El regreso de un naufragio

Por Hernán Pérez Loose
15 de Marzo de 2015

Eran casi las dos de la tarde del 7 de mayo de 1915. El más grande y lujoso transatlántico de aquel entonces, el Lusitania, navegaba frente a la costa de Irlanda en su viaje desde Nueva York a Londres. De repente la majestuosa nave recibió el impacto de un torpedo que fue disparado desde un submarino alemán. En el lapso de apenas 18 minutos la nave, que había sido el símbolo del progreso inglés y del capitalismo de la época, se hundió.

Esta tragedia dejó alrededor de 1.200 personas muertas, la mayoría eran de nacionalidad estadounidense. Poco tiempo después, los Estados Unidos entraban a la Primera Guerra Mundial, y con ello el curso de la confrontación tomó un giro importante.

Este es el tema de la más reciente novela de Erick Larson, Lusitania: el hundimiento que cambió el rumbo de la historia (editorial Ariel, 2015, Barcelona), traducida por Ana Herrera. Con el correr de los años este trágico acontecimiento se vio envuelto en una serie de teorías (muchas de ellas de corte conspirativas...) que terminaron por opacarla y condenarla simplemente al olvido. Hoy gracias a la exquisita pluma de Larson, el hundimiento de esta nave viene estudiado y analizado con una verdadera pasión por los detalles, las fuentes y, en general, la realidad histórica.

Esta rigurosidad, sin embargo, no ha comprometido el estilo ágil con el cual el autor aborda tan complicado tema. Larson no es nuevo en estos desafíos. El escritor y periodista estadounidense ha demostrado poseer un don especial para sumergirse en eventos históricos y narrarlos en forma de novela. Tal fue el caso, por ejemplo, de El jardín de las bestias (editorial Planeta, 2014, Barcelona), comentado en esta columna.

En el presente caso, Larson gira su investigación alrededor de un grupo de personajes que tuvieron un papel clave en los acontecimientos de esa primavera de 1915. Uno de ellos es Walther Schwieger, el capitán del submarino alemán. Otro es el propio presidente Woodrow Wilson (vigésimo octavo mandatario estadounidense en el periodo 1913–1921), abatido en su conflicto interno entre sus convicciones pacifistas y la reacción belicista de su país frente al hundimiento del barco.

Otro es William Turner, el reservado capitán del Lusitania que tomaba muy en serio la seguridad de sus pasajeros a pesar de mofarse de ellos. Y obviamente el propio barco, cuya construcción y facilidades son registradas con gran precisión. “La belleza del buque residía en su complejidad”, dice Larson sobre la embarcación. Algo parecido podríamos decir por nuestra parte de tan interesante obra cuya lectura recomendamos. (O)

hernanperezloose@gmail.com

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