Cangrejo criminal: Incidente en Galápagos

Por Paula Tagle
20 de Noviembre de 2016

“La sayapa no perdía su tiempo, lo inmovilizó, lo sacudió, y rápidamente lo llevó a un agujero oscuro bajo las rocas. Walter alcanzó a tomar fotos de toda esta secuencia”.

“Más que sea que me ahorque un cangrejo criminal”, recita la canción de Héctor Napolitano, conocido músico ecuatoriano, autor de célebres composiciones sobre las islas, con gran sentido del humor. Pareciera imposible figurar tal posibilidad, sobre todo cuando observamos a las dulces sayapas, que son los cangrejos de la zona de entre mareas de Galápagos (nombre científico Grapsus grapsus).

Estas criaturas salpican de rojo y naranja las lavas del archipiélago. Sigilosas se movilizan de lado, apoyándose ligeramente en las uñas; son rápidas (muy difíciles de capturar), saltan pozas como si volaran por el aire o caminaran sobre el agua. Usan las tenazas para raspar la roca y obtener cada pedacito de alga posible. También se las ha observado en aparente comportamiento simbiótico con iguanas marinas, limpiándolas de garrapatas.

Las sayapas pertenecen a la lista de especies favoritas de los visitantes, de las pocas de tonalidades vivas y brillantes en las Islas Encantadas. Se producen camisetas, cuadros, figuras de balsa, una completa parafernalia inspirada en las pintorescas sayapas.

En inglés se las conoce con el nombre común de sally light-foot crabs, porque, según cuenta la leyenda, había una bailarina jamaiquina que bailaba sobre las mesas de un cabaré, siempre vestida con zapatos rojos, mujer de pies ligeros, vida ligera.

Y así se los ve, muy ágiles, correteando por las piscinas de entre marea, empecinadas en buscar su alimento, en grupo o solitarias. Pueden tener hasta 8 centímetros de diámetro, 5 pares de patas y viven sobre el límite de la espuma del mar. Se distribuyen a lo largo de la costa Pacífica desde México hasta el norte del Perú y también en la costa atlántica de Sudamérica.

¿Y qué sobre el cangrejo criminal? Una tarde de julio de 2016, el naturalista y fotógrafo Walter Pérez caminaba por el litoral de Puerto Egas, en la isla San Salvador. Se dirigía a su grupo, de espaldas a la toba volcánica mojada por el mar. Les explicaba un poco sobre la geología de las islas y la formación de ese tipo de roca. Pero los pasajeros no parecían prestarle atención. Hasta que finalmente uno se animó a preguntarle: “¿Walter, los cangrejos comen pájaros?”. A lo que Walter, muy educadamente, respondió que jamás se había observado tal comportamiento, controlando la risa ante una pregunta tan descabellada.

“¿Entonces qué está haciendo esa sayapa?”, cuestionaron al unísono sus huéspedes. Al voltearse, Walter vio, en efecto, cómo un Grapsus grapsus le hacía “una llave” (como me describiera el mismo Walter días después) a las alas de tun canario María, que sin entender nada agitaba desesperado las patas.

La sayapa no perdía su tiempo, lo inmovilizó, lo sacudió, y rápidamente lo llevó a un agujero oscuro bajo las rocas. Walter alcanzó a tomar fotos de toda esta secuencia, mientras él y sus pasajeros observaban atónitos cada detalle. Seguramente bajo la toba, y “ahorcado”, el pajarito, especie nativa de las islas Galápagos, se convertiría en el banquete vespertino de su captor, la “sayapa criminal”.

Sabía de cangrejos alimentándose como carroñeros, incluso en alguna ocasión comiéndose una lagartija despistada. Cangrejos ingiriendo pececitos de entre mareas, pero de sayapas “ahorcando” dulce canarios, nunca había escuchado.

Así que lo de “que me ahorque un cangrejo criminal” no suena tan absurdo, al menos, fue el crudo final de un desdichado canario María de Puerto Egas. (O)

nalutagle@yahoo.com

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