Florencia: donde el arte siempre renace

07 de Octubre de 2012
  • El Ponte Vecchio es el más antiguo de Florencia y aunque mantiene la fachada tradicional de sus casas, adentro aloja lujosas joyerías.
  • En las calles florentinas artistas callejeros hacen del asfalto un lienzo.
  • El David es una escultura de mármol blanco, cuya original, se encuentra en la Galería de la Academia, en Florencia.
  • La imponente fuente de Neptuno es uno de los atractivos más importantes en la Piazza della Signoria.
  • La basílica de Santa María Fiore destaca por su estilo gótico y fachada de mármol; al frente, el baptisterio de San Juan con su forma octogonal.
  • El interior del baptisterio de San Juan es imponente en su cúpula.
Texto: Katherine Villavicencio, especial para La Revista / Fotos: Daniel Carofilis

Firenze, como la llaman los italianos, es una pequeña metrópoli cultural que ofrece al visitante variadas opciones turísticas.

Florencia en un suspiro en sí misma. Transpira arte a cada paso: en sus plazas, mercados, en sus iglesias y museos. Es un lienzo vivo, en el que la huella de Miguel Ángel, Boticelli, Leonardo da Vinci, Donatello, Dante Alighieri y el sinnúmero de artistas del Renacimiento atrapa a todo aquel que visite la región de la Toscana.

El verano le da un ambiente de fiesta a esta ciudad de calles empedradas, vistosos restaurantes al aire libre y enormes esculturas. Con un mapa y una guía de arte en la mano, empezó la aventura de descubrir el encanto de su arte, diseño y moda.

La catedral, o doumo en italiano, dedicada a Santa María del Fiore, es una de las obras arquitectónicas que más impresionan. Recubierta toda en mármol blanco, verde y rosado, la iglesia es el resultado de 170 años de trabajo de diferentes artistas de la época. Destaca por su imponente tamaño, su estilo gótico, el arte a mano de su fachada (donde muestra las estatuas de los apóstoles y la Virgen) y su enorme cúpula, construida por Filippo Brunelleschi y pintada con escenas del juicio final por Giorgio Vasari y Federico Zuccari.

El interior de la catedral, con altas columnas y arcos, atrapa por su piso de mármol, con formas perfectamente armadas que simulan un laberinto. Pegado a la iglesia está el campanario de Giotto, famoso por las estatuas de los profetas esculpidas por Donatello, y al frente, en el centro de la plaza del duomo, el baptisterio de San Juan.

Su puerta de oro, llamada por Miguel Ángel la Puerta del Paraíso, muestra escenas del Nuevo Testamento talladas todas a mano; adentro, sus paredes de mármol, las tumbas y su cúpula, pintada con mosaicos bizantinos, hechos en 1225 y que se mantienen intactos, hacen del baptisterio una de las joyas artísticas más importantes de la ciudad.

Otros atractivos

Detrás de la cúpula de la catedral está el Museo Ópera del Duomo, donde reposan la famosísima María Magdalena, avejentada y triste, de Donatello, y la Piedad del Duomo, de Miguel Ángel, un autorretrato que no terminó de esculpir y estaba destinada a adornar su tumba. También se guardan las piezas originales de la Puerta del Paraíso y otras obras de la catedral que fueron reemplazadas por copias para su conservación.

Basta con salir de ahí y seguir por sus calles, llenas de tiendas de arte y ropa, para encontrarse con uno de los lugares con mayor vida artística: la Piazza della Signoria (Plaza de la Señoría). Artistas que pintan retratos, tocan el violín o la armónica generan un ambiente bohemio en torno al Palazzo Vecchio (Palacio Viejo), la imponente fuente de Neptuno, la copia del David de Miguel Ángel y el Pórtico de los Lansquenetes.

El interior del pórtico es un museo abierto, donde la gente se sienta a admirar esculturas famosas, como Hércules y el Centauro, de Giambologna; y El Perseo, de Benvenuto Cellini, mientras la tarde cae, las luces de los restaurantes al aire libre se encienden y la movida cultural continúa.

El Palazzo Vecchio abre hasta las doce de la noche y hace que el circuito artístico en Florencia se extienda hasta el amanecer. Su fachada rústica de piedra llama la atención por su esbelta torre, el reloj y los escudos de la ciudad. Pero su interior fascina desde su patio, con columnas revestidas de dorado y paredes pintadas con vistas de ciudades austriacas, hasta los enormes salones, con techos llenos de molduras, paredes revestidas de pinturas de Vasari y Bronzino, y decoradas con esculturas de Miguel Ángel, Donatello (la famosa Judit) y Giambologna.

El Salón de los Quinientos es una de sus salas más grandes, con pinturas que resaltan batallas históricas y cuentan episodios de la conquista de Pisa y la Toscana. Es un recorrido fantástico, de unas dos horas, por cuartos, salitas, terrazas internas y capillas llenas de arte que dan cuentan del imperio de Los Médicis, la familia de banqueros que gobernó la ciudad y la llevó a ser denominada ciudad-faro del Humanismo y del Renacimiento.

Si de día o noche el recorrido lo dejó agotado, en el costado izquierdo del Palacio hay dos llaves de bronce de las que vierte agua mineral con gas, bien fría, para recargar energías y continuar con el circuito de arte florentino.

Junto al Palazzo Vecchio está la Galería Uffizi, que alberga una de las colecciones de arte más antiguas del mundo y uno de los museos a los que no se puede dejar de visitar. Adentro, los cuadros y esculturas están dispuestos por orden cronológico, desde el siglo XIII al XVIII.

Es prohibido hacer fotos para evitar el desgaste de las obras, pero quien la recorre se lleva en la retina la imagen de las más impresionantes obras de esa época: El nacimiento de Venus y La primavera, de Sandro Boticelli; La Anunciación, de Leonardo da Vinci; Virgen del Jilguero, de Rafael, y un sinnúmero de cuadros hiperrealistas de pintores italianos.

La ruta sigue en la Galería de la Academia, donde se conserva la más importante colección de esculturas de Miguel Ángel. En una de sus salas principales luce, majestuoso, el David. De cinco metros de alto, hecho en una sola pieza de mármol, muestra las formas perfectas del desnudo captadas por el artista en 1500.

Actualmente la escultura tiene sensores electrónicos en la pierna derecha, porque el interior del mármol dio señales de un posible agrietamiento. Explican en el museo que Miguel Ángel lo hizo tan idéntico a la forma humana que hasta colocó más peso en el costado para lograr la naturalidad de esa pose lateral.

Los sensores responden a una computadora que monitorea hasta el más pequeño debilitamiento que pueda presentar la escultura. San Mateo, los Cuatro prisioneros y la Piedad de Palestrina son otras obras del artista que se guardan celosamente.

En las afueras

Fuera de los museos, la Plaza de la República, el Mercado Viejo y la Fuente del Jabalí invitan al turista a vivir el encanto de un carrusel, a comprar algunos de los exclusivos diseños en cuero (carteras, billeteras, chaquetas o monederos) o a soñar con un futuro lleno de fortuna.

La tradición florentina dice que hay que frotar la trompa del jabalí, que luce brillante debido al desgaste, y luego colocar una moneda en el hocico. Si el chorro que sale de ahí deja caer la moneda debajo de la rejilla, significa que tendrá buena suerte o volverá a la ciudad.

Otro de los rincones encantadores de Florencia son su vía al pie del río y los puentes que conectan al otro lado de la ciudad. El Ponte Vecchio (Puente Viejo), el más antiguo de la ciudad y tal vez de toda Europa, concentra a miles de turistas todos los días. Es una estructura medieval que alberga a cada lado pintorescas tiendas de joyas.

Afuera, las casas conservan su fachada antigua, pero adentro, la modernidad del diseño y el oro de las alhajas muestran el lado ostentoso de la ciudad. Es común encontrar juegos de aretes de 2.000 euros ($ 2.500), pulseras de 3.000 y los más exclusivos relojes de la firma Rolex. Uno de sus diseños exhibía una etiqueta por 79.900 euros ($ 102.761).

A su alrededor hay tiendas de arte, donde se pueden encontrar lienzos originales de artistas locales por 20 euros, recuerdos de La Piedad o el David hechos en mármol o resina y un sinfín de souvenirs en los que destaca la flor de lis, símbolo de la ciudad.

El puente conecta con el Palazzo Pitti, el más imponente de la ciudad con su fachada de 205 metros de extensión y 36 de altura. En su empinada entrada, la gente toma sol, se sienta a comer o a recuperar fuerzas antes de entrar. En el interior se muestran los aposentos reales, la Galería de Arte Moderno y la Galería Palatina, donde se exhiben los cuadros de arte religioso de Rafael.

Mirador

Florencia no termina. La Iglesia de la Santa Cruce (Santa Cruz), de estilo neogótico y donde reposan los sepulcros de Miguel Ángel, Galileo Galilei y Nicolás Macchiavelo; las basílicas de Santa María Novella y la de San Lorenzo son obras de arte en sí mismas que muestran los más finos mármoles de la época y la obra de sus artistas, en frescos, pilares, vitrales y torres.

Lejos del centro y por una serpenteante ruta de seis kilómetros, llena de árboles, se llega a la Piazzale Michelangelo, una espectacular terraza panorámica donde se encuentra una copia del David y desde donde se aprecia Florencia en todo su esplendor. Deja a la vista cúpulas, torres, iglesias, puentes y paisajes. Es la mejor postal de una ciudad que hizo del arte su esencia y que siglos después sigue renaciendo.

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