¿Existe? Gastronomía afrodisiaca

Por Epicuro
15 de Enero de 2012

“El mejor afrodisiaco incluye mutua atracción, ambiente propicio, iluminación adecuada, música insinuante, la botella de champán capaz de suprimir inhibiciones, intensificar el mensaje de los sentidos”.

¿El caldo de bagre, de tronquito, la sopa de criadillas, la sal prieta? Los orientales exaltan las virtudes del ginseng, mas existen muchos supuestos afrodisiacos peligrosos como la mandrágora, la yombina a veces mortal. Fuera de estos ingredientes se prestó una virtud poderosa a centenares de frutas, legumbres o hierbas, sea por su forma insinuante (ostras, banano, zanahoria, pepino, espárragos), sea por su composición química o vitamínica (anís, maní, aguacate, canela, jengibre, regaliz, jalea real).

Todo lo que produce una mayor circulación sanguínea favorece la libido, mas no existe el secreto mágico que todo lo soluciona. Una buena comida otorga  magia a los encuentros especiales.

El mejor afrodisiaco incluye mutua atracción, ambiente propicio, iluminación adecuada, música insinuante, la botella de champán capaz de suprimir inhibiciones, intensificar el mensaje de los sentidos. La proxemia o aproximación física, el contacto de las manos, el roce casual son factores importantes a la hora del amor o del cortejo. Una cena íntima puede volverse mágica no solamente en las películas románticas sino en la vida de los enamorados, novios, esposos.

Leo Ferré, el cantautor, habla de gastronomía del cuerpo, fuente de mil creativas ideas que dejamos al alcance de su imaginación. Se han fabricado interiores comestibles, preservativos y lápices labiales de sabores.

El mejor libro dedicado al erotismo gastronómico fue escrito por Isabel Allende: (“dedico estas divagaciones eróticas a los amantes juguetones y ¿por qué no? también a los hombres asustados, a las mujeres melancólicas”).

En su obra Afrodita mezcla historias de amoríos, recetas de manjares, anécdotas culinarias y sexuales, todo expresado con extrema sensualidad, sutileza, sentido del humor. Algo parecido ocurre en la obra de Laura Esquivel, Como agua para chocolate. Tita, personaje principal, transmite sus sentimientos a la comida y provoca en quien la consume reacciones ocultas o extrovertidas.

El ajenjo (bautizado como hada verde) tuvo su auge a fines del siglo XIX con Verlaine, Arthur Rimbaud, Baudelaire, Van Gogh, pero hubo una época en la que la Lex Cornelia (siglo VI) de Justiniano castigaba la elaboración de manjares incentivadores, pociones  eróticas. El reo culpable de hechizos amorosos podía ser crucificado o arrojado a las fieras.

En realidad la comida es algo simple que tiene como fin la preservación de la raza, luego inventamos subterfugios, adornos, para festejar la vida. Que sea el slow food en el que la paciencia es madre de todas las virtudes, la cocina molecular que luce a veces como una especie de prestidigitación, convirtiendo el ingrediente más simple en un plato de aspecto deslumbrante con sensaciones bucales insólitas mediante gelificación, batidos, espumas, emulsión, uso del nitrógeno líquido.

Cambiar la textura de un ingrediente puede provocar sensaciones  de intenso placer. La mente crea por sí sola el carácter afrodisiaco de una comida. Cada cual se queda con lo que más le perturba, le desquicia, le hace perder la cabeza. Existen orgasmos gastronómicos aunque se pongan de hocico los hipócritas. El solo hecho de cocinar con amor tiene propiedades afrodisiacas, así como los besos con vino y otras fantasías que desafían la rutina de los amantes.

Sugiero el libro de Andrés Madrigal, Placeres de alcoba, compendio de recetas eróticas, El cantar de los cantares, Las mil y una noches, El jardín de los perfumes. Edmundo Rostand escribe: “Tu voz es un bombón que se chupa con el oído”. Hay voces afrodisiacas.

epicuro44@gmail.com

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