Químicos amigos del planeta
Tesis presentadas en la Universidad de Guayaquil se convierten en procesos efectivos que la industria ecuatoriana puede aprovechar.
No han cumplido los 25 años, tres de ellos recibirán sus títulos de ingenieros químicos mañana y una lo obtuvo en octubre pasado. Sus tesis de grado se convirtieron en proyectos ejecutados con éxito. Lo que en sus inicios fueron hipótesis, al final tuvieron un resultado totalmente aplicable en productividad, por lo que recibieron altas calificaciones y en sus mentes dejaron la inquietud del desarrollo.
Liberar de metales pesados las aguas que descarga una industria de galvanoplastia, obtener abono orgánico de los desechos del coco que se produce a gran escala en Manabí y Esmeraldas y convertir los residuos de papel reciclado en madera plástica fue lo que consiguieron cuatro jóvenes que cursaron sus estudios en la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad de Guayaquil. En un almuerzo informal, el decano José Cárdenas y el catedrático Tonny Coloma destacan el nivel de las tesis que presentan los egresados de la institución y la responsabilidad con el ambiente que imprimen en las investigaciones.
Abonando el futuro
Tras obtener el producto deseado, Adriana Estrada confiesa que su padre, quien también es ingeniero químico, le propuso asociarse para iniciar una empresa de abono orgánico a base de estopa de coco, que fue lo que ella consiguió. Están en periodo de investigación sobre créditos que les permitan arrancar y, mientras tanto, ella se entusiasma hablando de cómo trabajó en su tesis.
En quinto año formaron en grupo un proyecto de factibilidad de elaboración de sustratos de estopas de coco y en las investigaciones determinaron que Esmeraldas y Manabí son las provincias que generan mayor cantidad de residuos del fruto. Siendo ella manabita percibió un nicho en los montículos que ha observado a lo largo de las vías o en sitios donde se expende agua del producto tropical. Trabajando con sus compañeros verificaron que la fibra es utilizada en el sector floricultor, pero la marca comercial viene de Brasil y la India, asegura, y en el país no se aprovecha que tenemos la materia prima.
Así, Adriana consideró que podía conseguir hacer un abono mejorado. Visitó los puntos de venta de coco en Rocafuerte y Riochico, donde obtuvo los desechos. En un criadero de aves de corral consiguió la otra base, que requiere en menor cantidad: gallinaza (heces de gallina).
El patio de la residencia de Adriana Estrada fue el centro de operaciones donde siguiendo instrucciones de su tutor, Raúl Serrano, y de sus investigaciones levantó cinco pilas de compostaje o montículos de un metro de alto por dos de ancho. Ahí varió porcentajes, mezcló, molió a mano y cumplió una serie de ciclos hasta alcanzar parámetros permisibles que se evalúan en un abono orgánico.
En este punto encontró que en Ecuador existen normativas que definen lo que es el abono orgánico, pero no parámetros de calidad que sí hay para fertilizantes. Y decidió basarse en normas chilenas. Con el producto listo lo probó con semillas de vegetales.
Para industrializarlo requerirá más pruebas, se deberán crear centros de acopio para que los vendedores lleven el producto y establezcan un costo para este, que dejará de ser foco de contaminación al mezclarse con basura y plástico. Al momento, en Manta, las estopas de coco, sin ningún tratamiento, se utilizan como relleno en barcos del astillero, en el resto del país van a los basureros, cuenta Adriana, quien es ingeniera química desde octubre pasado.
Con madera de ingeniera
Karla Peralta Solís se puso como reto sacar madera plástica de los residuos que se obtienen en una industria de papel kraft y con una sonrisa muestra el producto que dice le tomó una investigación de entre cuatro y cinco meses.
La industria donde hizo sus pasantías tenía interés de aprovechar los residuos generados en la elaboración del papel kraft y que en la actualidad envía a rellenos industriales, y propuso a la joven de 24 años la investigación. Ella buscaba un tema para su tesis e inmediatamente aceptó el desafío.
La industria de papel kraft es una papelera de reciclaje. La materia prima la obtiene a través de chamberos o personas que se dedican a recolectar material en empresas, hogares, botaderos y calles. Para obtener su producto, previamente debe separar las impurezas o materiales impropios: plásticos, adhesivos, stickers, grapas, entre otros. Precisamente esos materiales estudió Karla Peralta, con la asesoría del catedrático Luis Bonilla, para determinar que era posible obtener madera plástica.
“El conflicto con estos residuos, a los que yo pude darle utilidad, es que se generan en altos volúmenes, tienen extensos periodos de degradación y causan un problema medioambiental, por esto la empresa se vio en la necesidad de buscar una alternativa para darle una disposición diferente”, señala.
En Ecuador, la madera plástica se obtiene de aserrín y resinas específicas. Hoy Karla Peralta ofrece otra opción, pero reconoce que los recursos son limitados. Ella aprovechó equipos de la Universidad de Guayaquil y la empresa donde hizo sus pasantías, por ello aunque le interesa la línea, recalca que demanda una alta inversión, particularmente en equipamiento.
Añade que su tesis es una base para futuras investigaciones, y si la empresa donde la desarrolló está interesada en abrir otra línea de producción, tiene esta opción, obviamente requerirá hacer inversiones.
La madera plástica se usa en construcción, decoración, muebles y una infinidad de productos.
Agua libre de metales pesados
Los electrodomésticos, vehículos y construcciones tienen en algunas de sus partes metales recubiertos, proceso que se cumple en una industria de galvanoplastia y en ese procedimiento se generan desechos concentrados, entre ellos los metales pesados se convierten en una amenaza. La legislación ambiental ecuatoriana pone límites a esas descargas y los empresarios cumplen a través de diversas técnicas. Pero hay una que no se ha utilizado en el país, según Adrián Rivas y Carla Peñafiel, y es más eficiente por su velocidad de reacción. Ellos se unieron en una tesis que denominaron Determinación de la cinética química en el proceso ferrita para la remoción de metales zinc y cromo en aguas de galvanoplastia, para demostrar que esta alternativa resulta más económica y es más rápida.
Para probar los niveles de efectividad en la liberación de metales a través del proceso ferrita, a menor escala, debieron importar desde China un reactor de vidrio de un tamaño adecuado.
Tras meses de experimentaciones bajo la tutela del académico José Cárdenas superaron no solo la sustentación, sino que se declaran satisfechos de que su tesis pueda servir como punto de partida para que cualquier industria aplique el proceso que ellos ya probaron.
A partir de los datos que obtuvimos pueden diseñar sus propios modelos, pues todo depende del tamaño de la empresa y sus requerimientos, señalan.
Y destacan la necesidad de liberar las aguas de los metales pesados antes de una descarga, no solo por las exigencias legales, sino porque se puede causar envenenamiento por metales pesados a personas, animales y contaminar el riego de sembríos, convirtiéndolos en productos tóxicos.
Sostienen que el proceso no se ha utilizado en la industria local por desconocimiento y se mantienen técnicas que a la larga resultan más caras.