Cómo enseñar la paz desde la primaria

03 de Enero de 2016
Julie Scelfo, New York Times

Algunos educadores impulsan la capacidad emocional en la universidad, pero piensan que esto tendría mayor impacto en las escuelas.

Desde hace años ha habido un flujo continuo de titulares sobre la enorme necesidad de los estudiantes universitarios sobre salud mental, su lucha con la ansiedad y la falta de resistencia.

Mas en muchas comunidades, los maestros de primaria, los orientadores y los administradores están adoptando lo que llaman aprendizaje social y emocional (ASE), proceso mediante el cual el individuo se hace más consciente de sus sentimientos y aprende a relacionarse de manera pacífica con los demás.

¿Se siente hecho a un lado? ¿Enojado con su madre? ¿Le da vergüenza hablar durante las clases? Los defensores del aprendizaje social y emocional afirman que esos sentimientos no son cuestiones que haya que pasar por alto en favor de aprender a escribir, leer y contar. Consideran que, a menos que manejen apropiadamente las emociones, los niños no podrán alcanzar plenamente su potencial académico.

“No es solo cómo se sienten, sino cómo van a resolver un problema, ya sea académico, con sus compañeros, o de relación, con sus padres”, explica Mark T. Greenberg, profesor de Desarrollo Humano y Psicología en la Universidad Estatal de Pennsylvania.

Haciéndose eco del concepto de inteligencia emocional, popularizado a partir de 1995 por el éxito del libro de Daniel Goleman del mismo nombre, Greenberg agrega que “la capacidad de llevarse bien con los demás es realmente el cemento del desarrollo humano saludable”.

Los niños de hoy no solo se enfrentan a las dificultades inherentes del crecimiento, sino también a un ambiente cada vez más lleno de pruebas, con menor tolerancia a las explosiones físicas del temperamento y a la amenaza permanente de la violencia. (El año pasado, el presidente Barack Obama afirmó que los tiroteos en las escuelas se estaban “convirtiendo en la norma”.) Además, la pobreza y la desigualdad de ingresos crean onerosas condiciones emocionales para muchos niños.

“Las trayectorias neurológicas del cerebro que lidian con el estrés son las mismas que sirven en el aprendizaje”, afirma Marc Brackett, director del Centro de Inteligencia Emocional de Yale. “Las escuelas se están dando cuenta de que tienen que ayudar a los niños a entender y manejar efectivamente sus sentimientos”. Y agregó: “Como país queremos que nuestros niños tengan más logros académicos, pero no podremos hacerlo si los chicos no están sanos emocionalmente”.

Promover la empatía

El aprendizaje social y emocional, también llamado educación del carácter, adopta no solo la regla de oro, sino también la idea de que todos experimentan una gama de sentimientos negativos y positivos. También les da a los niños las herramientas necesarias para detenerse y pensar al enfrentarse a un conflicto. Asimismo, les enseña a promover la empatía y a mostrar amabilidad, introduciendo el concepto de responsabilidad compartida en el bienestar del grupo.

Los estudios han encontrado que promover la capacidad emocional y social se relaciona directamente con mejores resultados en la vida de los estudiantes. Un análisis realizado en 2013 entre 213 programas de aprendizaje social y emocional, en los que participaron 270.000 estudiantes desde jardín de niños hasta preparatoria, publicado en la revista Child Development, encontró que los participantes mostraron capacidades sociales y emocionales, actitudes y comportamientos significativamente mejorados respecto del grupo de control, así como un avance de 11 puntos en los percentiles de logro académico.

Recientemente, investigadores de la Universidad Estatal de Pennsylvania y de Duke examinaron a 753 adultos cuya capacidad social había sido evaluada unos 20 años antes, cuando estaban en el jardín de niños. La puntuación por compartir, cooperar y ayudar a otros niños casi siempre predecía si la persona se graduaría a tiempo, obtendría un título universitario, tendría empleo de tiempo completo, viviría en viviendas públicas, recibiría asistencia pública o habría sido arrestado o detenido siendo menor.

Greenberg, uno de los investigadores, dijo estar sorprendido por lo mucho que la capacidad social superaba a otras variables, como clase social, primeros logros académicos y circunstancias familiares, en cuanto a predecir resultados.

“Esto nos dice que lo que estamos sometiendo a prueba –llevarse bien con los demás, hacer amigos– realmente son capacidades maestras que afectan todos los aspectos de la vida”.

Atender las emociones

Aun más, también se han identificado las relaciones positivas, la capacidad emocional y la resistencia como una ayuda para evitar las enfermedades mentales.

En la escuela pública 130, en Brooklyn, Nueva York, un grupo de tercer año se sentó en círculo y organizó una lluvia de ideas, por segundo día consecutivo, para ver qué medidas podían tomar para evitar que un chico agresivo de otro grupo causara problemas durante el recreo. Una niña de 9 años dijo que “se sentía asustada” cuando el niño la perseguía y la atrapaba; Leo, de 8 años con zapatos de lona anaranjados brillantes, relató que el niño se había sentado a su mesa, sin invitación, y había causado tanta conmoción que suscitó sanciones por parte de la cafetería.

“¿En qué te molesta a ti?”, le preguntó una niña, tratando de aclarar las cosas tal como se le había enseñado.

“Porque nos quitó diez minutos del recreo”, respondió Leo, con la voz henchida de indignación.

A pesar de la creciente demanda de aprendizaje social y emocional, también hay preocupación de que pedirles a los profesores que aborden los sentimientos reste un tiempo valioso a lo académico.

Hay materias muy importantes que “ya están carentes de oxígeno”, señaló Robert Pondiscio, miembro de número del Instituto Thomas B. Fordham, centro de investigaciones sobre política educativa de tendencias de derecha. “Es fácil reconocer la importancia del aprendizaje social y emocional. Es más difícil identificar e implementar intervenciones en el plan de estudios que tengan un efecto mesurable”.

Quienes sientan escepticismo de usar tiempo de la escuela para atender las emociones deberían darse una vuelta por la escuela pública 130, donde el pasillo está decorado con dibujos hechos por los estudiantes, que muestran sus aspiraciones para el año lectivo en curso.

Un niño espera “hacer nuevos amigos”. Otro quiere “ser amable y ayudar”. ¿Y qué hay de Leo, el niño frustrado por haber perdido 10 minutos de recreo? Debajo de un autorretrato en acuarela, en el que su cuerpo está pintado de naranja, él escribió: “Mi esperanza para este año es ser mejor en Matemáticas”.

Si las estrategias del aprendizaje social y emocional dan resultado, él estará mejor equipado para alcanzar esa meta.

Capacidades maestras

Para promover la ciencia y la práctica del aprendizaje social y emocional, investigadores de Yale establecieron el Aprendizaje Académico, Social y Emocional en 1994. Bajo la dirección de Roger P. Weissberg, este se trasladó a la Universidad de Illinois en Chicago en 1996. Basándose en muchos años de investigación, el grupo estableció lo que considera las cinco metas del aprendizaje social y emocional para los estudiantes:

Conciencia social: La capacidad de sentir empatía por los demás, de reconocer las indicaciones sociales y de adaptarse a distintas situaciones.

Capacidad de relación: La capacidad de comunicarse, de hacer amigos, de manejar desacuerdos, de reconocer la presión de los compañeros y de cooperar.

Autoconsciencia: La capacidad de reflexionar en los sentimientos y pensamientos propios.

Autogestión (o autocontrol): La capacidad de controlar las acciones y los pensamientos propios.

Toma de decisiones responsable: La capacidad de tomar decisiones saludables respecto de la conducta propia, ponderando al mismo tiempo las consecuencias en los demás.

 

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