Los libros que me gustan

Por Clara Medina
04 de Diciembre de 2011

¿Qué le puedo regalar? Esa es la pregunta que más se hace la gente en esta época del año. Por la cercanía, por las vivencias del día a día, uno aprende a conocer, de algún modo, los gustos de los otros. Sin embargo, hay un cierto dilema cuando se tiene que elegir el regalo para el compañero de trabajo o de universidad. Para el colega con que se comparte jornada o para el familiar con el que no se tiene tanta intimidad como para intuir qué le va a agradar.

Ya sé lo que me vas a regalar, me dijo, en tono de broma, una amiga. Las demás rieron y agregaron: Sí, un libro. Yo me quedé pensando, pero no en los libros que regalaría, sino en los que me hubiera gustado que me regalaran.

Habría sido inmensamente feliz, por ejemplo, si alguien me hubiera regalado El perfume, esa novela intensa del alemán Patrick Süskind, que luego fue llevada al cine; o Sostiene Pereira, obra sobre la falta de libertad, trabajada en clave de parte policial, del escritor italiano Antonio Tabucchi; o Ensayo sobre la ceguera, del Nobel de Literatura portugués José Saramago, una desoladora historia en la que el ser humano, impedido de ver, en medio de la incertidumbre, regresa a su estado más primitivo.

Hubiera celebrado, asimismo, que alguien me regalara El barón rampante, ese gran viaje hacia sí mismo que plantea el escritor italiano Ítalo Calvino a través de su novela; o La casa del sano placer, de la ecuatoriana Alicia Yánez Cossío, una ingeniosa y punzante narración que desestabiliza los valores establecidos.

A todos esos libros llegué por casualidad, entrando a las librerías, husmeando entre muchos títulos, o porque en alguna parte leí sobre ellos, o alguien hizo referencia a sus autores. Y los disfruté realmente. Fueron un regalo. Un auténtico regalo, aunque nadie me los haya dado como tal.

De ellos recuerdo nítidamente más que la historia que cuentan, las emociones que me produjeron: desde la alegría profunda por la valentía de  Cósimo al tomar, con decisión, las riendas de su vida, en El barón rampante; hasta la angustia de ser testigo de un mundo que ha perdido su elemental dignidad, como sucede en Ensayo sobre la ceguera. Desde el asombro por ese asesino en serie de Süskind y la celebración de la irreverencia de Yánez Cossío hasta la certeza de la eficacia de Tabucchi en su denuncia contra el totalitarismo.

Creo que quizá alguien, en algún lugar, sería tan feliz como yo si pudiera leerlos. Hay tantos libros esperando ser abiertos, aguardando que alguien los descubra. Que   los ponga a circular. Navidad puede ser un buen momento para llegar con una lectura. Un  libro puede ser un excelente regalo. Títulos hay miles. La decisión está en nosotros.
claramedina5@gmail.com

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