Inicios de las Galápagos: Un poco de historia

Por Paula Tagle
27 de Marzo de 2016

“En 1574 las islas aparecen por primera vez en un mapa del cartógrafo flamenco Abraham Ortelius, basado en los reportes oficiales del viaje de Berlanga”.

Las descripciones iniciales de las islas no fueron favorables. Fray Tomás de Berlanga fue el primero. Él viajaba desde Panamá a Perú, en sus funciones de obispo de Panamá, para resolver una disputa entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Al octavo día de navegación se enfrenta a seis días sin viento y una fuerte corriente que lo desvía al oeste. Un 10 de marzo arriba al archipiélago “a no más de veinte o treinta leguas del suelo de Perú”, como escribiera al rey de España, sin sospechar que se hallaba a 600 millas de distancia. Sabemos que visitó un par de islas, siempre al sur del Ecuador, porque podían medir latitud, aunque no longitud.

La descripción de su agonía no es nada alentadora. “Pareciera como si en algún momento Dios hubiera hecho llover piedras”. La flora era tan extraña como la fauna “muchas focas, tortugas, iguanas, muchas aves como las de España, pero tan bobas que no saben cómo volar, y muchas fueron capturadas con las manos”. Luego de buscar agua en vano, de tener que conformarse con el jugo de los cactus Opuntia (tunas) y de haber perdido diez caballos y dos hombres, logran retornar al continente.

En 1546, otro español, Diego de Rivadeneira, pierde su rumbo hasta Galápagos, reconoce hasta doce islas, e incluso describe una erupción. Cada vez que procura aproximarse a tierra, las impredecibles corrientes lo alejan con rapidez. Pasa tres días intentando acercarse a las elusivas “encantadas”, y de aquí surge el nombre, por su aparente “deriva e irrealidad”; Rivadeneira bautiza a estas islas embrujadas, pues simulan aparecer y desaparecer a su antojo.

Rivadeneira logra navegar a Guatemala, donde testifica ante las autoridades sobre un archipiélago poblado de criaturas inusuales. Pero no reporta ni minerales, ni tierras cultivables y por tanto España no muestra ningún interés por colonizarlas.

En 1574 las islas aparecen por primera vez en un mapa del cartógrafo flamenco Abraham Ortelius, basado en los reportes oficiales del viaje de Berlanga. Ortelius las llama “Isolas de Galápagas”. Una vez en el mapa, el archipiélago comienza a cobrar interés ante los ojos de piratas y bucaneros de la época.

William Dampier, el famoso “pirata ilustrado”, no parece particularmente impresionado con Galápagos. Era la época en que se describía a la naturaleza en función de su utilidad para los humanos, estilo inspirado en la filosofía de Francis Bacon y el protestantismo de Inglaterra de los 1600. Dampier se enfocó más bien en la descripción de los animales que pudieran servir algún propósito, como las tortugas gigantes, alimento útil para largas navegaciones. Por lo demás dedicó pocas líneas a la flora “desconocida para nosotros” en su libro Nuevo viaje alrededor del mundo, publicado en 1697.

William Cowley viajaba con Dampier a bordo del barco La Delicia de los Solteros, que llegó a Galápagos en 1684. Él también publicaría sus aventuras, y un mapa bastante detallado, con las islas bautizadas con nombres de la realeza británica o de compañeros piratas. Cowley anotó en su diario “los españoles se reían al decirnos que las islas estaban encantadas, que eran sombras y no islas verdaderas”.

Los bucaneros de La Delicia de los Solteros reportaron un archipiélago con suficiente agua y recursos. Sin embargo, piratas que llegaran luego tuvieron que enfrentarse a la desilusión de no hallar ni lo uno ni lo otro. Seguramente Dampier y Cowley visitaron las islas en un año Niño.

Después que los piratas llegarían balleneros, pero sus relatos serían igualmente sombríos, válidos para una segunda entrega. (O)

nalutagle@yahoo.com

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