Iguazú: Un paraíso terrestre

01 de Julio de 2012
  • Las cataratas de Iguazú fueron declaradas en 1984 Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco.
  • Los miradores del parque se conectan a través de pasarelas.
  • La palabra coatí significa en guaraní: nariz alargada. Proviene de de coá: ‘largo’, y tî: ‘nariz’.
  • El centro de visitantes ofrece a los turistas datos del clima, vegetación, fauna y geología del lugar.
Texto y fotos Diana León Álvarez

Las cataratas de Iguazú brindan un espectáculo natural inolvidable para sus visitantes. Existe un sinnúmero de recorridos y paseos que permiten a los turistas disfrutar de este maravilloso lugar desde varias perspectivas.

Aún no es medianoche cuando el tren se detiene en la estación Garganta del Diablo. El guía nos da las últimas instrucciones y empezamos el recorrido por las pasarelas del parque ecológico Iguazú a donde hemos llegado gracias a una invitación de LAN Ecuador.

Una enorme luna llena es nuestra única luz y guía. El frío es paralizante, pero no lo suficiente como para detener a este grupo de turistas. Avanzamos y bajo nuestros pies desfilan corrientes de agua plateada, mientras que a nuestro alrededor observamos una lejana y callada vegetación, todo en blanco y negro, como si de una película se tratara. A cada paso el sonido del agua se hace más intenso. Poco a poco el terreno a nuestra derecha comienza a descender y de repente está frente a nosotros la Garganta del Diablo, una imponente caída de agua de 80 metros de altura y 150 de longitud, cuyo fondo es imposible conocer y vivir para contarlo.

Allí la bruma se alza como un helado fantasma que da la bienvenida a los visitantes que sin éxito tratan de cubrirse de sus frías gotas de agua. Me asomo a las cataratas desde una de las pasarelas y la fuerza de sus aguas se traga todos mis pensamientos. Tampoco hay palabras: el imponente escenario enmudece a todo el que lo visita por primera vez, como si quisiera ser observado con un silencio reverencial.

Cuenta una antigua leyenda guaraní que en este lugar habitaba Boi, una serpiente gigante a la que las tribus nativas le ofrecían todos los años una doncella en sacrificio. Pero cuando le llegó el turno a Naipí para ser sacrificada, Torobá, el joven cacique de la tribu que se había enamorado de ella, decidió llevársela en su canoa. Boi se enteró de su plan y encorvando su lomo los persiguió, partiendo el curso del río y dando forma a las cataratas.

Cuando los atrapó, a Torobá lo transformó en uno de los árboles ubicados arriba de las cataratas, mientras que la cabellera de Naipí se observa en la hermosa caída de agua. El monstruo volvió a sumergirse y desde el fondo vigila que los amantes no vuelvan a unirse.

El frío y la hora es lo único que nos hace abandonar aquel magnetizante lugar. Regresamos a la estación para tomar el tren de regreso y dos caipiriñas le devuelven calor a mi cuerpo, al menos por ese instante. En el hotel, la temperatura desciende aún más y no hay calefacción ni cobijas suficientes. De algún modo logro dormir unas horas y al despertar unos débiles rayos de sol aparecen por mi ventana.

Luego del desayuno partimos nuevamente hacia las cataratas. Esta vez es un paisaje distinto: a color. El verde de la vegetación inunda el lugar y cautiva a los visitantes.

En la mañana nos adentramos en el circuito superior: un recorrido por las pasarelas que permite disfrutar de varios saltos de las cataratas, entre ellos Dos Hermanas, Bossetti y Chico, tan hermosos como la Garganta del Diablo.

Además, nos encontramos con nuevos amigos: una manada de coatíes, que ya están acostumbrados a la presencia de humanos y se acercan con naturalidad al grupo. Nos huelen y nos observan, aunque está prohibido tocarlos y alimentarlos.

En la tarde nos preparamos para el paseo náutico en un bote reservado exclusivamente para nosotros gracias a Carlos Segovia, nuestro guía. Mientras avanzamos hasta el lugar de donde zarpará la embarcación, un arcoíris nos sorprende. El paraíso está completo y la leyenda también: el arcoíris supera el poder de la serpiente gigante y une con su arco a los amantes Torobá y Naipí.

Guardamos nuestras mochilas en bolsas impermeables, nos abrochamos los chalecos salvavidas y comenzamos la navegación por los rápidos de las cataratas, pero sin llegar a ‘bautizarnos’ en una de las ensordecedoras caídas de agua.

Luego de unos kilómetros de trayecto nos espera en otro puerto un vehículo descubierto en el que recorreremos el camino de regreso a la estación con una explicación de la flora y fauna del sitio.

Es el final. Mañana nos espera un vuelo directo de LAN a Ecuador. Pero no existe el adiós para las cataratas, pues, una vez allí, el recuerdo se graba en la memoria y bastará con cerrar los ojos para volver a escuchar el ensordecedor rugido de sus imponentes aguas.

 

apuntes

• Iguazú proviene de dos vocablos guaraníes: ‘y’, que significa agua, y ‘guasú’, que quiere decir grande. Su nombre completo significa: agua grande.

• La margen derecha de las cataratas se ubica en territorio brasileño, lo que constituye aproximadamente el 20% de extensión.

• Los paseos de luna llena tienen un cupo máximo de 120 personas y están sujetos a las condiciones climáticas.

• El Parque posee una flora con 2.000 especies autóctonas. Habitan 80 clases de mamíferos, entre ellas 5 variedades de felinos, y 450 tipos de aves.

• La ciudad más próxima a las cataratas es Puerto Iguazú, ubicada a 18 kilómetros del Parque Ecológico.

www.iguazuargentina.com

 

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