Oswaldito superstar: La improvisación furiosa

Por Mercucio
02 de Abril de 2017

“El teatro local, La Mueca en este caso, aún está tomado por la gangrena del estereotipo de ese que nos hacer reír tanto y nos libra del humor inteligente”.

Chiros y furiosos, obra dirigida por Tati Interllige y Oswaldo Segura, este último como superprotagonista actuando junto con José Mancilla, Dolores Barreto, Ángela Chavarría, Alberto Castro, Stalin Pérez, Mónica Villao y Francisco Guzmán. Fue llevada a cabo en el Teatro del Ángel, espacio autofinanciado por el mismo grupo La Mueca, labor que en primer lugar hay que aplaudir. Esto da como resultado un sitio que intenta sobrevivir y que lo ha logrado; lo notamos en sus paredes gastadas y en las butacas cansadas de luchar contra el tiempo, lo que conlleva una obligada restauración. Quienes consumimos teatro sabemos que el lujo de una sala, un bar provisto de todos los tragos y caros, o una escenografía costosa, está en segundo plano a la hora de apreciar una obra.

La comedia, que entre risa y risa nos llega donde más nos duele actualmente: nuestra chirez, habla de manera sutil de una coyuntura política que ha ido comiéndose nuestra vida y sueños durante los últimos años. Aunque el dinero no lo sea todo, sirve para lo más básico: sobrevivir… y mantener vivo el arte.

La abuelita (Segura) dueña de un minimarket, no ha vendido nada en semanas, peor si las grandes corporaciones de venta de víveres han puesto sus comisariatos cerca. La obra toma un giro cuando dos ladrones inexpertos entran al establecimiento para robarle a ella y a su nieta Ángeles (Chavarría).

El ladrón uno iba a ser protagonizado por Stalin Pérez, pero cuando fui me llevé la sorpresa que ese papel estuvo a cargo de Ángelo Segura, el hijo de Oswaldito y el ladrón dos, por Castro. Las actuaciones no fueron malas en su género, pero precisamente por esto me atrevo a decir que en la improvisación, La Mueca son los reyes de la ciudad. La obra tiene un guion que se irrespeta con la creatividad del momento. El público adora a Oswaldo Segura y quien diga que él se quedó atrapado en el personaje de “Felipito” es porque no ha ido a ver sus demás trabajos actorales.

Oswaldo no solo tiene en suspenso al espectador para la próxima risa, sino también a sus colegas actores que no dominan aún lo que Segura les exige por sorpresa. Unas veces se quedan en blanco y en otras se les cae la actuación. El protagonista de esta obra aún tiene mucho que dar a su público y todavía bastante que enseñar a sus jóvenes compañeros.

En ocasiones he escuchado que se asiste al teatro para olvidarse de los problemas; sin embargo, es en el teatro donde vemos de distintas formas nuestra propia condición social, psicológica y humana; sin la teatralidad lo humano sería inconcebible. Así pasó en Chiros y furiosos, que a través de la comedia nos mostró el realismo de nuestro marco espacio-temporal.

Premiar, juzgar, censurar o reprochar, entonces son tareas que estarían a cargo de quienes aplaudimos o abucheamos lo que vemos, no de superagencias reguladoras de contenidos. Dicho esto, no todo es comedia por las ocurrencias de la improvisación. El teatro local, La Mueca en este caso, aún está tomado por la gangrena del estereotipo de ese que nos hacer reír tanto y nos libra del humor inteligente. Pero La Mueca no pierde esa transteatralización, es decir, lo mediático. Cada personaje que estuvo en el escenario portó consigo todo un mundo mediático que nos concierne. (O)

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@_Mercucio_

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