La OSG con buena batuta: Gran sorpresa en el TSA

Por Vinteuil
25 de Junio de 2017

“La interpretación de esta obra por la OSG, bajo Anzolini, fue comparable sin lugar a duda a las de las mejores orquestas, logrando transmitir el espíritu salvaje y pagano del original, con toda su intensa energía...”.

Bajo su nuevo conductor, Dante Anzolini, cada nuevo concierto de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil se ha vuelto una sorpresa, con interpretaciones de gran calidad de obras bien establecidas en el repertorio de la música académica europea, pero también de compositores ecuatorianos rara vez escuchados en la ciudad o incluso el país. Al mismo tiempo, con cada concierto la producción de sonido, articulación y trabajo en equipo de las diferentes secciones de la orquesta han ido mejorando notablemente.

El concierto del 16 de Junio, en el Teatro Sánchez Aguilar, en la avenida Samborondón, continuó por ese camino  y superó las expectativas que tenía este crítico. Y esto, a pesar de que el plato fuerte del programa, la música del ballet La consagración de la primavera, del compositor ruso Igor Stravinsky (1882-1971), era una obra de gran dificultad, que además demanda una orquesta de gran tamaño, sobre todo en los vientos y la percusión. Para completar el ensamble fue necesario no solo solicitar practicantes, sino a músicos de la Orquesta Sinfónica de Loja.

cDe hecho, fue una de las obras que lo inauguró, en mayo de 1913, dos meses después del famoso Skandalkonzert, en que Arnold Schoenberg (1874-1951) y sus colegas de la Segunda Escuela Vienesa estrenaron sus obras vanguardistas.

En ambos conciertos hubo violencia de parte del público, pero a pesar del caos La consagración continuó hasta el final bajo la batuta de su compositor, mientras que el Skandalkonzert tuvo que ser suspendido (uno de los presentes declaró que el sonido de un puñetazo fue lo único   armonioso que se escuchó en todo el concierto, demostrando un gusto o muy conservador o incluso más vanguardista). Como indicó Ramón Barranco, director artístico del TSA, en una breve y entretenida charla antes del concierto, La consagración parecía apuntar a la destrucción y drásticos cambios que trajo la Primera Guerra Mundial, que estalló poco más de un año después de su estreno.

La interpretación de esta obra por la OSG, bajo Anzolini, fue comparable sin lugar a duda a las de las mejores orquestas, logrando transmitir el espíritu salvaje y pagano del original, con toda su intensa energía, sin comprometer la inteligibilidad de las frases tan originales que componen cada uno de los catorce movimientos de la obra (que aúun así no dura más de 40 minutos).

La segunda parte del programa comenzó con dos piezas populares, Fanfare for the Common Man, de Aaron Copland (1900-1990), y   Adagio para cuerdas, de Samuel Barber (1910-1981), ambos compositores norteamericanos. Pero fue la última obra, el poema sinfónico Rumiñahui, del compositor ecuatorianos Álvaro Manzano (n. 1955), el que, con su contraste entre ritmos y armonías prehispánicas y aquellas propias de la música europea de la era romántica, recordó el espíritu de la obra de Stravinsky, y a manera de contrapunto, cerró el programa manteniendo una notable unidad temática y dramática.   

La respuesta del público (que llenó la sala de más de 1.000 butacas del TSA) fue sorprendente para un concierto de música académica, con ovación de varios minutos para La consagración y Rumiñahui. Anzolini nos regaló como encore el Apamuy Shungo, de Gerardo Guevara (n. 1930), una corta pero bella obra que siempre agrada al público. (O)

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