Por qué Snapchat encanta a sus hijos

29 de Noviembre de 2015
Rachel Simmons | The New York Times

Esta app para celulares es conocida como “la red social efímera”, pues el contenido se comparte por tiempo limitado: máximo 10 segundos.

En la foto que apareció en mi teléfono, el pelo de la chica era un remolino. Los ojos estaban cargados de sueño y no sonreía a la cámara. Aún estaba en la cama, las sábanas alborotadas. No era una toma glamorosa.

Esa es una imagen que no sobrevivirá a la implacable atmósfera de Instagram, donde siempre circulan los más inmaculados y filtrados selfies. No, esto es Snapchat, una mirada a la vida adolescente, que es chocantemente auténtica como pasajera. Diez segundos después de que la foto apareciera, se desvaneció de mi pantalla.

Snapchat es la app que deja a sus usuarios compartir fotos o videos que desaparecen luego. Si las aplicaciones fueran chicos en edad colegial, Snapchat estaría instalado en el centro de la cafetería. Sus 100 millones de usuarios leales y activos al día son en su mayor parte adolescentes y mileniales. Un 38% de los adolescentes norteamericanos lo usan (en Irlanda llega al 52%).

Como hacen los niños ‘cool’, Snapchat dejó una sombría primera impresión en los padres, ganándose la reputación de “esa cosa donde los niños mandan fotos de desnudos que desaparecen”. Pero como investigadora que estudia juventud y redes sociales, sé que cada app posee una capacidad propia para hacer daño, y que la historia siempre va más allá.

De hecho, estoy aquí para expresar mi amor a la descarnada realidad de Snapchat, y la semana pasada, investigadores de la Universidad de Michigan se unieron: un nuevo estudio de futuros bachilleres encontró que el uso de Snapchat permitía predecir entre los estudiantes más buen humor y disfrute social que visitar Facebook.

No me emociono fácilmente. He pasado años haciéndole caras a plataformas visuales como Instagram y Facebook, que presionan a los adolescentes a fingir una vida perfecta, incluso cuando están desesperados. Snapchat, por contraste, ofrece a los usuarios pocas opciones para embellecer un post. Sus contados filtros son: añade hora, velocidad o un sello de ubicación, haz un dibujo con los dedos o pon un pie de foto. Y solo pueden ser pegados, como un sticker, sobre lo que ya es. El mensaje de los creadores parece ser: documenta tu vida, no a ti mismo.

Los videos son grabados descuidadamente en ambientes oscuros, con imágenes temblorosas provocadas por manos distraídas. La corta vida de estas imágenes deja a los adolescentes abandonar la necesidad de emular las poses de las celebridades o de representar la vida como más fabulosa de lo que realmente es. En un video, un atleta escolar se sienta en silencio con una bolsa de hielo en el hombro. En otra, una chica de educación básica hace un paneo de sus compañeras de almuerzo. Cuando la cámara se detiene en la última chica, esta abre la boca y derrama montones de zanahoria. Sus amigas se caen de los asientos, riendo.

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Sin comentarios

La mayoría de las plataformas visuales convierten los comentarios de los amigos como el centro de la experiencia. La vida en Instagram, por ejemplo, se trata de anotar corazones y de compartir cosas creativas. Muchos usuarios ven esos signos de aprobación como un barómetro de popularidad e incluso de valor personal, y por eso borran aquellas publicaciones que no han captado suficiente atención.

Para los preadolescentes y aquellos en los primeros años de la adolescencia, el deseo de agradar es tan poderoso que muchos publican contenido diseñado solo para recolectar ‘likes’. Los populares ‘te califico por un like’ ofrece ubicar a los amigos en una categoría a cambio de signos de aprobación. Existen estrellas del Instagram, con cientos de miles de seguidores que observan lo que parecen ser vidas perfectas.

No es así con Snapchat, donde la participación de la audiencia es mínima. No hay botón para gustar de nada y no hay reglas de reciprocidad. Los usuarios tienen dos opciones: compartir una historia, para lo cual la app hace una presentación con el contenido de las últimas 24 horas, o compartir algo directamente con una persona o grupo a elegir. Se puede saber quién vio tu historia, pero nadie puede dejar comentarios. Eso significa pasar más tiempo compartiendo y viendo, y menos horas preocupándose sobre a quién le gustó y a quién no.

Cuando las redes sociales empezaron a publicar números de amigos y seguidores, la sensación de inseguridad entre los adolescentes alcanzó nuevas alturas. Maestros como Danah Boyd, de la Universidad de Nueva York, señalaron que hacer de la amistad un objeto público y tangible también la convertía en una fuente de comparación y competición. ¿Por qué él tiene 450 amigos y yo solo tengo 300? ¿Por qué le dan todos esos ‘likes’, pero yo solo tengo estos?

En Snapchat es imposible ver cuántos amigos tiene otro usuario ni cuántos tiene uno (sí se puede ver el número total de ‘snaps’ que los usuarios han enviado y recibido). En enero, Snapchat incluso quitó la opción que permitía ver a los ‘mejores amigos’ (aquellos con los que se intercambian más mensajes) de otros usuarios. “Snapchat no es sobre cuántos seguidores tienes”, dijo el artista de la aplicación, Evan Garber, 27, una de las pocas personas que se gana la vida con ella, durante una entrevista. “No se trata de cuántos ‘me gusta’ o comentarios. Es más la interacción real que tienes con aquellos que te siguen”. Garber crea ilustraciones, a veces con espónsor, en Snapchat.

En Facebook e Instagram, la visibilidad de la cantidad de amigos a menudo inicia una carrera para ver quién puede acaparar más. En estas plataformas también es fácil seguir gente a la que no se conoce en persona. En Snapchat, la amistad es un asunto refrescantemente íntimo. Se requiere alguna relación previa: el número de celular, su nombre único de usuario o estar juntos en persona para escanear su código. Para padres que se sienten incómodos con que sus hijos agreguen a desconocidos, esta es una función bienvenida.

Sin emoticones

Muchos adolescentes usan Snapchat como un sustituto de los mensajes de texto, pero esto lleva el chat a un nuevo nivel. Los emojis pueden apenas infundir sentimientos básicos en un mensaje, pero en Snapchat, puedes enviar un face text’, combinando un selfie con palabras. Esto hace que las conversaciones sean más conectivas y emocionales, como me dijo un adolescente.

Por supuesto, Snapchat no es a prueba de todo. Ninguna app lo es. Puede ser usada como un vehículo de crueldad o FOMO, acrónimo del miedo a ser excluido, que todavía aflige a los usuarios. Seguro que se ven instantáneas de un evento al que no se fue invitado, como Imani (19) me contó: “Te sientes excluido, pero al poco rato (la foto) desaparece. No te puedes sentar a contemplarla toda la noche mientras te sientes mal”. Tal vez no todo lo que se envíe desaparezca para siempre. Los que reciben el mensaje pueden hacer una captura de pantalla, guardándola en sus teléfonos (Snapchat notifica al usuario cuando alguien hace esto).

Aún así, le estoy dando a esta app una oportunidad. Espero que otros padres lo hagan. Hablen con su adolescente sobre Snapchat y puede que descubran que detrás de la app hay un lugar que está desafiando algunas normas destructivas de la vida en línea, y haciendo de internet un lugar más auténtico para encontrarse.

Aún así, concluye el estudio de la Uuniversidad de Michigan, la forma de interacción más gratificante sigue siendo la comunicación cara a cara. (F)

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