La ciudad y el arte contemporáneo

Por La Menina
05 de Marzo de 2017

“En una ciudad en la que no existe una cultura de exposición permanente al arte, guiar al espectador en su enfrentamiento inicial sería un buen camino por donde empezar”.

La función de una galería de arte es servir como escenario crítico para la propulsión del arte. En Guayaquil, algunas de ellas han sido firmes al cumplir los estándares internacionales, al representar artistas contemporáneos como parte de su proyecto y al elevar el nombre de la ciudad asistiendo a ferias de arte en Latinoamérica, Norteamérica y Europa, donde se encuentran los mercados importantes de arte contemporáneo.

En enero presenté el caso de DPM, una galería establecida, donde en meses pasados apreciamos Curul de Saidel Brito y OmariFoxBay de Xavier Coronel, que a nivel técnico y curatorial fueron un éxito. Al norte de la ciudad, la galería NoMínimo se acopla asimismo a este régimen de calidad internacional; en el pasado participó en la feria ARCOmadrid, organizada por IFEMA, y la feria ARTBO, un programa de la Cámara de Comercio de Bogotá. También en el pasado intentó satisfacer el rol de educar a un grupo élite de aficionados al arte con el fin de crear coleccionistas.

Ahí es cuando entra un gran “pero”. Independientemente de si las galerías de arte ejercen o no su función, el conflicto empieza cuando se toma el modelo exacto de galería que funciona en los focos y mercados importantes de arte contemporáneo para introducirlo a una ciudad a la que mucho le falta para empaparse de la relevancia del arte contemporáneo y crear lazos con la obra de este movimiento.

El arte contemporáneo propone que la interpretación de la obra quede a la merced del espectador. Sin embargo, en una ciudad en la que no existe una cultura de exposición permanente al arte, guiar al espectador en su enfrentamiento inicial sería un buen camino por donde empezar. Incluso en las mismas galerías de arte se pudiera encontrar una manera más didáctica de conectar al espectador con la obra en vez de intimidarlo en el acercamiento. De esta forma se lograría educar al espectador para que en un futuro formule sus propias conclusiones y cree su propia experiencia que es el fin del arte contemporáneo.

Educando a la población en el arte desde la infancia, tal como lo hacen los grandes museos del mundo, se crea futuros aficionados. Pablo León de la Barra, el curador del UBS MAP para el Guggenheim, región Latinoamérica, luego de su visita a Guayaquil comentó en el blog del museo que años después de la apertura del MAAC su visión y misión fueron rápidamente olvidadas, refiriéndose a la labor para la que se creó ese espacio cultural: educar a la ciudadanía. Solo así podríamos esperar que algún día el ciudadano común se interese por el arte visual.

¿Por qué en vez de esperar que sea el público quien entra a las galerías y los museos, no llevamos el arte contemporáneo a los espacios públicos de la ciudad? En otras ciudades de Latinoamérica los gobiernos han invertido en programas de este tipo, logrando que el público se familiarice con este movimiento de arte.

Esperemos que en el 2017 el Estado y el Municipio colaboren en el desarrollo del arte y cultura de Guayaquil. (O)

ojosecosec@gmail.com

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