En Montecristi: Gabriele a corazón abierto
La Trattoria da Gabriele se encuentra al lado del Convento de las Carmelitas (Montecristi), en un cerro con hermosa vista. El lugar, inteligentemente ecológico, se levantó con madera y ladrillos en medio de un jardín...”.
Su Trattoria en Montecristi es un rincón muy especial. Como siempre Epicuro iba buscando un sitio nuevo para hacerle una crítica sin temor ni favor. Pero allí sucedió algo inusual.
Apareció Gabriele Setti, hombre italianísimo con bastantes años encima, más o menos como yo, unos ojos azules de increíble transparencia, agua clara del manantial trasluciendo un corazón inmenso. Le hablé con mi balbuceante italiano, me contestó en francés. Hombre enamorado de su trabajo, de la gente, de Montecristi, padre de dos hijas adorables, casado con una manabita. Todas lo cuidan, lo segundan, cocinan, sirven, hacen de todo.
Su hija María Gabriela tiene la misma transparencia en la mirada. Entonces Epicuro se preguntó: “¿Viniste a comer o a practicar psicología?” Es que no pude separar lo uno de lo otro. La forma como se recibe al huésped puede llegar a ser un lujo de amabilidad y la gentileza de la gente siempre me roba el corazón.
Pedí canelones en salsa de queso gratinado que llegaron calientísimos, diferentes en su textura, su presentación, su sabor, muy buenos en todo caso. Probé del plato vecino un risotto con camarones, bebimos un Tannat de Uruguay, oscuro, intenso, lleno en boca largo en el posgusto -esta impresión que deja el vino en la boca en la nariz, después que se ingiere pues lo que sigue a partir del esófago es simple alcantarillado–.
El Tannat de mi bodega que brindamos con Gabriele había sido elegido como campeón en Europa, muy parecido al Madiran de Francia llevaba casi diez años de edad, taninos presentes pero sedosos, toque inmediato de zarzamora en el primer sorbo en la punta de la lengua con la vainilla de la madera, insistencia suave del alcohol.
Compartí algo de aquel Tannat con unos vecinos de mesa porque el ambiente general era de lo más simpático: manabitas probablemente todos, extrovertidos como el mar de Manta, Bahía de Caráquez o San Clemente.
La Trattoria da Gabriele se encuentra al lado del Convento de las Carmelitas, en un cerro con hermosa vista. El lugar, inteligentemente ecológico, se levantó con madera y ladrillos en medio de un jardín lleno de flores. Los platos son preparados al instante; no vayan si son de estos clientes que quieren la comida “súbito presto”.
La pasta es fresca, los embutidos son de la casa. Siendo un restaurante familiar tiene un sabor hogareño de gran calidez. Tuve que pelear para pagar la cuenta pues Epicuro no acepta cortesías por más gentiles que sean pero Gabriele no tenía intenciones mercantiles sino impulsos del corazón. Me quería hacer sentir como amigo y no como cliente, mas en eso de las cuentas soy intransigente.
La sala de ambiente rústico no busca ser lujosa sino acogedora. La lluvia que había caído trajo moscas pero es el inconveniente de los lugares abiertos en temporada de invierno. Sin usar químicos Gabriele prepara su jamones, salchichas, salami, hay mucho amor en ello, y el gusto del trabajo bien hecho.
Todo es especial, puede gustar o no pues pueden preferir ustedes el jamón que compran en el supermercado pero el importado viene sin los ojos de Gabriele, sin la sonrisa de sus hijas, aquí hay un restaurante de precios módicos donde tienen que traer un corazón disponible y no solamente un paladar hambriento.
Para llegar a Montecristi: carretera de lujo. Regresé de noche bajo lluvia torrencial manejando solo pero guiado por una vía estupendamente balizada.