Mariscos al banquillo: Falta el ojo del dueño

Por Epicuro
18 de Marzo de 2018

“Beatriz Osorio tiene una impecable hoja de vida profesional..., su permanente presencia, su muy especial cuidado, debería garantizar la calidad de ambos restaurantes”.

¿Por qué tanto éxito consigue en Salinas aquel establecimiento mientras que en Guayaquil la aceptación es más bien tibia? La pregunta me corrobora que el público es imprevisible, puede llenar un restaurante una noche, dejarlo desierto un día después. En el caso de Mariscos Azul, a primera vista, me resultó incomprensible, la carta es la misma, el local es encantador, hay facilidad de estacionamiento.

Beatriz Osorio tiene una impecable hoja de vida profesional desde Barandúa Inn, pasando por Frescos, su permanente presencia, su muy especial cuidado, debería garantizar la calidad de ambos restaurantes. En Salinas, es un must, como dicen, una inevitable costumbre, no tiene competencia. La ubicación en la misma playa es un atractivo más, supongo que en Guayaquil el público que acude al mediodía son ejecutivos, personas que laboran en el sector, hay un buen movimiento a la hora del almuerzo.

Pero hay una corriente de clientes que pasa el puente, busca los restaurantes de Samborondón: Bocca, La Torre, Riocentro, La Piazza. La red del buen comer se ha extendido más allá del kilómetro 10,5, me sorprendió ver a tanta gente en el centro comercial Batán, en El Dorado, entre otros tantos, pues en total son como trece o catorce malls, no existe reciprocidad. La gente de Samborondón no pasa el puente para venir a comer en Guayaquil. Urdesa tuvo su época, se volvió el barrio más buscado por los comensales, pero ahora la vida nocturna se fue a otro lado.

La presentación de los platos es en general atractiva, la búsqueda de sabores complementarios como los camarones a l’orange es loable. Estuve allí una día jueves y noté la ausencia casi total de clientes.

Mariscos Azul no es un sitio tan barato, hay que calcular, sin vino, entre $ 50 y $ 60 por persona. Desde luego los cocteles hacen subir la factura. Pagamos $158,83 para tres personas, pero los cocteles representaron $21,75.

Escogí unos tiraditos bien tratados con la debida acidez del limón, acompañados de un sabroso coctel de mariscos y camote. Luego pedimos unas pangoras al gratén bastante decepcionantes. Entiendo que por la falta de rotación, tengan que congelar los crustáceos, razón por la que extrañé los productos absolutamente frescos que ofrece Red Crab.

El plato que me sirvieron se veía algo tosco, tenía como guarnición puré de papas. La salsa bechamel debe ser revisada, mejorada, siendo su receta tan sencilla. Hay que respetar su textura, no debe ser tan espesa. La misma observación haría para los espaguetis servidos con un lomo en salsa de champiñones: carne nacional no tan tierna, salsa de champiñones como una variación sobre el tema de la bechamel. Los scallops gratinados estuvieron muy bien. El personal atiende con la debida gentileza.

Ahora bien, el caso de Salinas se explica por sí solo. El local está ubicado en la playa, al pie del mar, resulta muy fácil abastecerse a diario con peces y mariscos frescos. Podría ser parte de la explicación. La ausencia de doña Beatriz aquella noche en que fuimos puede ser otra parte de la explicación. Teniendo dos restaurantes no puede estar en los dos a la vez.

Esta crítica mía es absolutamente constructiva. Mariscos Azul tiene una hermosa hoja de vida y merece mejorarse en Guayaquil. (O)

epicuro44@gmail.com

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