En Venezuela: Nuevo líder en viejo molde
En las semanas previas a la muerte de su mentor, las imitaciones por parte del ahora presidente (e) Nicolás Maduro del mandatario Hugo Chávez se volvieron cada vez más evidentes.
Ha asumido muchos de los patrones vocales y ritmos de Chávez para hablar, amén que ha repetido con impaciencia el lema “yo soy Chávez” ante la muchedumbre de partidarios. Ha imitado los temas favoritos del presidente: minimizando a la oposición política y advirtiendo de misteriosas conjuras para desestabilizar al país, incluso dando a entender de que Estados Unidos estaba detrás del cáncer del mandatario.
Además, ha adoptado la ropa presidencial, caminando junto a su ataúd en una enorme procesión, vistiendo un rompevientos con los colores nacionales amarillo, azul y rojo, como Chávez hacía con frecuencia. Pero ahora que Chávez ya no está, el gran interrogante que está saliendo a colación es si Maduro, su sucesor elegido, seguirá reflejando al presidente y su poco convencional estilo de gobernar; o si dará un giro en su propia dirección. “No puede meramente pararse ahí y decir soy el miniyo de Chávez y ahora ustedes tienen que seguirme”, dijo Maxwell A. Cameron, de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver.
La incertidumbre sobre qué tipo de líder termine siendo Maduro se extiende a Washington, donde legisladores estadounidenses han estado tanteando a Maduro durante varios meses, incluso años, para determinar si él pudiera suministrar una apertura para vínculos más cercanos entre ambas naciones.
Acercamiento de EE.UU.
Oficiales estadounidenses dicen que Chávez, pese a sus denuncias muy públicas de Washington, trabajaba tras bambalinas para mantener fuertes las relaciones de comercio entre ambos países, particularmente en el sector petrolero.
Recordaron cómo Chávez tomó el teléfono una vez y marcó a un diplomático estadounidense para hablar de estrategia, extraña acción para un líder que más de una vez prohibió la entrada de embajadores estadounidenses a Caracas y denunciaba con regularidad a Washington y sus líderes, a veces usando epítetos de granja.
“EE.UU. necesita arreglar esto. Ustedes son los únicos que pueden”, dijo Chávez durante el telefonema, que se relacionaba con la expulsión del presidente de Honduras en el 2009.
Debajo de la bravata, dijeron diplomáticos y analistas estadounidenses, Chávez podía ser pragmático, aunque a veces de tipo bombástico, y esperan que Maduro termine siendo incluso más. “Conozco bien a Nicolás Maduro. Sé que es pragmático”, dijo William D. Delahunt, exmiembro del Congreso por Massachusetts.
Estados Unidos se acercó a Maduro en noviembre para sondear el interés en mejorar la relación. Él respondió positivamente, y ambas naciones sostuvieron tres reuniones informales en Washington, teniendo lugar la última después de que fuera claro que la condición de Chávez era severa, dijeron oficiales estadounidenses.
La mayoría de los diplomáticos y analistas políticos coinciden en que el comienzo del panorama posterior a Chávez se veía sombrío; Maduro acusó a EE.UU. de tramar en contra del país y expulsó a dos agregados militares de dicho país. Sin embargo, algunos observadores vieron los movimientos como un intento abiertamente calculado –un analista lo llamó “poco elegante”– de Maduro por unificar a un país traumatizado que se preparaba para la muerte de Chávez, apelar a los partidarios del presidente y propalar sus propias oportunidades de ganar unas elecciones para reemplazarlo.
“Maduro tiene que tener cuidado a cada paso que dé, y cada palabra que diga sobre EE.UU. El gran interrogante es ¿cómo va a manejar él esa presión? Estamos por averiguarlo”, dijo un oficial estadounidense de alto rango que está observando de cerca los sucesos.
Una señal pasada de la voluntad de Maduro para escuchar a detractores –que no era uno de los puntos fuertes de Chávez– fue su asistencia a reuniones con miembros de la oposición venezolana que eran celebradas en EE.UU. después de un golpe de Estado en el 2002, que removió brevemente a Chávez. Las sesiones fueron organizadas por Delahunt y tuvieron lugar en Hyannis Port, Massachusetts, impulsando a sus participantes a llamarse El Grupo de Boston.
No me gusta Maduro porque siento que él hace cosas que incitan al odio, lo cual no es un sentimiento revolucionario”, Luis Marcano, cocinero venezolano desempleado
Críticas a Maduro
Pero más recientemente, Maduro se ha mostrado como integrante de línea dura, criticando con dureza a sus enemigos políticos y reprendiendo a Henrique Capriles Radonski, el candidato oficial por la oposición y su oponente en el camino a la elección, por su reciente viaje a Nueva York.
En las calles, la mayoría de los partidarios de Chávez dice que votará por Maduro, algunos por la simple razón de que Chávez les dijo que lo hicieran, antes de ser operado. Una línea de la canción oficial de la campaña de Maduro dice: “Seguro, Chávez, te lo juro, mi voto es para Maduro!”. Sin embargo, algunas personas leales a Chávez dicen estar inconformes con Maduro; a veces por razones que iluminan las desventajas inherentes en su imitación política.
En la ciudad oriental de Cumaná, algunos ardientes partidarios de Chávez dijeron que consideraban demasiado discordantes los constantes ataques de Maduro a la oposición política; asombrosa afirmación, dado que Maduro usa un lenguaje casi idéntico a las frases popularizadas por Chávez, repitiendo los mismos insultos y ninguneos, llamando “buenos para nada” a sus oponentes y acusándolos de venderle el país a Estados Unidos.
Pero, viniendo de Maduro, las mismas palabras al parecer tienen un impacto diferente. “No me gusta Maduro porque siento que él hace cosas que incitan al odio, lo cual no es un sentimiento revolucionario”, manifestó Luis Marcano, de 67 años de edad, cocinero desempleado en Cumaná.
Maduro, cuyo padre estuvo involucrado en política de izquierda, se volvió activista político en su juventud. Se unió a un grupo llamado Liga Socialista y viajó a Cuba en un punto dado para recibir capacitación política. De vuelta en Caracas, tomó un empleo como chofer de autobús y después lo cambió por actividades sindicales.
Con el tiempo se involucró con Chávez, quien condujo un fallido golpe de Estado en 1992. Maduro peleó por la liberación de Chávez de prisión y después trabajó en su primera campaña presidencial en 1998. Se volvió legislador y luego presidente de la Asamblea Nacional.
Más tarde sirvió seis años como canciller de Chávez antes de ser nombrado vicepresidente a la reelección siguiente del presidente, en octubre.
Durante esa larga carrera al lado de Chávez, Maduro se ganó la reputación de ágil sobreviviente del círculo interno, donde la lealtad absoluta era uno de los prerrequisitos. Era visto por muchos como un borrego que mantenía su posición pegándose a su jefe y teniendo cuidando de no opacarlo o contradecirlo.
“Nicolás Maduro es un soldado que tiene que obedecer órdenes, justamente como cualquier otro. Votaré por él porque debo obedecer las instrucciones de Chávez”, sostuvo Rommel Salazar, de 40 años de edad, profesor y músico en Cumaná.
Sin embargo, agregó una advertencia, si Maduro no se adhiere a la línea fijada por Chávez, sus seguidores lo llamarían a rendir cuentas. “Él solo se habrá clavado a la cruz”, expresó Salazar.