Los primeros años del cine en Guayaquil
Dice que le tomó siete años de investigaciones. De hurgar en diarios y publicaciones de la época. Pero, en realidad, lo que Jorge Suárez Ramírez presenta en su libro Cine mudo, ciudad parlante: historia del cine guayaquileño, tomo 1, es la experiencia de toda una vida dedicada a la expectación del séptimo arte.
Este guayaquileño es una de las personas que han hecho de su pasión cinéfila su filosofía de vida. Por ese motivo, quizá, no es exagerada la frase que escribe sobre Suárez el poeta Marcelo Báez en el texto introductorio del libro: “Es el hombre que nació respirando celuloide”.
Por años, Suárez dirigió espacios televisivos en los que hablaba de películas y las presentaba. ¿Quién no lo recuerda? Y desde 1968 acude puntualmente, cada año, a la entrega de los premios Óscar, en Hollywood. Además, escribe crítica de cine y dirige la Cinemateca de la Casa de la Cultura, núcleo del Guayas. Él es, en sí mismo, una especie cinemateca: conserva en su memoria datos, historias, películas, personajes.
Sin embargo, el libro que acaba de publicar, Cine mudo, ciudad parlante: historia del cine guayaquileño –que sale a la luz en el programa editorial de la Municipalidad de Guayaquil– no es de las épocas que él ha vivido, ni de sus recuerdos, ni de sus viajes a Hollywood, ni de sus encuentros con las celebridades. Es producto de la investigación, de la inmersión, por horas, en archivos y bibliotecas. Y con su conocimiento de cine, con su pasión por el séptimo arte, estructuró en un ensayo esta información que se hallaba dispersa. Le puso un orden, un hilo argumental.
El resultado es un libro voluminoso, de más de 500 páginas, en el que no solo narra cómo llegó el cine a Guayaquil, sino que también habla de la vida cotidiana de la ciudad, de la moda, de la política, de las artes, de la cultura. Todo, apoyado con recortes, con fotografías, anuncios y programas de las primeras décadas del siglo XX, lo que nos ayuda a configurar una época, una historia, personajes y lugares. El modo de ser de esta ciudad puerto, en la que nació el cine argumental de la mano de Augusto San Miguel, y que no conserva archivos fílmicos de entonces.
En la introducción del libro, Báez señala que este percance no solo sucedió en Guayaquil, sino en el mundo, y cita a la Film Foundation de Martin Scorsese, según la cual la mitad de los filmes hechos antes de 1950 se ha perdido y más del 90% de lo filmado antes de 1929 se destruyó. Con su libro, Suárez ayuda a reconstruir una etapa guayaquileña: narra lo que va desde 1896 hasta 1925. Y en un segundo tomo, que ya alista, relatará de 1926 a 1933. Enhorabuena por libros como estos y por gente que como Suárez documentan la historia porteña.