El estrés y las niñas que se cortan

Por Lenín E. Salmon
24 de Abril de 2016

La adolescencia es un desafío que no todo niño puede enfrentar con éxito, y los padres tratamos de prepararlos (y prepararnos) para navegar estas aguas difíciles. Lo que no todos sabemos es que el niño no siempre puede entender, peor manejar, la carga emocional producida por sus interacciones con el mundo y el efecto en su autoestima, autoimagen y capacidad para sentir bienestar.

Muchas veces la intensidad de las emociones es tan fuerte y el sentimiento de impotencia tan profundo, que la niña (sucede más en ellas), en su angustia, elige herirse (producirse cortaduras en la piel) para transformar el escenario mental en uno físico, en el cual puede sentir algo de control. También hay niñas que se sienten ‘entumecidas’ emocionalmente y esta es una forma de sentir algo. La mayoría siente algo de alivio (algunas, placer), pero puesto que el problema central no es tratado, la reacción se repetirá. Puede volverse adictiva.

Las heridas inicialmente son superficiales (una raya con un clip de papel en el lado interno del codo o en la muñeca). Con el tiempo pueden utilizar instrumentos más afilados y más peligrosos, hiriéndose otras partes del cuerpo que se puedan ocultar bajo la ropa. No existe intención suicida ni el deseo de llamar la atención: es el clímax de un sentimiento de soledad e impotencia frente a un problema que no puede definir ni enfrentar, y podría ser de cualquier índole.

Hay más incidencia en familias disfuncionales o en aquellas donde los hijos han aprendido a reprimir sus emociones (no ‘se habla’ de los problemas). Cuando los padres lo descubren deben emplear mucho tino para no empeorar la situación. No castigar ni avergonzar, sino escuchar y preguntar qué pueden hacer por ella, cómo ayudarla, validando sus sentimientos. Es muy probable que ella quiera ayuda y no sepa cómo pedirla. (O)

salmonlenin@yahoo.com

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