Disgrafia: Más que mala letra

12 de Junio de 2016

Tanto esta dificultad del aprendizaje como la discalculia, que afecta el área de las matemáticas, pueden evitarse antes de que se manifiesten; el mejor momento es la etapa de la educación inicial.

No todos los niños se desempeñan de manera uniforme en la vida escolar. Algunos de ellos, al quedarse atrás en relación con sus compañeros, pueden ser calificados como vagos, perezosos, “a los que no les gusta escribir”, describe el psicopedagogo George Ronquillo, del área infantil y juvenil del Instituto de Neurociencias.

Lo que puede suceder, en realidad, es que presenten disgrafia, “un trastorno específico del desarrollo del aprendizaje que afecta la escritura, y que aparece en forma de mala letra”, explica Ronquillo. No se debe a falta de cooperación o de inteligencia del niño, sino que “las causas están relacionadas con dos factores: dificultades en la memoria, percepción y discriminación visual, así como problemas de motricidad fina e inmadurez visomotora”.

Ronquillo explica que solo se puede diagnosticar después de los 7 años, cuando se espera que el niño empiece a dominar la letra manuscrita, y en vez de eso, manifiesta rechazo, torpeza y lentitud al escribir, se queja de dolor en la mano (lo cual es real, dice Ronquillo) y generalmente a esta edad y a partir del problema se hace por primera vez una evaluación psicopedagógica y un perfil psicométrico.

El tratamiento depende del grado de la disgrafia. Si es de leve a moderado, puede extenderse de 6 a 8 meses. Se enfoca en ayudar al niño a desarrollar la orientación temporal y espacial, el esquema corporal, la noción y sensopercepción, la discriminación visual, la coordinación motora fina, la coordinación visomotora y la escritura de palabras.

Aquí incide positivamente que la valoración sea temprana, no al iniciar la educación básica, sino en la etapa inicial o preescolar, cuando es posible encontrar deficiencias en alguno de los aspectos recién mencionados y trabajar en corregirlos para que no aparezcan en forma de disgrafia en la primaria.

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“Odio las matemáticas”

Otro obstáculo común es la discalculia, que afecta la comprensión aritmética, conceptos básicos como la suma, la resta, la división, y más abstractos como álgebra o geometría.

“Por ejemplo si el estudiante no sabe cuál es la izquierda ni la derecha, a la hora de la suma se confunde, pues tiene un problema de lateralidad; también se presenta un problema de orientación espacial, que impide hacer la suma de arriba hacia abajo, dice Ronquillo, quien recuerda los problemas que tuvo la concursante de un reality en Guatemala; durante una de las pruebas, la joven empezó una suma por la izquierda, y se convirtió en motivo de burla (el video se viralizó en redes) y recibió calificativos como ‘bruta’.

El valor del aprestamiento

Por eso, Ronquillo recalca la importancia de la etapa de aprestamiento escolar o educación inicial (maternal, prekínder), entre los 2 y 3 años, pues permite identificar con prontitud posibles trastornos de aprendizaje e iniciar un proceso que evite que el niño llegue a los años de educación básica en desventaja.

La incidencia es alta. El especialista afirma que en el Instituto de Neurociencias “cada psicopedagogo atiende entre 17 y 19 pacientes con dificultades de aprendizaje, y de ellos, el 50% tienen este problema; la mayoría presenta un factor en común: una deficiente etapa de aprestamiento escolar”.

Mientras más tardío sea el diagnóstico, es probable que mayor sea el daño para la autoestima de los niños, que pueden verlo como un retroceso al tener que emprender tareas de ‘niños pequeños’, como el rasgado de papel. “Por lo tanto, una primera medida es afrontar la dificultad como equipo, que ellos se perciban como partícipes de una estrategia orientada a superar el problema escolar. Y es muy importante que, dependiendo del caso, exista la evaluación y tratamiento de especialistas en psicopedagogía”, sostiene Ronquillo, pues algunos niños, al compararse con sus compañeros y recibir comentarios negativos de sus educadores o sus padres, pueden presentar signos de ansiedad y depresión.

Casi todos los problemas de aprendizaje, considera el especialista, parten de una deficiente fase preescolar, “un periodo base en el que el cerebro está en su máximo desarrollo; el rasgar, corrugar, colorear, picar, entre otras actividades, les ayudan a fortalecer destrezas psicomotrices”.

La etapa de mayor crecimiento

Para la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la niñez temprana (en la que entra el aprestamiento) abarca desde el nacimiento hasta los 8 años, y la define como “un tiempo de notable crecimiento cerebral, la base para el desarrollo posterior”, y pone énfasis en el desarrollo integral, con atención a sus necesidades sociales, emocionales, cognitivas y físicas, para establecer un fundamento sólido y amplio que garantice bienestar y aprendizaje de por vida.

En el reporte Cuidado y la educación en la niñez temprana en Latinoamérica y el Caribe, la Unesco admite que los países de habla hispana de esta región muestran tendencia a enfatizar la preescolaridad y verla como una etapa en sí misma, la experiencia educacional más importante para una persona, que pone la base para todas las otras instancias de aprendizaje.

Sin embargo, nota un desbalance en la educación entre los diferentes grupos de edad y en la modalidad, dependencia y recursos empleados. “Los programas dirigidos a niños menores de 3 años a menudo tienen un componente educacional más débil, compuesto en su mayor parte en acciones de cuidado, mientras que para los niños mayores de 3 hay más énfasis en el marco curricular, lo que indica un manejo instrumentalista, basado en lo académico, que debe ser superado”. (D. V.) (F)

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