El barrio celebra el 12 de Octubre

08 de Octubre de 2017
  • Al son de una banda de músicos es la fiesta montuvia.
  • En las esquinas guayaquileñas se canta pasillos
  • José Villón, historiador.
Jorge Martillo Monserrate

En ciertos sectores de Guayaquil aún se celebra ese día y, en el campo, el Día del Montuvio con rodeos, criollas bonitas y banda de músicos.

En Guayaquil, la fiesta será en las barriadas populares. Hoy como ayer todo comienza un par de días antes, cuando los muchachos de la esquina o miembros del club deportivo y cultural realizan una colecta para financiar el festejo. Por la noche se engalana el barrio con banderines casi siempre con el celeste y blanco de la bandera de Guayaquil. Otros liman una caña rolliza y empiezan a untarle sebo o grasa de carro, antes de clavar el palo ensebado, en la esquina le cuelgan los premios: latas de conservas, fundas con golosinas, prendas de vestir, una botella de licor y un par de billetes que despertará el deseo de niños y muchachos de la barriada.
Se selecciona a varias chiquillas como candidatas para disputar el título de reina del barrio. Los más diestros en carpintería construirán una tarima para la presentación de los actos festivos. Otros instalarán focos y parlantes. Entre las labores se destapan cervezas para refrescar la jornada.

Memorias del festejo

El historiador y cronista José Villón Torres, autor entre diversos libros de Tradiciones, costumbres y creencias de mi pueblo Chanduy, comenta que el Descubrimiento de América, el 12 de Octubre de 1492, con el transcurrir del tiempo en barrios urbanos, comunidades del Litoral y la Península resultó ser un hecho de gran recordación, pero bajo el nombre del Día de la Raza.
Recuerda que se realizaban dramatizaciones de la llegada de Colón a nuestro continente, también carrera de ensacados, la olla encantada y el gallo despescuezado. “No olvido que en el campo –evoca Villón– pelaban un cerdo vivo y lo embadurnaban con grasa, lo guardaban en un saco y lo soltaban para que el primero que lo agarraba fuera su nuevo propietario”.
El escritor, investigador y folclorista Wilman Ordóñez manifiesta que en 1913, un grupo de banqueros y ganaderos de Guayaquil creó el Comité de la Raza, para celebrar cada 12 de octubre el Día de la Raza. En dicho evento se bailaban danzas, contradanzas, valses y se consumían delicias españolas. Para contrarrestar dicho festejo, el 12 de octubre de 1926, Rodrigo Chávez González creó el Día del Montuvio Ecuatoriano, que dos años después el Congreso Ecuatoriano lo reconoció como tal. En el American Park se lo festejaba con bailes tradicionales como er galope, alza que te han visto y la iguana, se consumían tongas, dulces del campo con bebidas como las chichas de arroz, jora y resbaladera. Fue cuando los guayaquileños disfrutaron de rodeos montuvios, pases, enlazadas de caballos chúcaros, caracoleos y contrapuntos de amorfinos y décimas. La elección de la Criolla Bonita y Madrina Criolla, esos festejos se realizaron hasta 1947, volvieron en 1969 hasta 1973 con el auspicio de los diarios EL UNIVERSO y El Telégrafo.
“Así pudo volver a conocerse en Guayaquil en esos festejos barriales el palo ensebado, la cuchara con huevo, el enlace de la cinta, las carreras de tres piernas y si hoy los festejos del 12 de octubre son más municipales que barriales, debe volver a recordar y practicarse esos festejos regionales junto con los porteños y una aún no visible interculturalidad étnica”.

Barrio en fiesta

Retornando al 12 de octubre, la barriada amanece engalanada. En las paredes está pegado el programa que se realizará. Primero, un torneo de índor para los más pequeños y luego para los adultos. Allí sí habrá índor del bueno, también de ñeque y remezón. La bola de índor reinará en esa cancha de asfalto, porque el paso de los vehículos está cerrado.
A primeras horas de la tarde comienzan los tradicionales concursos de comelones, carrera de ensacados, ollas encantadas, rifas y más.
Cuando la tarde empieza a caer, es el ascenso al palo ensebado. Se inscriben los trepadores. Los más astutos se llenan los bolsillos de tierra y arena para con ellas mientras ascienden ir quitando la grasa. Otros amarran a su cintura un pedazo de soga o trapo.
El sol ha teñido de dorado la tarde cuando un muchacho con habilidad de mono corona la cima y logra el botín deseado. Alguien le alcanzará un saquillo para que guarde y baje con sus premios. El palo ensebado queda vacío y seco.
La noche llega con música alegre porque la barriada quiere bailar. La mayoría se ha bañado y luce sus galas. En la tarima están las candidatas y luego de una serie de desfiles y entrevistas, el jurado elige a la reina del barrio. Algún conjunto o un DJ encenderán la noche con música alegre. Los bailadores sacarán chispas del asfalto. Se iniciará más de un romance. El licor correrá generosamente y habrá más de un conato de puñete. El vecino más respetado del barrio impondrá la paz y un ritmo alegre calmará los ánimos.
Hoy recuerdo lo que años atrás dijera Guido Garay, mi querido y desaparecido escritor y folclorista Guido Garay: “Los hombres del pueblo celebramos nuestra fiesta como acostumbramos los guayaquileños: los jóvenes jugando indorfútbol en las calles y los viejos chupando en los soportales de nuestras casas con los amigos del barrio. Los hombres políticos por muy importantes que sean son transitorios, en cambio, Guayaquil es eterna”.
La celebración será hasta las primeras horas del siguiente día, porque el barrio está de fiesta.

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