De cómo Junior perdió sus amores

Por Hernán Pérez Loose
30 de Septiembre de 2012

En su reciente novela Así fue como la perdiste, Junot Díaz nos entrega nueve historias protagonizadas por un joven dominicano estadounidense, probablemente en sus años treinta, quien a pesar de sus rasgos agresivos y machistas está enfermo de amor.

Ganador del Premio Pulitzer en el 2008 por su primera novela, La maravillosa vida breve de Óscar Wao, Díaz vuelve en esta obra a cautivarnos con ese ritmo acelerado y exhilarante, lleno de rápidas imágenes que nos transportan como en una motocicleta a toda velocidad casi simultáneamente por las calles de Santo Domingo y las de Jersey City.

Esta vez no se trata de las reminiscencias de los años del dictador Trujillo por las calles de Nueva Jersey, ni de los delirios pop de un adolescente extraviado en el mundo del cómic que nos deleitó en su anterior novela y que lo lanzó a Díaz a la fama mundial –con más de un millón de ejemplares en pocas semanas–  como uno de los escritores de primera línea. Ahora él pone todas sus energías para abordar a las poderosas y a la vez difíciles fuerzas del amor.

Quienes leyeron La maravillosa vida breve de Óscar Wao –y que fue comentada en esta columna– recordarán a Junior, el personaje clave que se encarga de narrarnos la historia de Wao y quien demuestra una asombrosa capacidad de autodestrucción en sus relaciones con las mujeres.

Ahora Junior es el eslabón que conecta las narraciones que hacen la nueva obra de Díaz.

Son historias que nos cuentan de cómo el amor en sus expresiones románticas, físicas o familiares puede derrumbar al personaje más masculino que jamás pueda uno imaginarse.

La necedad y rudeza con la que se conduce Junior es tan asombrosa como lo son las increíbles mujeres con las que se enamora perdidamente para luego perderlas. Ya se trate de Alma, una mujer con alma de artista, o de Magda, que ve en los dominicanos a unos tramposos desenfrenados, o de Miss Lory, que ha entrado en edad. En cada una de estas experiencias hay como escondido un grito desesperado y, a su vez, cómico de una profunda desolación.

Como bien ha señalado Michiko Kakutani, crítica del The New York Times, en su nueva novela Díaz no pretende hacer una anatomía ambiciosa del amor como lo hace García Márquez en El amor en los tiempos del cólera, pero ciertamente logra darnos una visión –la suya al menos– lo suficientemente reveladora sobre este tema.

hernanperezloose@gmail.com

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