierno francés en lugar de pagar el impuesto sobre la herencia. Es esta colección, esencialmente modelada por el propio artista, en torno a la cual se construyó el museo.

Dado ese material ricamente personal, está muy mal que la nueva presentación en el Museo Picasso –oficialmente el Musée Picasso Paris– no cuente esa historia más convincentemente. La arquitectura es parte del problema. El edificio del siglo XVII que alberga al museo, el Hôtel Salé en el histórico distrito Marais, con su jardín, patio y vestíbulo de entrada de dos pisos incrustado de esculturas, nunca ha sido ideal para exhibir arte.

El interior es variable, con espacios muy pequeños, callejones sin salida, y conexiones ilógicas. La renovación original de los años 80 cubrió esto con una pátina corbusiana de paredes blancas sin lograr una sensación de unidad. El nuevo diseño, del arquitecto Jean-François Bodin, es básicamente una versión ampliada del plan antiguo. Hay más espacio –cuatro pisos de galerías, incluido un sótano abovedado y un ático tipo loft con vigas expuestas y vistas de las azoteas circundantes–, pero su orden es aún más difícil de recorrer.

Una impresión de discontinuidad es agravada por el idiosincrático acomodo del arte ideado por Baldassari, quien permaneció en el puesto el tiempo suficiente para organizar la exposición inaugural. La instalación principal, en el primer y segundo pisos, empieza con pinturas del Picasso adolescente en España, donde nació en 1881, y otras de su primera estadía en París cuando salía de la adolescencia. El cambio es drástico: Realismo al estilo Murillo un año, el equivalente a la sicodelia al siguiente.

El arte ha cambiado

Gran parte de la colección del museo, sin embargo, es de un periodo intermedio, de fines de los años 20 a principios de los 30, cuando Picasso estaba saliendo de su fase “clásica” posterior a la Primera Guerra Mundial, recuperando su estilo radical, y empezando a considerarse surrealista. Fue un trayecto difícil. Las nuevas obras no se vendían muy bien y se puede ver por qué: es material fuerte y agresivo. Todo es dientes y genitales, penetraciones y empalamientos. Los cuerpos, mayormente femeninos, son crudezas de miembros desprendidos. Picasso aparece repetidamente en el alter ego del Minotauro, una máquina sexual ovidiana.

En conjunto, se puede aprender mucho sobre Picasso en la exhibición del Museo Picasso, no menos que pudiera ser un artista verdaderamente espantoso. Quizá la mayor revelación, sin embargo, se da en el piso superior, cuando uno da un primer vistazo a un paisaje de Cézanne que alguna vez fue propiedad de Picasso, e instantáneamente percibe lo que falta en los dos pisos inferiores: enfoque, concentración, un punto de reposo, calidez como una luz en un túnel, el fuego en una chimenea, una lámpara de vigilia en una iglesia.

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