Esos padres que nunca nos abandonan

18 de Junio de 2017

No todos podemos darles ese abrazo cariñoso a nuestros progenitores, pero sí podemos recordar aquellas valiosas enseñanzas que nos dejaron.

Andrés y Héctor Garzón
Gran trabajador

Andrés y Héctor Garzón con la imagen de su progenitor.

Los hermanos Garzón recuerdan una anécdota que les marcó una enseñanza vital de su padre, don Héctor Garzón Nieto, fallecido hace dos años, a la edad de 87. Andrés comenta: “Nuestro papá era maestro soldador en una industria. Un día se cayó de cierta altura mientras laboraba, lo cual le dejó un gran dolor en el abdomen. Era temprano en la mañana, pero él decidió completar su jornada laboral a pesar de la molestia”. Luego, después de unos exámenes médicos, se dieron cuenta de que se había fracturado dos costillas. “Así era él, un trabajador muy responsable”, dice Andrés.

“Hay que trabajar, sin excusas, ese es un legado importante que nos dejó”, agrega. Tanto así, que en una ocasión Andrés se sintió con malestar mientras laboraba en un canal de televisión. “Pero debía terminar con un proyecto”. Y se quedó, a pesar de que luego se enteró de que tenía dengue.

Héctor comenta que su padre siempre quiso ser abogado, ya que sentía un gran sentido de justicia. “Usó ese deseo de defender lo que es justo desempeñándose como dirigente sindical”. Era un luchador al que le gustaba proteger a los demás, y eso lo consiguió como cabeza del sindicato de trabajadores. “Por eso he querido hacer lo mismo”, dice Héctor, quien es presidente de la Asociación de Teatreros Casa del Teatro y vicepresidente de la Federación de Artistas Autónomos del Guayas. “Es vital la agremiación, unirse para lograr objetivos. El trabajo debe venir con la justicia, el respeto. Así nos enseñó mi padre”. (M.P.)

Hellen Constante
‘No permitiré que muera jamás’

La artista Hellen Constante, con la escultura que realiza en memoria de su padre

“Siendo yo muy pequeña, escuché a una madre de familia cuyo hijo estudiaba en la escuela donde mi padre era profesor. Ella comentaba que no había tenido dinero para comprarle los útiles, y que había sido él, mi papá, quien se los había comprado, pues apostaba a que ese niño sería más tarde un gran artista. Desde entonces me siento muy orgullosa de él”. Así recuerda Hellen Constante a su padre, el pintor, muralista y escultor guayaquileño Theo Constante Parra (1934–2014).

La esencia de su legado en lo personal, dice ella, la ha sentido en el amor al arte. “Es verdad que no entré de su mano al mundo del arte, pero de él aprendí la responsabilidad, el tesón y la constancia para el trabajo”.

Hellen también reconoce haber dado la razón a su padre con el paso del tiempo, con una frase que podría considerarse muy cruda: No te juntes con pendejos, porque hacen más daño que un terremoto. “De él aprendí la concentración en el trabajo. Era sabido que cuando laboraba y alguien lo interrumpía, aunque fuera por teléfono, se molestaba. Creo que en eso nos parecemos”.

La admiración de Hellen por su progenitor la llevó a publicar, junto con su hermana Lorena, el libro Theo (2011). Ella también pintó el retrato que figura en la portada. Y al momento trabaja en una escultura en su honor. “¡No sabe cuánto disfruto haciéndola! Es un orgullo ser yo quien la haya realizado. No permitiré que él muera nunca, lo llevo siempre en mi corazón. Para mí será eterno”. (D.V.)

Francisco ‘Pancho’ Feraud
Con ADN musical

Cuando era muy pequeño, Pancho admiraba las instalaciones de Fediscos (Fábrica Ecuatoriana de Discos) como una gran planta donde se producía y repartía la música del mundo. Recuerda que ingresaba al sitio en brazos de su padre, Fausto, para recorrer los estudios de radio y las fábricas de discos y casetes. “Después me di cuenta del peso histórico y cultural de esa marca, de quién era mi familia, sobre todo en la adolescencia cuando empecé a tocar (es guitarrista de Abbacook)”.

Francisco Feraud, mejor conocido como Pancho, ahora lleva ese negocio con la misma emoción que se ha avivado de generación en generación, desde que la encendió su bisabuelo José Domingo Feraud Guzmán, el creador de la Fediscos. Como decía su abuelo Francisco Feraud Aroca, su familia lleva la música en la sangre: “Mi bisabuelo fue un pianista, musicalizador de teatro y cine, desarrolló rollos para pianola. Mi abuelo heredó el negocio, pero nunca dejó el amor a la música nacional, conocía de compositores por ello es considerado musicólogo. Mi papá también lo vive con mucha pasión. La música nunca se ha ido, siempre será parte de nosotros”.

Recibir tan fuerte legado, reconoce Pancho, requiere una enorme responsabilidad. Seguramente es por moldear esa grandiosidad con la cual de niño admiraba el sitio donde su familia ayudó a crear melodías eternas. Bajo su mando, Fediscos sigue siendo una fábrica de artistas, apoyando el movimiento independiente con su estudio de grabación y ensayos. También hay espacio para la producción publicitaria y la organziación de encuentros musicales. (G.Q.)

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