Bob Dylan y Leonard Cohen: Los poetas cantantes

27 de Noviembre de 2016
  • Inspirado en la portada del disco You want it darker (2016), de Leonard Cohen.
  • Bob Dylan trabaja en su departamento en Greenwich Village (Manhattan, Nueva York), 1964.
  • Leonard Cohen en los años sesenta.
Fernando Balseca

La concesión del Nobel de Literatura a Bob Dylan le ha refrendado a la canción popular su estatuto de poesía. Por eso también ha conmovido la muerte de Leonard Cohen, pues él encarnó al poeta que optó por cantar para comunicar algo trascendente.

Dylan es sinónimo de la canción combativa, de esa que sirve para llamar la atención sobre el desorden social del mundo y sus dolorosas injusticias. Cohen fue casi un profeta, un artista que, como un monje de los cantos gregorianos, su arte parece destinado a llamar la atención de algún poder superior.

El Nobel de Literatura para uno que canta y baila

El de la Academia Sueca es solo un premio más en la vida artística de Bob Dylan, quien nació en 1941. En 1992 Dylan aceptó el reconocimiento por toda su obra que le otorgó la Academia Nacional de Artes y Ciencias Sonoras, y, además, en la ceremonia, entonó el himno antiguerra Maestros de la guerra, en un momento en que los Estados Unidos habían iniciado la guerra del golfo en el Medio Oriente. Así es de provocador con lo establecido.

La placa del premio se la entregó un fan, Jack Nicholson, quien entendió poco, al igual que el público, las palabras de Dylan: “Bien, mi papá no me dejó casi nada. Ustedes saben que él era un hombre muy simple, pero lo que sí me dijo fue esto; él me dijo: Hijo, sabes que es posible llegar a estar tan contaminado en este mundo que tu propio padre y tu propia madre te abandonarán, y, si esto sucede, Dios siempre creerá en tu capacidad de arreglar tus caminos”.

La obra de Dylan en la actualidad es motivo de ensayos, libros y tratados (incluso sobre las pinturas que también ha realizado). A lo largo de su carrera, siempre ha querido mostrar que él pisa el suelo con firmeza; por eso se ha descrito a sí mismo, sencillamente, como un hombre que canta y baila. Sin embargo, su influencia es grandísima en el mundo. Cerca de media docena de presidentes norteamericanos han citado sus canciones y han comparado la profundidad de sus cantos con la obra de Mark Twain, Charles Dickens e incluso William Shakespeare.

El influyente músico folk Woody Guthrie ha dicho de Dylan: “Se puede oír su música y realmente aprender a vivir”. Así de poderosa es considerada su lírica. Antes de ser identificado como el sonido de los años sesenta, Dylan era un muchacho tímido de un pequeño pueblo de Minnesota que escribía versos. Entregado a la música desde pequeño, a los 12 tocaba la guitarra y la armónica, luego aprendió a tocar el piano. Después de terminar el colegio fue a la Universidad de Minnesota, pero se retiró para dedicarse de lleno a la actividad musical.

Para Ludolfo Paramio y Antonio Resines, que tradujeron al español sus canciones, “la trayectoria de Dylan es la trayectoria de un conflicto personal provocado por el derrumbamiento de unas ilusiones, por la advertencia del verdadero carácter del problema de la descomposición de la vida –social y colectiva– en los Estados Unidos de Norteamérica”. Acaso por eso sus canciones bordean el cinismo, lo caótico, lo surreal y lo erótico.

¿Cómo se siente?, ¿cómo se siente? Estar completamente solo, sin saber el camino a casa. Ser un completo desconocido, como una piedra que rueda”.
Extracto de la canción Like a Rolling Stone (1965). Elevó a Dylan a la categoría de estrella del rock

El poeta espiritual que se interesó en el hipnotismo

Quienes trataron a Leonard Cohen lo recuerdan como una persona llena de cortesía, con modales antiguos. Nacido en 1934, él dijo que vino al mundo vestido de terno porque su padre, un próspero judío canadiense, administraba un negocio de ropa formal. Incluso en las ocasiones más informales, Cohen vestiría de traje. Vivió una niñez privilegiada, pues su familia gozaba de estatus: sus ancestros habían construido sinagogas y fundado periódicos. Como afirma Sylvie Simmons, “Cohen tuvo una vida segura y confortable en medio de un tiempo incómodo e inseguro”, el del periodo de entreguerras.

Hay anécdotas tempranas que hablan de la singularidad de Cohen: de adolescente desarrolló un interés por la hipnosis que aprendió leyendo libros. Después de haber logrado éxito con los animales, protagonizó un episodio curioso con la joven empleada doméstica, a quien logró poner en trance con un lápiz frente a sus ojos. A pesar de que el libro aclaraba que esas técnicas solo debían usarse con propósitos educacionales, Leonard le ordenó que se quitara la ropa. El problema es que no pudo sacarla del trance y el hipnotizador entró en pánico.

En su novela El juego favorito, de 1963, Cohen recreó este episodio y el hipnotizador de su relato dice: “Nunca había visto una mujer tan desnuda… Yo estaba lleno de asombro, feliz, y temeroso ante todas las autoridades espirituales del universo”. En otros momentos, ha comentado: “No creo que un hombre jamás se sobrepone de la primera visión de la mujer desnuda. Ella es Eva de pie frente a él, es la mañana y el rocío sobre la piel. Y pienso que es el mayor contento de la imaginación de todos los hombres”. Cohen es el artista que declaró que amó a Jesús desde niño.

Un momento decisivo en la vida de Cohen se dio alrededor en los años cincuenta cuando la poesía, la música, el sexo y el anhelo espiritual se le fusionaron. Y justamente fue el hallazgo de la poesía de Federico García Lorca lo que le permitió consolidar su vocación de escritor y cantante. El poema Gacela del mercado matutino, de Lorca, le puso los pelos de punta porque, según él, comprendió que la palabra bien dicha podría de cierta manera abarcar el cosmos: “Cada poema que te llega es como una llamada que necesita una respuesta, uno quiere responderla con su propia historia”.

Leer a Lorca, pues, le permitió buscar su propia voz (aunque años después también ha afirmado que escribe poesía para que las mujeres se interesen en él). En esa época se compró por 12 dólares canadienses una guitarra española en una tienda de empeño y nació su entusiasmo por la música folk.

En McGill University, Cohen estudió artes, matemáticas, comercio, ciencias políticas y leyes. Pero, según su propio recuento, más bien se dedicó a leer, a beber, a tocar música y a perder tantas clases como le fuera posible. En la universidad se acentuó su opción por la poesía. A quienes lo entrevistaron, Cohen siempre les dijo que las respuestas que importaban eran aquellas que estaban en sus canciones. Cohen siempre insinuó que la obra del artista es solo un escenario en el cual un drama más profundo se está desarrollando.

Para Liel Lebovitz, el poder de la figura de Cohen era gigantesco: “En un concierto de Cohen se escucha el mismo murmullo que hay en una iglesia o una sinagoga, un sentimiento que emana del darse cuenta de que las letras y la melodía que se van a escuchar son resultado de nuestro mejor esfuerzo humano para capturar los misterios que nos rodean, y que si escuchamos y cerramos los ojos y entonamos la canción, uno, de alguna manera, también puede trascender”.

Bob Dylan y Leonard Cohen son dos de los poetas cantantes, en lengua inglesa, que han incidido en el espíritu de los humanos para darnos la ilusión de que los días en la Tierra pueden ser mejores. (I)

La poesía es solamente la prueba de que hay vida. Si tu vida se está quemando bien, la poesía no es más que la ceniza”.
Leonard Cohen

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