El origen de la autoestima

Por Lenín E. Salmon
04 de Enero de 2015

Todos sabemos que la autoestima es la percepción de cuánto valemos y cuán competentes somos en nuestra interacción con el mundo que nos rodea, y sentimos satisfacción cuando esta valoración es positiva. Tener baja la autoestima nos hace sentir en inferioridad de condiciones, como si sufriéramos de una discapacidad social. Siendo una parte tan importante de la personalidad deberíamos tener muy claro cómo es que se configura, qué podemos hacer para mantenerla y fortalecerla, cómo podemos protegerla de daños, o impedir su deterioro.

No es algo sencillo. Para empezar, no es algo que se aprende o que llega automáticamente con la edad (como la pubertad). Es algo que se desarrolla desde muy temprano en la vida de un niño, aun antes de poder hablar. Es la manera en la que siente la presencia y protección de sus padres al ser abrazado o acariciado, o el sentir que es atendido cuando quiere expresar una necesidad o satisfacer una curiosidad. Es cuando comienza a darse cuenta de que su presencia es importante para su entorno íntimo, y que tiene derecho a ser feliz. Los padres ayudan a eliminar obstáculos para que el niño incremente su autoconfianza, ya sea celebrando cada logro o sirviendo de ejemplos a emular en futuras actuaciones.

Estas interacciones son precursoras del autorrespeto, la noción de que uno tiene un valor, un nombre y un espacio que, sin hacerlo sentir superior a los demás, definitivamente no lo hace sentirse menos. Este respeto hacia nosotros mismos nos hace actuar de acuerdo a conceptos morales e ideales humanistas que nos proporcionan una estructura de firmeza y seguridad en nuestro accionar con nuestro entorno. Autoestima es lo que sentimos al funcionar de tal manera. Por esto es tan importante que el niño crezca en un ambiente seguro y estimulante. Cuando el niño es ignorado, minimizado o estigmatizado por padres que vuelcan sobre él sus propias limitaciones y complejos, este buscará subordinarse y complacer a otras voluntades, usualmente en perjuicio propio, porque no tendría ningún valor qué defender. Tendría perdida la pelea con la vida antes de empezarla. (O)

salmonlenin@yahoo.com

  Deja tu comentario