Aquí cantó el gallo

04 de Agosto de 2013
Fotos: Moisés Pinchevsky

La parroquia rural Chuquiribamba, ubicada a unos 46 km de la ciudad de Loja, asume orgullosa su papel como Patrimonio Cultural del Ecuador.

Una historia local narra que un gallo cantor decidió el destino de este poblado de casas de adobe y teja, de caballos y jinetes elegantes, de 2.466 habitantes que –sin agitarse– aran la tierra, crían animales, tejen bordados y bailan a 2.745 metros sobre el nivel del mar.

Los pobladores cuentan que antes de la llegada de los incas, este territorio estaba habitado por indígenas paltas dispersos en diversas zonas de estas montañas.

Los caciques o jefes de cada asentamiento a menudo proponían unirse para fundar un solo pueblo, pero no lograban decidir su ubicación definitiva. Sin embargo, aquello se remedió cuando el cacique Caraguay propuso realizar un recorrido grupal por toda la zona llevando como invitado especial a un gallo dentro de una alforja y con la cabeza descubierta. El sitio escogido sería aquel por donde el ave cantara por primera vez.

Fue así que todos salieron por las montañas muy pendientes del gallo que los acompañaba, el cual terminó desgañitándose en las cercanías de la laguna de los Chuquiris, sitio frío y elevado donde levantaron las primeras viviendas de este poblado.

Tangibles e intangibles

El 13 de julio anterior, la parroquia Chuquiribamba, que en quichua significa “planicie del chuquir (planta)”, fue nombrada por el estado Patrimonio Cultural del Ecuador.

Está asentada en una meseta con un gran atractivo paisajístico, pero este pueblo también propone un escenario arquitectónico digno de apreciar, en el cual hay registradas 192 edificaciones con un alto valor patrimonial exhibido en sus muros de bahareque (armadura de madera) y adobe, amplios balcones, y tejas de barro cocido y paja.

Tales construcciones se levantan en cada rincón del pueblo, que tiene su corazón en una plaza central sembrada de jardines y rodeada de un colegio y pequeños locales de comida que expenden cuyes asados, hornado de chancho, tortillas de maíz y el “aguado de leche”. Esta es la principal bebida local y está compuesta de leche recién ordeñada, canela, panela y aguardiente.

Aquel día, los brindis eran con ese blanco coctel, mientras Oliverio Caraguay, presidente parroquial, hablaba emocionado ante autoridades nacionales, provinciales y locales que confiaba en que la designación de Chuquiribamba como patrimonio ayude a ubicar a esta cabecera parroquial como el próximo bastión turístico de la provincia de Loja. Pero para ello, agregó, necesitan contar con una vía de acceso pavimentada que reemplace el actual camino lastrado, el cual demanda de una hora y media de desplazamiento en vehículo para conectar Loja con este poblado.

Tal situación denota que estas rutas han sido conquistadas por las herraduras de los caballos, por ello resulta comprensible que uno de sus principales atractivos sean sus escaramuzas, tal como se denominan a cabalgatas masivas de sus pobladores en las montañas.

Próxima cita: 20 de agosto

La escaramuza más grande tiene lugar el último domingo de abril durante la procesión de san Vicente Ferrer, patrono de la iglesia local, que convoca a cientos de jinetes de las 14 comunidades aledañas.

Ellos se agrupan en una pampa junto al pueblo para realizar una exhibición de habilidad ecuestre, una vez que concluya la caminata que recorre las calles del pueblo con la imagen del santo.

Ese paseo se detiene cada vez que algún vecino se acerca a dejarle una limosna, que servirá para obras sociales del templo local.

Otras fiestas son en honor a san Juan Bautista, el 29 de junio, y a la Virgen de El Cisne, el 20 de agosto.

Esta última brinda un buen motivo para visitar esta población el mes próximo y así acercarse a su patrimonio intangible, cargado de una alta dosis de religiosidad, al igual que a sus tesoros arquitectónicos, tan orgullosos de ostentar un legado de antiguas técnicas de construcción que hacen posible imaginar cómo lucía la capital provincial hace cientos de años.

Aunque la mirada también nos regala la imagen de cómo lucen los tesoros patrimoniales que –sin duda– debemos proteger hoy. (M.P.)

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