Con Bonil sin dibujos...

02 de Julio de 2017
  • Xavier Bonilla, caricaturista conocido como Bonil, en su domicilio en Tumbaco.
Texto: Cristóbal Peñafiel | Fotos: Alfredo Cárdenas

El caricaturista ecuatoriano Xavier Bonilla realizó una gira por Europa para recibir sus dos más recientes premios y participar en un foro.

Xavier Bonilla, 53 años, quiteño, caricaturista de Diario El Universo, nos recibe en su casa. Nos ofrece whisky con agua, pero primero el agua, dice: ¡Aquí lo tienen! Es su primera broma. Su sala es como un museo de cosas no tan comunes para un sitio así. Sobresalen una caja registradora antigua, una rocola, un sable y una máscara de esgrima, una decena de gallos elaborados en alambre, un teléfono de armazón de madera; en la pared central está un dibujo de Bonil hecho por Christian Mera y en una pared lateral cuelga una silla de madera para bebé; pero lo que más atrae es una colección de más de 30 hormas de calzado, firmadas por personalidades del mundo. Y en ese ambiente conversar nos lleva un largo y rico tiempo:

En su reciente viaje por Europa recibió el Golden Hat (Sombrero de Oro), en Bélgica; el World Press Cartoon, en Portugal, y, además, intervino en el foro ‘La caricatura subversiva’, en Noruega.

Hacer una pregunta “seria” a un personaje de humor al instante no cabe. Y no resulta porque la respuesta siempre tendrá una carga de humor.

Mucha gente cree que tú tienes fijación con ciertos políticos, pero siguiendo tus caricaturas vemos que es fijación a los hechos… alcanzo a decir, pero Bonil me corta la palabra, sonríe y dice: a los hechos... los chéveres...

Y, claro, desde allí la conversación toma otro sabor. Tú siempre con el humor fino, le digo. Humor tan fino que casi no se ve..., dice.

Ya en serio, le insisto. En serio mismo digo, responde. Está bien, está bien... Hemos venido a hablar de tus últimos reconocimientos... ¿Últimos?: espero que no; de los más recientes querrás decir, porque voy a seguir trabajando todavía... “Ya son 32 años desde cuando comencé a publicar; la mala costumbre hizo que siempre esté pendiente de los sucesos, de los personajes porque así comprendí el comentario periodístico sobre la actualidad política. Y a esto súmale que hay caras que se prestan…”.

Tus primeros trabajos los enviabas a diario Hoy para ver si te publican. Y tus dibujos comenzaron a llamar la atención. ¿Así fueron tus inicios?

“Al comienzo fue para mí como para todos los adolescentes que quieren irrumpir en el mundo adulto, no por una intencionalidad sino por un empuje natural del ser humano de opinar, de decir algo. Yo quería expandir mi voz y lo más idóneo era diario Hoy, con el que me sentía más afín: un periódico nuevo, pluralista, joven, con editorialistas a quienes admiraba porque eran muy críticos; yo sentía que ese era el lugar. ¡Y era a color!: yo que soy en blanco y negro…

¿Fue una buena vitrina?

Y, además, recibía una paga por aprender. Siempre digo que en todos estos años he recibido una paga (sueldo de caricaturista) para aprender...; en este oficio uno siempre está aprendiendo y diario Hoy fue mi aprendizaje inicial, sobre todo, de libertad.

¿La caricatura política trae problemas y tú no has estado exento de estos?

Hay de todo: hay políticos a quienes les enorgullece, les halaga salir en una caricatura y ellos mismos lo han dicho. A veces es como que se gradúan de hombres públicos. La caricatura no es lo mismo que la foto, que ya de por sí es halagador salir en los medios de comunicación a menos que salgas en la página mortuoria...

¿Y así ha sido en estos últimos 10 años?

No. Ha sido distinto: en estos últimos 10 años cualquier asomo de falta de reverencia ha sido considerado una agresión, una insubordinación que debe ser castigada.

¿Hay gente que no ha entendido lo que es la caricatura?

Ni yo. Para mí también es un misterio...

¿La caricatura resalta detalles que mucha gente no ve, o sí ve, pero no dice nada, como, por ejemplo, una persona de ojos pequeñitos y de nariz grande...?

Hay dos tipos de caricaturas: la personal física y la otra que puede exagerar las situaciones o rasgos significativos de una situación o de un personaje. Por ejemplo, Rafael Correa paseando una lengua gigante o con una corona: eso no se ha visto en la realidad y es una exageración, pero esa es la caricatura.

¿Y esas caricaturas han merecido premios para ti en estos diez años?

Al comienzo me reía porque alguna gente me decía: Oye, ¡Correa te hizo famoso, no! Yo, digo sí: Goliat también le hizo famoso a David. Lo que quiero decir es que a mí lo único que me tocó es defenderme. Yo no busqué un enfrentamiento; simplemente tuve que defenderme en las comparecencias con el lenguaje que me define: una caricatura”.

¡Claro, por ejemplo, ese lápiz grande!

Y el ánimo más grande todavía...

¿Cómo te sentiste en estos diez años?

Diez años, en cualquier persona significan una etapa importante. Uno comienza a mostrar los cambios; yo he cambiado –no por Rafael Correa– sino por mi vida misma: por mi experiencia, por mis deseos; es normal que cualquier ser humano trate de mejorar en su trabajo y eso es lo que permanentemente he tratado ‘infructuosamente’ de hacer…

¿Esto de estar en los tribunales de justicia, te bajaron los ánimos; dijiste: me metí en un campo minado...?

Sobre todo, me bajaron de peso..., porque, aunque no creas, en el episodio de la primera comparecencia bajé dos kilos; no me sorprendía tanto que me procesaran por una caricatura, sino de dónde podían salir esos dos kilos en estas flacuras… En ese momento no me daba cuenta de que sufrió mucho mi familia; ellos eran los más afectados; estaban nerviosos, asustados; mi esposa, incluso, llegó al llanto, con la posibilidad de que toda esta gente mala, porque han demostrado ser gente vengativa, podrían hacernos daño.

¿Y ahí recordabas que tu padre (el periodista Gonzalo Bonilla) también sufrió por estas cosas del humor incomprendido?

Bueno, mi papá fue una huella, como un hito: estuvo preso al final del gobierno del Bombita (Guillermo) Rodríguez Lara. Para mí, el humor político siempre fue eso: una manera de responder, de bajarle del pedestal a un pretensioso, a un abusivo, a un prepotente. Con el paso de los años me doy cuenta de que esto que hemos hecho ha sido como un triunfo imaginario sobre los abusivos. Por ejemplo, haces una caricatura de (Jorge ) Glas (vicepresidente de la República) y ves todo ese circo que montaron para ensalsarlo, solo faltaba el sahumerio y cuando publicas en Facebook y ves cómo la gente se ríe, otros expresan su rabia, es una satisfacción. Y Glas sigue tan campante: no pasa nada; sin embargo, tenemos la posibilidad de al menos reírnos de ellos; no podemos hacer que renuncie o se aparte del cargo; en este sentido la caricatura y el humor vienen a ser una especie de viagra que nos evita esta impotencia social... Y digo yo: al menos riamos que la risa es una forma de sanción social. Y esto sí es muy en serio... (I)

En el episodio de la primera comparecencia bajé dos kilos; no me sorprendía tanto que me procesaran por una caricatura, sino de dónde podían salir esos dos kilos en estas flacuras…”.

En este sentido la caricatura y el humor vienen a ser una especie de viagra que nos evita esta impotencia social... Y digo yo: al menos riamos que la risa es una forma de sanción social. Y esto sí es muy en serio...”.

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