El dinero como premio
¿Es bueno regalarles dinero a niños y adolescentes? Los padres tienden a darlo cuando hay celebraciones especiales.
La tendencia es cada vez más común: cuando se avecina una gran celebración, uno muchas veces prefiere regalar dinero para que el agasajado se compre lo que más le guste en lugar de recibir un objeto con el que quizás no sabrá qué hacer. ¿Cómo es cuando el obsequiado es un niño o un adolescente?
Se aproxima la fecha de la comunión, del cumpleaños de 15 o del fin de la escuela secundaria y la abuela viene con una sonrisa generosa y dice: “Esto es para ti”, y entrega un sobrecito lleno de dinero. Los tíos se suman. Algunos amigos de la familia también, y de pronto el monto no es tan menor.
¿Qué deberían hacer los padres? ¿Dejar que sus hijos gasten una parte y retener el resto para más adelante? Hay algunos que lo hacen, sobre todo cuando sus hijos aún son niños, pero les genera un conflicto moral, porque en realidad el dinero es para que los niños lo disfruten y hagan lo que quieran. ¿Pero qué hay si los jóvenes se gastan todo en salidas o en una tonelada de dulces?
Lo mejor es que los padres lo conversen entre sí y luego con el pequeño para aconsejarlo en el gasto. ¿Qué le gustaría? ¿Tal vez un MP3? ¿Una excursión a la naturaleza para ver animales que nunca han visto? Con ese tipo de preguntas se puede ir recomendando para que el niño realmente haga una experiencia que le deje algo especial.
No se trata de inducir deseos, sino de enseñarles a los niños y adolescentes a tomar decisiones, a pensar de algún modo qué les sirve a mediano plazo o qué sería más bien efímero. En este sentido, los regalos de dinero forman parte de un aprendizaje, porque, por un lado, sirven para que los jóvenes comiencen a pensar en cómo invertir mejor lo que tienen y, por otro, a sopesar las distintas “calidades” de lo que desean. Es decir, es un componente más del proceso de independización.
Un problema muy habitual a esa edad es la comparación permanente con otros. “¿Tengo lo mismo que los demás?”. “¿Si me comprara tal cosa, sería tan hermosa como mi compañera de banco?”. “Si todos salen a hacer una excursión costosa por el río, yo también quiero, y odiaría a mi familia si no me regalara ese dinero en este cumpleaños”... Ese parámetro de conducta en la adolescencia es muy común.
Lo fundamental es hacer todo lo posible para que en los grupos no surja una “envidia social”, es decir, una envidia o irritación por los distintos niveles de vida de cada adolescente. No es un tema sencillo, pero es algo que se puede ir trabajando desde que los niños son pequeños, enseñándoles a compartir y a no poner el foco en lo que tienen o no tienen sus compañeros.
¿Considera al dinero como premio para su hijo/a? Coméntenos
Esa concientización hay que trabajarla no solo dentro de las familias que “no tienen tanto”, sino también justamente en aquellos senos familiares que lo tienen todo. Es bueno que los jóvenes que tienen mucho aprendan a desprenderse de las cosas, a regalar o a compartir, a ver que lo principal no es poder hacer algo, sino hacerlo junto con otros. ¿De qué le serviría a una niña salir todos los fines de semana a cabalgar si lo hace permanentemente sola?
Regalar o compartir parte de los obsequios que uno recibe va formando a los jóvenes, y en ese sentido también es muy recomendable que los padres aprovechen las oportunidades que dan las grandes celebraciones para instalar estos comportamientos. Si el niño que recibe dinero para la comunión elige hacer una excursión a una reserva de animales, se le puede sugerir que invite a un amiguito, por ejemplo.
También se puede ir un paso más allá e incentivar las decisiones grupales: ¿Por qué no elegir una excursión que pueda hacer todo el grupo y que el grupo financie en conjunto a una persona que de otro modo no podría participar? ¿O qué tal sería si todos los que recibieron dinero donaran una parte a algún proyecto con el que estuvieron trabajando en la escuela?
Desde esta perspectiva, los regalos de dinero que se les hacen a los jóvenes no están nada mal. Son una oportunidad para crecer, para aprender a cumplir sus deseos sin dejar de respaldar a otros. (F)