El matrimonio moderno

Por Lenín E. Salmon
05 de Noviembre de 2017

El matrimonio moderno, sin haber perdido sus bases tradicionales, ha tenido que adaptarse a un nuevo formato que demanda mucha atención y esfuerzo de los protagonistas y sus hijos. Para empezar, la pareja promedio en nuestros días tiene que manejarse simultáneamente en varios frentes, todos importantes: el hogar propiamente dicho, el trabajo (muchas veces de ambos), la influencia de las redes sociales, las múltiples actividades de los hijos, entre las más salientes. Esto ha causado que el radio de acción de la pareja, tanto en intensidad como en contacto con otras personas, haya aumentado significativamente. No llama la atención que cada uno tenga, aparte de su grupo básico de amigos, varios otros grupos (chat, gimnasio, deportes, colegio de los hijos, trabajo). En muchos casos el trabajo ya no es estar en un escritorio sino salir a buscar al cliente, almorzar con ellos, viajar, asistir a congresos, seminarios, y no hay diferencia entre si lo hace un hombre o una mujer.

El punto central es que la vida actual, aparte de ser estresante por su ritmo acelerado, pone a cada miembro de la pareja en contacto con mucha gente en una variedad de escenarios en los que la cercanía personal, si no se la limita, puede crear situaciones que pueden afectar la relación conyugal. Crear empatía con compañeros de trabajo, o de deportes, o de iglesia, por ejemplo, es positivo; tratar temas personales o maritales con alguien del otro sexo, en donde sea, es un paso en la dirección equivocada. Una regla no escrita dice que no hay que hacer nada estando solo que no se pueda hacer estando su pareja presente. El celular, indispensable en la vida actual, puede convertirse en un precursor de la infidelidad, emocional o física, si se lo utiliza para intercambiar mensajes que pueden violar los límites apropiados para la clase de relación que debe existir con esa persona (¿Compartiría dichos mensajes con su pareja? ¿Se los permitiría a ella?). El libre acceso al celular sería lo ideal.

La modernidad no ha cambiado las reglas de juego, pero vivimos en una sociedad más competitiva y agresiva, con muchos nuevos integrantes. Navegar en aguas no tan conocidas requiere que haya dos timoneles en continua comunicación, indispensable para no distraerse del rumbo. (O) salmonlenin@yahoo.com

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