Manzanillo de la muerte: Flora de Galápagos

Por Paula Tagle
26 de Abril de 2015

“El árbol está distribuido en la zona árida de todo el archipiélago, donde es de los pocos que ofrece sombra. Es lindo, frondoso, de un verde brillante...”.

En un cuento de los hermanos Grimm la reina malvada, disfrazada de granjera, le regala una manzana envenenada a Blancanieves, para que duerma eternamente. Y me encantaría imaginar que se trataba simplemente del fruto de la Hippomane mancinella, una manzanita verde y esféricamente perfecta que abunda en la zona árida de Galápagos, así como también en el Litoral ecuatoriano.

Pero tal cuento de hadas no debería incluir al manzanillo, porque esta especie es nativa de la Florida, Bahamas, Centro y Sudamérica (no de la tierra de los Grimm), a pesar de que se trata de uno de los árboles más venenosos del mundo.

El manzanillo puede alcanzar hasta 15 metros de altura, de tronco gris y hojas brillantes verdes, con pequeñas flores igualmente verdosas. A pesar de tener un fruto venenoso, los árboles sirven para estabilizar las playas, son grandes rompevientos y sus raíces ayudan a prevenir la erosión de la arena.

El manzanillo contiene toxinas, de las que muchas no han sido identificadas todavía. Su savia posee phorbol, y otros irritantes de la piel, que producen dermatitis alérgica. No es aconsejable pararse bajo uno durante la lluvia, puede causar heridas al mínimo contacto (una gota de agua mezclada con su sustancia lechosa). También puede producir ceguera si el humo de su combustión alcanza los ojos.

Los indios caribes usaban la savia del manzanillo para envenenar sus flechas, y amarraban a sus enemigos al tronco, asegurándoles una muerte lenta y dolorosa. También envenenaban las aguas de los adversarios con sus hojas.

Una vez que el nuevo y el viejo mundo se encontraron, la mancinella o manzanillo pasó a ocupar el imaginario universal. Es mencionado por Flaubert en su novela Madame Bovary, por Steinbeck en su novela La perla, e incluso en una ópera, LÁfricaine, donde la heroína muere inhalando el perfume de las venenosas flores. Y, sin embargo, no es la manzana de Blancanieves; parece que en la leyenda en que se inspiraran los Grimm, la reina había sumergido la manzana en zumo de belladona (Atropa belladona), una planta nativa de Europa, de la familia Solanácea, de la clásica farmacopea de las “hierbas de brujas” que todavía se utilizan en medicina.

Volviendo al manzanillo, este pertenece a la familia de las Euphorbias, con más de 2.000 especies descritas, que se caracteriza por savias acres y lechosas, que pueden ser irritantes para la piel. Muchas euforbias han sido utilizadas como medicinales, por los principios activos asociados a su látex, como el látex de Euphorbia resinífera que se empleaba en pintura de cascos de barcos, ya que su fuerte toxicidad evitaba el crecimiento de especies sésiles.

En Galápagos se dan esporádicos casos de niños que ingresan al hospital por haber ingerido el fruto del manzanillo, o con irritaciones en la piel por contacto con su savia. No conozco de ningún caso de muerte.

El árbol está distribuido en la zona árida de todo el archipiélago, donde es de los pocos que ofrece sombra. Es lindo, frondoso, de un verde brillante, por tanto, bastante atractivo.

Por eso es importante aprender a reconocerlo, disfrutar de sus bondades, como protector contra la erosión, pero manteniendo distancias prudenciales. Y, sin embargo, las tortugas gigantes ingestan con alegría sus frutos, y no les pasa absolutamente nada. (O)

nalutagle@yahoo.com

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