Construir el espíritu crítico

01 de Enero de 2017

Todo lo que percibimos puede ser objeto de cuestionamiento si sabemos mantener un equilibrio entre razón y emoción, responsabilidad y libertad.

Cada uno mira el mundo a través de lentes que, dependiendo de los filtros personales, agigantan o minimizan. De acuerdo a esas visiones, reaccionamos. Las convicciones son uno de esos filtros. La autoestima es otro. “En palabras de Paul Watzlawick, cada uno continuamente inventa la propia realidad percibida”, explica el psicoterapeuta Sergio Paz.

Actualmente, las neurociencias resaltan tres elementos (la tríada psicológica) que sirven como contrapesos mentales en el ejercicio del espíritu crítico: la razón (conocimiento) y la intuición (emoción), más la prueba de la realidad (acción) que valida las anteriores, indica Paz. No basta con tener la capacidad de hacer un análisis crítico de las situaciones; hace falta saber gestionar las emociones discordantes. “Escuchar nuestras sensaciones, internas y externas, y pasarlas después por el tamiz de la prueba correcta y de la reflexión”.

Críticos, no criticones

“El espíritu crítico es la capacidad del ser humano de cuestionar principios, normas y valores que se le ofrecen en el entorno en el que se desenvuelve, siendo capaz de formarse un criterio propio que le permita tomar sus propias decisiones”, dice la psicóloga clínica Liliam Cubillos, citando los postulados de Moderna, un proyecto de orientación familiar del Gobierno de Navarra, España.

El modelo educativo postula tres actividades fundamentales: contrastar datos e información, consultar diversas fuentes y profundizar en los hechos; lo contrario a ‘ser criticón’.

“Si consideramos lo expuesto por el modelo Moderna, el ser criticón se situaría en el polo opuesto de un espíritu crítico”, aclara Cubillos, “pues la persona que tiende a criticar de manera impulsiva no transita por esas tres actividades, y se deja dominar por un escaso desarrollo de su inteligencia emocional”.

El criticón censura sin regular sus emociones, lo cual viene a ser la otra cara de la moneda del espíritu crítico, añade Paz, y en general “damos muy poca importancia a la gestión del miedo y de las emociones”, poniendo toda la carga en el análisis racional y la toma de decisiones.

El espíritu crítico no es incompatible con la discreción. “Quien fue estimulado y retroalimentado en la construcción de criterios tendrá la capacidad de ser discreto”, establece Cubillos, “actuar de manera oportuna y pertinente y filtrar cuándo, cómo, dónde y qué opiniones aportar, sostener argumentar, contraargumentar y discrepar”. Paz, por su parte, asegura que la discreción es precisamente uno de los frutos del espíritu crítico, “que resalta la sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar”.

Un rasgo de nuestra cultura ecuatoriana es tener miedo a expresarse, tener miedo a contradecir, a argumentar, a ser burlado en su opinión, a disentir, por los mecanismos represivos instalados institucionalmente”.
Liliam Cubillos

Más que una aptitud innata

No se trata solo de tener predisposición o haber nacido con más agudeza que el resto. Cubillos estima importante saber si los escenarios en que el niño y el joven se están desarrollando les generan o no “espacios de retroalimentación transformadora y de constante crecimiento”, o al contrario, “procesos de retroalimentación negativa que producen baja autoestima”. Estos espacios ocurren en el entorno familiar, escolar y universitario, sumados a las múltiples o escasas oportunidades de experiencias por superar o solucionar.

Es preponderante trabajar en lo emocional, asegura Cubillos, “pues un rasgo de nuestra cultura ecuatoriana es tener miedo a expresarse, tener miedo a contradecir, a argumentar, a ser burlado en su opinión, a disentir, pues los mecanismos represivos instalados institucionalmente han ido creando una mordaza sutil en la capacidad de expresión de los sentires y pensares”.

La juventud es la época de la vida asociada con la inconformidad. Sin embargo, a decir de Cubillos, el miedo a expresarse y a las consecuencias se evidencian mucho en los adultos jóvenes, quienes tienen “miedo a no aprobar un semestre, a no ser aceptados, ser despedidos del trabajo, perder un vínculo sentimental o filial; sembramos el miedo como la semilla que luego cosecha pasividad, indiferencia, silencio, desinformación, sometimiento”.

¿Cómo ayudar a una persona en formación a desarrollar un espíritu crítico? “Somos producto de ese suprasistema que es la sociedad, de un macrosistema que es la escuela, colegio, universidad, y un microsistema que es la familia, donde se construye a partir de estimulación social, pedagógica y de valores”, dice Cubillos, “no podríamos independizar el uno del otro”. La labor de estos tres debería apuntar a concentrar todos los procesos de comunicación y retroalimentación hacia el desarrollo de competencias, y esto implica cubrir cuatro objetivos: saber conocer, saber hacer, saber ser y saber convivir.

En este punto, dice Paz, se evidencia uno de nuestros mayores temores: a la responsabilidad de tomar decisiones importantes; es un enemigo del espíritu crítico junto con la excesiva comodidad. “Los modelos sociales y familiares protectores inducen a evitar responsabilidades personales y a delegar. Cuanto más bienestar garantiza una sociedad a sus miembros, más se acomodan estos a delegar decisiones. Con frecuencia, la reciprocidad entre responsabilidad y libertad suele ignorarse: queremos ser libres, pero no responsables. La función educativa de la familia y la escuela es crucial, y radica en inculcar ambas virtudes”.

Así, continúa Cubillos, “todo lo que produzcamos, desde lo cognitivo, científico, cultural y vivencial debería entrenarnos en poder contrastar, analizar, evaluar y profundizar en nuestros análisis antes de tomar decisiones, acciones u opiniones, desde lo más elemental a lo más complejo: lo personal, interaccional, institucional y político”.

En nuestra sociedad, esta capacidad no se ha desarrollado por completo, insiste Paz, “ya que se ha dejado de lado la educación y la regulación del miedo y otras emociones. El ser humano prefiere lo que resulta más cómodo antes que lo mejor. A la hora de seleccionar entre las mejores opciones, evitamos las más incómodas, dolorosas, amenazantes o difíciles; y lo más sorprendente es que en la mayoría de los casos se da de manera inconsciente”.

¿Quiere empezar a cambiar? Aprenda a jugar con esos dos contrapesos antes de actuar: razón y emociones. (D.V.) (F)

 

ESTAMOS A TIEMPO

¿Entonces es imposible educarse para la crítica siendo adulto? Cubillos opina que es difícil pero no imposible. “Mas es fundamental ir armándolo desde el inicio evolutivo del ser humano”, advierte.

Paz también lo cree posible e igualmente lo describe como un trabajo arduo. “Distintos autores plantean que la corteza prefrontal donde se asienta el juicio, el discernimiento y análisis crítico se termina de desarrollar a los 21 años de edad. Y el principal desafío que tenemos como adultos es corregir los errores que nuestros padres cometieron en nuestra crianza”, señala el psicoterapeuta. En muchos casos, esa rectificación requiere divorciarse emocionalmente de los tutores –también se le dice ‘cortar el cordón’ emocional– para que se haga posible tomar una distancia crítica y actuar.

 

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