Narcisismo en redes sociales

13 de Diciembre de 2015

El realce de la imagen personal y la posibilidad de construir identidades fabricadas en Facebook y Twitter despiertan el narciso de los usuarios, dicen especialistas.

Si hay una escala del narcisismo, habría que pensarla como un espectro en el que hay que evitar los extremos, dice el psicoterapeuta Craig Malkin, autor de Rethinking Narcissism (Repensando el narcisismo), para quien cierta dosis de autoadmiración “es buena, incluso vital”, para tener vidas felices, realizadas y productivas”.

El autor opina que la creatividad, el liderazgo y la autoestima “están asociadas con la sensación de que uno es mejor que el promedio. Es parte de un antiguo dilema: ¿cuánto deberíamos amarnos a nosotros mismos y cuánto a los otros?”.

Su colega Joseph Burgo, escritor de The Narcissist You Know (El narcisista que usted conoce), es más radical y afirma que el 5% de la población, aunque no pueda ser diagnosticada con desorden narcisista, puede volverse insoportable para sus conocidos.

La pasión por la imagen

La tecnología ha instalado (para usar un lenguaje digital) nuevos hábitos y comportamientos en nosotros, afirma la psicóloga clínica Glenda Pinto Guevara.

Ella menciona que los espacios de comunicación virtual han servido para que los usuarios muestren “esa faceta de amor propio, que muchos quizás nunca creyeron tener”. La experiencia, dice Pinto, hace pensar que los narcisistas virtuales no nacen, sino que Facebook, Twitter e Instagram los crean.

“Admitámoslo, nos gusta que reconozcan nuestra valía, que nos digan lo buenos que somos haciendo esto o aquello, y en cierto modo es necesario, siempre viene bien un poco de amor propio para reforzar nuestra autoestima”, indica Pinto, en consonancia con Malkin.

Sin embargo, las redes sociales pueden desatar ‘autopasiones’, señala Pinto, que impiden ver la realidad. “Así nacen fenómenos como el ‘egoblogger’, esa proliferación de blogs sobre tendencias de moda y consejos de estilo, generalmente a cargo de mujeres que se fotografían a sí mismas, con su look del día”.

Esas personas se convierten en referentes de la moda, y ese no es el problema, sino los cambios en la personalidad. “El articulista John Baldoni refleja acertadamente esta situación: No pasa nada si la gente piensa que eres dios, el problema viene cuando empiezas a creértelo”.

Pinto sostiene que no es coincidencia que selfi, la palabra de origen inglés para autofoto, se parezca mucho a selfish (egoísta). La urgencia de fotografiar y compartir está basada, a decir de la psicóloga, “en una moda social caracterizada por la idea de que solo existe lo que está en los medios, y que solo es relevante aquello que recibe la aprobación de los demás”. Por eso la preocupación por cuántos Me Gusta o Retweets va a recibir la foto en cuestión.

Lo que se evidencia

Pinto dice que al exponerse reiteradamente, se expresan carencias de orden afectivo. “Se exhibe solo lo que se quiere, se construye una identidad que se pone a consideración de los demás, para recibir retroalimentación y ser validada. Eso sugiere algo más allá de lo frívolo: soledad, inseguridad”, aunque también hay vanidad.

La psicóloga clínica Liliam Cubillos explica que la identidad que ofertan las redes viene, como cualquier producto, en paquetes, “en la medida en que cumplamos con sus referentes (seguidores, pulgares, corazones), que son los termómetros del éxito y de la realización personal”.

Pinto estima que quienes buscan este tipo de atención suelen tener relaciones más superficiales y un débil sentido de la intimidad.

Hay que reconocer, dice esta psicóloga, que para los nativos digitales  (nacidos a partir de 1980),  el concepto de amistad e intimidad ya no implica necesariamente presencia física. Sin embargo, las redes sociales no solo ocupan a la población juvenil, sino a los adultos, independientemente del estado civil o el rango de edad.

Promoción impersonal

Para Liliam Cubillos, en el afán de mostrarse se revela un dominio de la impulsividad sobre la reflexión, “sin imaginar el riesgo que corremos”. Ella pide recordar antes de cada publicación que “todo lo que subimos a las redes automáticamente les pertenece a ellas y deja de ser privado”.

“Vivimos en un dilema paradojal”, continúa, “pues al mismo tiempo que necesitamos compartir cada momento de nuestras vidas en un medio público cibernético sobre el cual no tenemos ningún control, dejamos el contacto con nuestros círculos más cercanos; afirmamos que ellos son lo más importante, pero aunque estemos físicamente presentes, los excluimos porque estamos ocupados digitalizando nuestros intensos deseos de comunicación, aprobación y aceptación”.

Ella considera que esa insaciable sed de comunión es a causa de la exclusión y disociación con los seres queridos, “por el afán de notoriedad y deslumbramiento que necesitamos para sostener nuestra pobreza interior”.

No todas las redes son iguales

Para diferenciar a dos de las más populares, la psicóloga Glenda Pinto propone pensar en Facebook como un espejo y Twitter como un megáfono social.

Y para no ver a todas las redes como espacios potencialmente negativos, Cubillos comparte una clasificación del investigador de tecnología y educación Manuel Área Moreira, en la que se distinguen las redes de masas (Facebook, Twitter, Instagram) de las redes abiertas (YouTube, Flickr, SlideShare), en las que se comparten archivos en distintos formatos, y de las redes temáticas, que permiten a los usuarios crear sus propias comunidades de aprendizaje (Ning, Elgg, SocialGo). (D.V.) (F)

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