Las tablas breves
Las obras cortas dominan los escenarios culturales de Guayaquil. Sus gestores y sus críticos se enfrentan. Pero el público elige.
Lo micro puede ser grande. Inmenso. Y también diminuto, según la visión del observador. Me refiero al teatro, pero en mini, a la tendencia cultural y de entretenimiento que cuesta hoy $ 5 por 15 minutos de espectáculo, y que se combina con comida, bebida y ambiente festivo. Seguro ya lo conoce: el microteatro.
Incluso los teatros grandes han cedido, a su manera, en la extensión de sus obras. Le ocurrió al Teatro del Ángel (Urdesa). Luego de 24 años de actividad, implementó una estrategia (opuesta a su formato tradicional) para intentar solucionar la reducción de su público: mostrar una cartelera con dos obras cómicas (para viernes, sábado y domingo), con una hora de diferencia entre ellas. ¿Qué ocurrió? ¿el público se cansa pronto, su atención declina y quiere algo nuevo enseguida?
“Creo que tiene que ver con la época, las personas hacen zapping, mientras están con el chat, todo es taca, taca, taca (dice mientras simula tipear con los pulgares), todo cambia rápido, cada vez más rápido”, dice Tati Interllige, directiva de El Ángel, famosa por escribir la obra Me la gané por Diosito santo (1987), que inspiró la exitosa serie televisiva Mis adorables entenados.
Esa rapidez en los hábitos personales, de la que habla Tati, ¿ha atrapado al teatro guayaquileño y a su público?
El inicio de la brevedad
“Despacio, suban por las escaleras en orden. Cuidado con los escalones. Arriba está la boletería, tenemos un pequeño bar y se les indicará dónde se realizará cada obra”. Con esas indicaciones subí apretadita entre una columna de personas y agarrándome del pasamanos (esa escalera es realmente empinada) a una de las primeras funciones de microteatro en Miraflores.
Ya había estado antes en esa casa, detrás de la Universidad Casa Grande, para entrevistar al director teatral Jaime Tamariz.
En 2014, La Revista lo había seleccionado como uno de los personajes ecuatorianos más “valientes, creativos e innovadores” de ese año. Y no se equivocó.
Jaime me comentó, entonces, off the record, que intentaría algo nuevo, algo que vio en España y que usaría los diferentes ambientes de esa casa donde funciona su productora, Daemon, para implementarlo. Fue la primera vez que escuché la palabra microteatro.
Mientras esperaba en el minibar para entrar a la primera obra, miré a mi alrededor y Jaime había cumplido su palabra. El experimento estaba en marcha esa noche de agosto de 2014 y su público había respondido a su convocatoria.
Meses después, la fila de personas se salió de la cerca de madera y los carros se apretaron en las cuadras aledañas.
“¡Y funcionó, simplemente funcionó!”, exclama Jaime Tamariz, casi cuatro años después. “Yo pensé que iba a ser solo un mes, como la novelería, pero no”.
Ahora, el microteatro de Jaime funciona en una sala dentro del circuito cultural La Bota, en el malecón del Salado. Ya no hay una escalera empinada para subir y el bar ya no es mini, es muuuy amplio, con mesas, una barra y, además, sillones y libros.
“Comenzamos el microteatro como un ejercicio de autogestión para tener abierta la productora todo el año. Había miedo, pero también entusiasmo”, confiesa.
Hoy, el modelo teatral que impulsó se ha esparcido por toda la ciudad. “Guayaquil tiene interés por ver el trabajo de sus artistas. Eso habla de una comunidad culturalmente activa y dinámica que da cabida a nuevos artistas y a experimentos como lo que se hace en microteatro”.
¿Qué ‘micros’ ha visitado? Coméntenos
VERSIONES ‘ABREVIADAS’
En una columna publicada en Vistazo, a mediados del año pasado, el dramaturgo y actor guayaquileño Santiago Roldós se refirió a estos espacios.
Su opinión se tituló ‘El microteatro como muerte, o no, del teatro’ y en ella afirmó que “el público quiere lo que no necesita y necesita lo que no quiere”. Luego, continuó su opinión, entre otras cosas, refiriéndose a estas micropiezas como “una nueva advocación de los clásicos resumidos en Ariel, que servían, precisa y paradójicamente, para no leer a los clásicos)”.
Entre sus conclusiones resalta el triunfo de la simplificación sobre la complejidad. “Un problema crucial que, hasta cierto punto, es normal que se le escape a un público mayormente acrítico, pero que tampoco logra ser procesado por la mayoría de nuestra menguada intelectualidad, y menos aún por medios reacios y/o incapaces de ver la relación entre la democracia basura que dicen padecer y la supuesta diversión que promueven”.
El micro hizo ‘pop’ en Urdesa
Durante la primera temporada del microteatro, Jaime dirigió dos obras (de las tres que había): Gatitos y Goteras. Esta última, con la actuación de Ricardo Velástegui (Fanatikada de TC Mi Canal).
Ricardo también actuó en la obra micro Hamlet 101, junto a Marlon Pantaleón. Lo vi desde la primera fila.
Pero en mayo de 2016 pasó de actuar en el micro a dirigir su propio espacio: Pop Up Urdesa, un café-teatro en una casa de esa ciudadela. “Tuve que vender mi carro, endeudarme, poner mis ahorros, convencer a mi hermano mayor (Javier) de este negocio”, me cuenta, en un espacio de las grabaciones de la telenovela Maleteados, en la que actúa.
Ricardo apostó por combinar el concepto de cafetería con la posibilidad de ver teatro. Y la fórmula le funcionó.
Un año después, Pop Up Urdesa era el lugar para ‘topar’ de muchos grupos de amigos y ya no querían solo un café: llegaron los cocteles, la sangría, los piqueos y los selfies que inundaron las redes sociales. El 4 de agosto de 2017 abrió su segundo local en Samborondón.
También introdujo la teatronovela, es decir, una misma historia ‘partida’ en ocho momentos (micropiezas). La última fue La era del sexo. La temporada terminó el sábado 3 de marzo de 2017, la misma noche que Microteatro Guayaquil ofrecía en La Bota la fiesta de cierre de su temporada con obras inspiradas en las películas de Almodóvar.
Micro, micro y micro
En 2017 se abrieron más espacios culturales en distintos sectores de la ciudad, con el impulso de diferentes instituciones.
El empresario Holbach Muñetón, propietario de HM Hotel (cdla. Kennedy) y presidente de la Federación de Cámaras de Turismo del Ecuador, adecuó uno de los salones de su hotel para funciones de microteatro, con la dirección artística del actor Lucho Aguirre. Se inauguró el 20 de enero con el nombre de Stop & Go y ofreció funciones cómicas por nueve meses. “Ahora estamos en stop, pero pronto estaremos listos para el go” y, enfrente, detrás del ventanal de vidrio, me muestra, el terreno que albergará su próximo paso: la plaza HM (con 1.020 metros cuadrados).
Holbach prevé construir 10 locales comerciales con parqueo. La idea, explica, es aumentar el flujo de personas en la zona. “Si se les hace tarde, ¡se pueden quedar a dormir!”.
La oferta del micro también se tradujo al inglés ¡y se volvió gratuita!, con The Scene, iniciativa cultural del Centro Ecuatoriano Norteamericano (CEN).
Margaritas y gin
“¿Señorita, desea una margarita antes de comenzar las siguientes funciones?”. “Sí, muchas gracias”, respondí mientras hacía espacio entre mis manos para agarrar la copa y acomodarme en el patio abierto de la sede Urdesa del CEN. Había llegado allí en la tarde del viernes 17 de marzo de 2017, para ver la función infantil (The Game Planners) y ahora estaba esperando con mi fría y salada margarita las otras obras: She Wolf y Dumbass.
“No quisimos solo hacer lo que los otros estaban haciendo, sino por dejar huella en la comunidad”, explica Consuelo Hidalgo, directora cultural del CEN. Ella enfatiza que este proyecto fortaleció uno de los objetivos de la institución: el alcance comunitario. “No quisimos competir con otros, por eso es gratuito”.
Desde octubre de 2017, The Scene se trasladó al Estudio Paulsen, en la calle Numa Pompilio Llona, barrio Las Peñas, como parte de una alianza institucional.
Aunque la meta principal del Estudio Paulsen es la formación de actores en la técnica Meisner, su escenario principal se inauguró con esta propuesta en inglés.
El 22 de febrero, estrenaron su primera producción propia, Una vida en el teatro, de David Mamet. Las funciones en inglés se reanudarán este año el miércoles 27 de junio, hasta septiembre.
Si usted continúa caminando por esa misma calle empedrada, luego de unos cuantos metros encontrará (a su izquierda) otra casa destinada a la cultura, con obras más extensas: Casa Cino Fabiani.
La primera vez que entré en esta construcción colonial fue en 2014 para el monólogo Habitación 42, de Alejandro Fajardo. Entonces, solo pude acceder a la planta baja (“las catacumbas”), pero tres años después, subí a tomar un gin, antes de ver Dignidad (2017), de Ignasi Vidal.
Su propietario y actual productor de las obras, Arnaldo Gálvez, precisa que este espacio se inauguró en 2009, con la obra El amante, de Harold Pinter.
Cena, servicio a la mesa y música
Hay que entrar en el subterráneo de Laguna Plaza (centro comercial la de vía a la costa) para descubrir la entrada de Vilaró Restaurante, Teatro-Show. Sus propietarios, Alejandra González y su esposo, Alejandro Gentile (ambos uruguayos), están allí cada noche, muy pendientes de sus clientes.
Su fuerte es la gastronomía, dice Alejandra, y con esa ventaja abrieron, en el subsuelo, su local el 20 de diciembre de 2017.
“Pensé que solo un restaurante no era oferta suficiente para hacer que la gente bajara”, recuerda Alejandra, mientras conversamos en los sillones coloridos que dan la bienvenida a su clientela. De vez en cuando interrumpe la entrevista para despedir y desear lo mejor a quienes dejan el local.
Así que decidieron añadir microteatro, música en vivo y un espacio para exposiciones.
La atención a la mesa es algo que también se ve en Shapó, Teatro Caf'é (Samborondón). Aunque tiene tres salas con escenarios, su propietaria, Verónica Ycaza, no apuesta solo a lo micro. “Es lo que menos hago, de hecho”. En su lugar, da cabida a monólogos humorísticos, stand up, conciertos, shows de magia y más.
Actor no mata actor
Sentado en una mesa, con meseros caminando a sus espaldas, llevando comida a los clientes, mientras que otros hacen fila frente a la caja para pedir una bebida o un coctel, Jaime Tamariz respira satisfecho.
“Creo que todos estamos muy contentos de lo que pasa en la ciudad y de poder compartirlo”, dice el director que también ha montado obras de gran formato como Cenicienta y el Mago de Oz en el Teatro Sánchez Aguilar.
Además, estuvo presente en la inauguración de Pop Up Urdesa, de su colega, Ricardo Velástegui. “Creo que es un gesto bonito porque no hay competencia desleal. Todos sabemos que detrás de esto hay una inversión que hay que cuidar y cada uno se preocupa por lo suyo y, asimismo, cuando inauguraron La Bota, yo estuve en el microteatro”, dice Ricardo.
Ambos comparten la experiencia de haber apostado por el teatro en una ciudad con pocos espacios para sus actores.
También coinciden en que cada cual ha encontrado a su propio público y en que, desde sus lugares, se esforzarán por hacer la diferencia, en un formato que tampoco nadie sabe por cuánto tiempo mantendrá su efervescencia y atraerá a la ciudadanía a desembolsar $ 5, más el consumo del bar (cada quien gasta en lo que desea disfrutar esa noche).
“Que la gente diga vamos al de acá porque es más chévere por esto, y ahora vamos al de acá. Si no, no estaríamos haciendo un buen trabajo para el consumidor del teatro, quien es lo más importante”.
José Manners
CENTRO DE ARTE
“Desde todo punto de vista es positivo. Como entidad con 30 años de trayectoria cultural, nos es muy importante la creación de nuevos espacios, porque consideramos que conlleva una nueva carga de energía, nuevas ideas e iniciativas que benefician a la actividad cultural.
Sin embargo, si la intención es ser un lugar de entretenimiento, donde lo principal sea una experiencia en comida y bebida y el hecho teatral es una simple excusa con una cartelera llena de erotismo o de humor fácil, entonces no existe una aproximación a la actividad teatral. Pero si hay un cuidado y una selección en la programación de las obras, definitivamente es una ventaja para lograr un potencial público que migre hacia las salas grandes.
Descarto el hecho de que la fiesta ingrese a las salas. Considero que el actor o los actores merecen todo el respeto. No es justo que tengan que lidiar con hielos que golpean contra vasos de vidrio o risas desordenadas de algún asistente que no supo contar las copas que bebió”.
María Cecilia Sánchez
TEATRO SÁNCHEZ A.
“El microteatro tiene su razón de ser, tiene su formato, su escenografía, su vestuario. Todo lo que está en una obra grande está en el microteatro, de una manera diferente, pero pienso que lo que atrae más a las personas a ciertos espacios sí es el tema del bar, el ambiente y los amigos. Es un programa distinto que se ha creado y que gusta. No hay que criticar las obras micro. Hay que respetarlo, porque todos ponen de su tiempo y esfuerzo y nunca es fácil hacer este trabajo. Lo importante es mantener siempre la calidad en esas obras pequeñas.
Pero cuando uno programa la temporada de una obra de formato amplio, a un determinado tiempo, con varias funciones, todo es distinto. Uno asigna un presupuesto importante y eso es algo que el público tiene que aprender a valorar más. No podemos comparar el costo (de la entrada) a una obra con un gran presupuesto de producción, como un musical, con 32 actores y una orquesta. Hay que valorar ambas cosas. Lo importante es que el público se interese por aprender y ver más”.
OSWALDO SEGURA Y TATI I.
TEATRO DEL ÁNGEL
Tati Interllige y Oswaldo Segura también ofrecen su mirada sobre la multiplicación de espacios teatrales en la ciudad. “Creo que todo va muy bien, es una moda (como lo fue el living theatre en Europa), que ya se ha hecho en otros países. Es un tipo de teatro más liviano, de entretenimiento, algo rápido, que puede atraer público”, dice Tati. “Considero que es un crecimiento hacia el espectáculo más que a la cultura. Pero puede ser beneficioso al aportar a la creación de un público que no tiene conocimiento de lo que es un espectáculo de teatro y va a recibir el arte dramático”.
Oswaldo considera que esos espacios tienen un objetivo más comercial, lo cual tampoco está mal. “Enhorabuena”, dice. También, revela que el Teatro del Ángel ha notado una baja en su asistencia y han decidido “ceder” un poco (no imitarlos) y han acortado la duración de sus obras y ahora ponen varias piezas en una misma noche. “Nosotros entendemos que las cosas cambian y que debemos adaptarnos, pero sin perder nuestra esencia”, concluye.
Mercucio (@_Mercucio_)
CRÍTICO TEATRAL
“Hay narrativas en el microteatro que no pasan más allá de un sketch malo. Pero las micronarrativas pueden ser artísticas.
En la poesía están los haikus. En la literatura, las micronarrativas; en el cine, los cortometrajes, etcétera. El teatro necesitaba de un lugar así, pero eso no quiere decir que sea el único en donde el teatro habite.
No creo que se trate de versiones abreviadas, sino que, al sacar lo más importante de alguna obra, película, musical o libro, se convierte en algo independiente. No he percibido que intenten “dañar” alguna obra, pero sí he visto esfuerzos, no de todos, ojo, de poder extraer la esencia.
Llamarle formato micro puede ser solo una etiqueta. El microteatro pretende ser intenso, pero hay obras que no lo logran. El espectador necesita algo que lo atrape, pero eso también se puede generar con otros formatos.
Hay que preguntarnos también: ¿son bares o son teatros? Dependiendo de eso están la prioridad y el valor que se le da a cada cosa y lo que busca el público: ¿ver teatro o entretenerse? Nosotros, ¿qué buscamos?”.