Philippe Charlier: Escudriña el pasado

30 de Septiembre de 2012
TELAINE SCIOLINO THE NEW YORK TIMES

El médico y antropólogo francés es conocido por su investigación forense en algunos de los muertos más famosos de su país.

El frasco de plástico con la tapa roja es Enrique IV. El que tiene la tapa azul es el nunca coronado Luis XVII. Diane de Poitiers, la amante favorita de Enrique II, está en un frasco rechoncho traslúcido a varios centímetros de distancia. Luego está Carlos II, uno de los reyes carolingios, encerrado en dos archiveros de madera. Sus restos son la pasión –o quizá la obsesión– de Philippe Charlier, el detective forense más famoso de Francia.

Médico y antropólogo, de 34 años, realiza autopsias en los cuerpos llevados al Hospital Universitario Raymond Poincare en el suburbio parisino de Garches por la mañana e imparte clases en la Universidad Descartes de París por la tarde. Entre una y otra actividad, investiga las enfermedades y muertes de los ricos y poderosos que hicieron la historia de Francia.

Se refiere a estos sujetos como sus pacientes, y se enorgullece de usar los mismos métodos rigurosos que utilizaría en casos forenses actuales. “Ya sea Juana de Arco o la mano que la policía encontró en el Siena, es muy importante”, dijo.

Pero Charlier no se limita a su pequeño laboratorio en el hospital aquí. Escribe libros, hace documentales de televisión y realiza transmisiones de radio para popularizar sus descubrimientos, lo que le ha hecho ganarse el título del “Indiana Jones de los cementerios”.

Este año ha publicado dos libros, uno sobre los secretos de los grandes crímenes de la historia, otro sobre la enfermedad y la muerte en el arte primitivo.

Su personaje público ha atraído las críticas de quienes se quejan de que está tan interesado en la fama como en la ciencia. Dice que su búsqueda de fama es bien intencionada: “Quiero compartir todo lo que sé con el mayor número de personas. No es diletantismo; es vulgarización intelectual”.

Huesos famosos

Empezó a trabajar en fragmentos polvorientos tomados del corazón de Ricardo Corazón de León, que es conservado en el museo de antigüedades de Rouen (norte de Francia). Ricardo, el monarca británico del siglo XII, murió a los 42 años de edad de una herida de ballesta infectada.

Charlier está realizando pruebas químicas para determinar qué germen mató a Ricardo y aprender más sobre el embalsamamiento en el siglo XII, que a menudo era llevado a cabo por barberos y cocineros. (Ricardo fue embalsamado usando mercurio).

Pero a Charlier no le fue permitido realizar una prueba de ADN, para desalentar las persistentes solicitudes de bretones que desde hace tiempo han buscado establecer lazos consanguíneos con Ricardo.

Charlier se llegó a interesar en los restos históricos en su niñez en Seine-et-Marne, cerca de París, cuando participó en una excavación arqueológica de un cementerio merovingio que databa de entre los siglos V y VIII. Su amor por la arqueología también se originó en Homero, el cual su madre les leía a él y a su hermana.

A través de los años, a menudo ha acaparado titulares con sus descubrimientos. En el 2007, encabezó a un equipo de investigadores que determinó que los fragmentos óseos aceptados desde hace tiempo por la Iglesia católica romana como pertenecientes a Juana de Arco, una santa guerrera virgen y mártir, eran falsos; tomados de un gato y de una antigua momia egipcia.

En 1867 fue descubierto en el ático de un boticario de París un frasco que llevaba la inscripción “Restos encontrados bajo la estaca de Juana de Arco, Doncella de Orleans”. El equipo de Charlier examinó el contenido del frasco: una costilla humana, trozos de madera aparentemente carbonizada, un fragmento de lino y un fémur de gato. La datación por carbono reveló que las “reliquias” provenían de otra era: algún momento entre el siglo VI y III a. de C.

Perfumeros de Jean Patou y Guerlain fueron convocados para ayudar a identificar los aromas. El análisis químico mostró residuos de polen de pino, probablemente de la resina usada en el embalsamamiento de momias; los residuos negros en la costilla y el fémur de gato fueron dejados por una mezcla de material orgánico y mineral, no la incineración.

Charlier especuló que las reliquias fueron falsificadas en el siglo XIX, quizá para apoyar el proceso de la beatificación de Juana, el primer paso hacia la santidad.

La más hermosa

Otro golpe, en el 2009, fue descubrir que Diane de Poitiers, cuya piel de porcelana y ojos azules le hicieron ganar la reputación como la mujer más hermosa en Europa en el siglo XVI, tal vez se envenenó sola bebiendo una poción que pensaba preservaría su apariencia.

Durante el Terror después de la Revolución Francesa, su tumba fue profanada y sus huesos transportados a una fosa común. Pero un rizo de su cabello fue recuperado y conservado en el Chateau d’Anet, donde había pasado los últimos años de su vida.

Charlier encabezó a un equipo forense que comparó el ADN de su cabello con huesos en la fosa. El equipo descubrió que cuando murió, a los 66 años, tenía 500 veces el nivel normal de oro en su cuerpo.

Concluyó que probablemente se envenenó con un elíxir que contenía partículas de oro, el cual tomaba regularmente, creyendo que mantendría su juventud. (Era 20 años mayor que Enrique).

Una cabeza real

En el 2010, después de nueve meses de pruebas forenses avanzadas, Charlier y su equipo identificaron una cabeza cercenada parcialmente conservada como la de Enrique IV. Este rey, asesinado en 1610, puso fin a las guerras religiosas de Francia, prometió poner “un pollo en la olla” de todos los franceses trabajadores los domingos, retozó con muchas amantes y ordenó construir monumentos hermosos.

Su tumba fue profanada durante el Terror después de la Revolución Francesa –junto con las otras tumbas de la realeza de Francia en la Basílica de Saint Denis en las afueras de París– y su cabeza fue robada y conservada como recuerdo.

La cabeza, con todo y cabello, barba y el lóbulo derecho perforado, fue comprada por 3 francos por un comerciante de antigüedades en la casa de subasta Drouot en 1919. Un francés que la había comprado hace décadas la ofreció para su examinación forense en el 2008.

El equipo de Charlier usó computadoras para recrear el rostro de Enrique basado en el cráneo y compararlo con retratos contemporáneos y una máscara mortuoria. Identificaron un pequeño lugar sobre el orificio nasal derecho y una sanada herida facial de navaja y compararon los restos del cabello y la barba con los de retratos. La cabeza se conserva en una bóveda bancaria de París.

Entre restos

En otras investigaciones, el equipo de Charlier usó imágenes en tercera dimensión de un cráneo preservado para recrear el rostro de Agnes Sorel, la amante del rey francés del siglo XV Carlos VII y la primera mujer en la historia francesa a la que se concedió oficialmente el estatus de amante real. El equipo determinó que había muerto, a los 28 años de edad, por envenenamiento con mercurio.

El laboratorio de Charlier conserva otros secretos: huesos de un soldado celta que fue contemporáneo de Julio César; el cráneo de un hombre del siglo XVII o XVIII que murió de cáncer bucal, probablemente causado por mascar tabaco; un cráneo del siglo XVIII de una mujer que tuvo lepra y sífilis.

Su oficina es un revoltijo de libros de historia del arte, artefactos y vida laboral cotidiana. Las paredes están cubiertas de máscaras tribales. Un frasco de cristal que contiene excremento de un baño de un antiguo teatro galo-romano y un clavo de una crucifixión griega del siglo IV a. de C.

El sueño de Charlier es tener acceso a la fosa común de los restos de la realeza de Francia, que fueron retirados de sus tumbas de mármol en el sótano de la Basílica de Saint Denis y preservados en una sola bóveda. Ha permanecido sellada desde 1817.

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