Del arte y su relevancia: Espacios expositivos

Por La Menina
14 de Mayo de 2017

“El Museo Nahim Isaías debería comprometerse a mostrar exclusivamente la producción artística nacional del más alto nivel...”.

En septiembre de 2016, el Museo Nahim Isaías inauguró la exhibición de arte colonial Jesús de Nazaret: vida-camino y arte, en la que presenta gran parte de sus más de dos mil obras pictóricas, esculturas y artefactos ceremoniales, ejecutadas en el Ecuador entre los siglos XVI y XIX. A través de distintas estancias se relata cronológicamente la vida del predicador judío. Las salas ambientadas con iluminación dramática, cantos gregorianos y coloridos pasajes trasladan a un espacio consagrado para la adoración.

Desafortunadamente, las otras dos exhibiciones del museo son la antítesis de lo anterior.

Mozzafiato, de María Claudia Toledo Quiroz, es el paradigma de una obra pictórica y fotográfica de nivel técnico rezagado, presentando paisajes europeos y bocetos modernistas, irrelevantes en el diálogo contemporáneo.

De la muestra La ciudad y yo, de la artista quiteña Irene Cazar, únicamente aquellas obras realizadas entre 2005 y 2007 resultan las menos obvias y más acorde con su idea de relación propia con la ciudad. Muestras como estas desprestigian y exponen el desatino crítico de quienes dirigen estos espacios.

Frente a una falta de espacios expositivos sin ataduras comerciales para artistas emergentes, el Museo Nahim Isaías debería comprometerse a mostrar exclusivamente la producción artística nacional del más alto nivel aprovechando su aventajada ubicación, su trayectoria como centro antropológico y su adecuada infraestructura.

‘Invitados 2017’

El programa Invitados 2017 fue creado por la galería DPM para impulsar la carrera de artistas emergentes locales. Carlos Figueroa presentó su obra Días de 1999 a fines de abril y Leonardo Moyano mostró al público Gulag durante las primeras semanas de mayo.

Figueroa se adentra en el mundo del recuerdo para representar imágenes imprecisas de un pasado propio, soñado por él o por “Otro distante y opaco”. Rastros de edificios e infraestructuras urbanas aterrizan a un espacio-tiempo ambiguo; objetos y cuerpos surgen de la borrosidad de los planos intensificando la profundidad individual de las obras y la narrativa compartida.

En el texto curatorial el artista Jorge Aycart cita un fragmento de Las ruinas circulares, de Jorge Luis Borges, e introduce la temática del ‘ser soñado por otro’. Curiosamente, la instalación homónima al texto no defiende su relevancia en la muestra. Figueroa parece no tener miedo del uso del color. En la obra Parque la Lameda, el señor nos ve, un rojo vivo contrasta con un azul intenso; en la pared opuesta, los colores de Estación Plaza España 8.45 AM luchan por atención.

En Días de 1999 debe prestarse atención al uso del collage, una herramienta frecuentemente saturada. Asimismo, la técnica del goteo resulta ordinaria. Aunque Apacentó es ejemplo de audacia, la instalación Margarita–José Luis vestigio de una duda es, sin duda, la prueba estelar de la promesa del artista: su composición, técnica, atención al detalle y dimensión convergen en un deleite estético.

En Gulag, la más reciente exhibición de Leonardo Moyano, se valora tanto el entrenamiento técnico como teórico del artista, ambas virtudes de la academia. En ella se destaca la temática social ligada a la labor personal del artista y, presumo, su participación en el colectivo Los Chivox. En el ingenioso texto curatorial, el escritor Salvador Izquierdo define Gulag como “dirección general de los campos del trabajo”, temática que Moyano elabora en su obra presentando una crítica a la sistematización de la sociedad, a la vigilancia, a la libertad y a la represión.

El criterio estético de Moyano es evidente en el juego con las superposiciones, la perspectiva y la atención al detalle en todas las obras independientemente de su formato. Una gran pintura asentada sobre un bloque de cemento, así como una obra atravesada por una línea amarilla desde el piso hasta el techo irrumpen la monotonía del espacio con una sutileza de excepcional ejecución.

Una de las obras Sin título –un conjunto de pinturas en las que resaltan casetas de vigilancia– es la ejemplificación de la propia inmersión del artista en la labor repetitiva de los campos de trabajo creados por sistemas represivos. ¿Es acaso la propia acción de Moyano una crítica a la labor del artista en la actualidad? Las obras de Figueroa y Moyano se yuxtaponen al reflejar cierta nostalgia por el pasado, Figueroa una añoranza y Moyano tal vez una premonición del ‘Gulag’ en su propia existencia. (O)

ojosecosec@gmail.com

  Deja tu comentario