Salud digestiva en niños

03 de Julio de 2016

¿El pequeño no quiere comer y está siempre irritable? Podría tener un dolor que no puede expresar.

Hay preocupación entre las autoridades de salud por lo que perciben como la sobreutilización del medicamento conocido como inhibidor de la bomba de protones en niños, empieza diciendo el doctor Guillermo Muñoz, jefe del servicio de Pediatría del Omnihospital, al iniciar su conferencia sobre gastroenterología pediátrica en el XIX Congreso de Gastroenterología del Ecuador, que se realizó del 24 al 25 de junio en Guayaquil.

Es uno de los fármacos más utilizados para tratar la enfermedad por reflujo gastroesofágico (RGE), y por eso Muñoz resalta la importancia de diferenciar entre esta y el reflujo común, pues mientras el primero requiere medicación, el segundo puede solucionarse con cambio de hábitos al alimentarse.

El médico dice que el reflujo gastroesofágico normal es un proceso que ocurre con frecuencia en los lactantes, niños saludables, a los que se les suele llamar ‘vomitadores felices’, que tienen estas ocurrencias después de las comidas, les duran menos de 3 minutos y no presentan mayores síntomas.

Pero en los niños que tienen la enfermedad hay vómito (aunque sea muy poco), no aumentan de peso, tienen sueño inquieto, irritabilidad y dolores abdominales que hacen que lloren todo el día y rechacen la comida. Tienen tendencia a adoptar la posición antirreflujo, arqueando la cabeza hacia atrás.

El niño pequeño con fama de tener ‘mal carácter’ puede ser, en realidad, un niño que tiene dolor, en especial el lactante, cuya conducta normal debería ser mostrarse feliz después de comer. Puede tratarse de intolerancia, reflujo o ardor retroesternal, que lo vuelven irritable.

“Pero no todo es reflujo”, aclara Muñoz, “no podemos etiquetarlo de entrada, sino que hay que ser cautos en el diagnóstico e ir de a poco. Diagnosticar basado solo en la sintomatología es difícil en el primer año de vida”. Puede ser enfermedad por RGE, pero también podría tratarse de alguna intolerancia alimentaria.

¿A qué edad se inicia?

A pesar de dar la terapia para suprimir la acidez, muchos lactantes no responden al tratamiento. Muñoz refiere que algunos bebés empiezan a mostrar síntomas de reflujo a los 15 o 20 días de edad, pero generalmente se produce alrededor del cuarto mes, declina hacia el segundo semestre del primer año (cuando el niño empieza a tomar alimentos sólidos), hasta desaparecer, en la mayoría de los casos, entre los 12 y 24 meses.

El pediatra pide poner atención, sobre todo, en preescolares y escolares que tienen afecciones de tipo respiratorio, alta causa de consulta. “Muchos vienen con tos crónica, resfríos recurrentes, laringitis, sinusitis u otitis frecuentes, sibilancias y agravamiento del asma, en los que se descartan alergias y procesos infecciosos, y que no responden al tratamiento convencional para vías respiratorias, lo que permite indagar en los antecedentes familiares y sospechar que sean manifestaciones extraesofágicas de la enfermedad por RGE. Para tratar el asma en ciertos niños hay que tratar primero el reflujo, que es el problema de fondo”.

En los casos que requieren una endoscopia, derivados por el pediatra, es porque la acidez persistente ha causado esofagitis o estenosis péptica (estrechamiento del esófago).

Quienes están en mayor riesgo de enfermedad por RGE son los niños con deterioro neurológico (parálisis cerebral, cromosomopatías) u obesidad, así como los casos de atresia esofágica reparada. La nueva evidencia apunta a que existe cierto grado de heredabilidad.

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Cambios de comportamiento

En el caso de los lactantes, puede ser necesario cambiar la fórmula, si esta es el alimento del niño. Si se ha empleado la lactancia materna exclusiva, se requieren cambios en la dieta de la madre (exclusión total de los lácteos), huevos y coladas. Si se trata de niños mayores, se pide alimentación más frecuente, volúmenes pequeños y posiciones antirreflujo. En adolescentes, se evitan la comida chatarra, los picantes, el chocolate, acostarse después de comer, el sobrepeso y el tabaquismo. A esto se suma la medicación, que puede incluir bloqueadores H2, efectivos en disminuir la acidez gástrica; los inhibidores de la bomba de protones, los más usados, que suprimen la cantidad de ácido gástrico; agentes procinéticos, que mejoran el tránsito intestinal y, en casos especiales, cirugía.

Helicobacter pylori en menores

“Cada vez vemos muchos más chicos con infecciones de este tipo”, afirma la gastroenteróloga Alejandra Salvador. “La bacteria se transmite de persona a persona, por contaminación fecal-oral y a través de la placa dentaria. Es muy frecuente en los niños. Se sabe que en Ecuador, durante la primera década, el 3,5% de los pacientes ya ha tenido una primera infección. En la segunda década de la vida, la prevalencia es del 16,5%. “En el adulto, la mayor sintomatología es el dolor abdominal. En el niño puede presentarse diarrea crónica y anemia ferropénica, refractaria al tratamiento. Una vez detectada la bacteria, la anemia mejora”.

En un estudio realizado entre 1998 y 1999 en el área de consulta externa de gastroenterología del Hospital de Niños Alejandro Mann, de Guayaquil, (ahora Hospital Dr. Roberto Gilbert E.), en el que participó la doctora Salvador, se seleccionaron cien pacientes entre 0 y 12 años con síntomas de enfermedad ácido péptica. De ellos, 46 resultaron positivos para H. Pylori (técnica Elisa). En el estudio endoscópico posterior se encontró que la gastritis crónica superficial fue la enfermedad más frecuente (67,4%).

Salvador explica que la paciente más pequeña que ha atendido ha sido una niña de 45 días de nacida. Se le hizo una endoscopia y se encontró una úlcera gástrica y H. pylori. El segundo fue un niño de 2 meses que llegó con hemorragia digestiva alta. Se le hizo la endoscopia y se encontró úlcera duodenal y H. pylori. “Es cruento llegar a una endoscopia en los niños, pero tomando todos los cuidados y seguridades va a ayudar mucho a llegar a un diagnóstico de certezas”.

Evaluación y cuidados

El método estándar para evaluar la enfermedad por RGE es la pHmetría más impedancia intraluminal esofágica. Juntas detectan movimientos de líquidos, aire y sólidos en el esófago, dando información mucho más detallada de lo que pasa allí, tanto de lo que regresa al esófago como aquello que causa ese movimiento. En caso de que el paciente sea resistente al tratamiento o se sospeche otra patología, se realiza una endoscopia.

La endoscopia pediátrica en niños que no responden al tratamiento gastroesofágico es diferente tanto por la edad y tamaño del paciente, que requiere instrumental y acercamiento distinto, como por el hecho de que, a diferencia de este proceso en adultos, siempre se toman biopsias del duodeno, el estómago y el esófago.

“El número de biopsias”, expresa el gastroenterólogo pediátrico Roberto Gugig, “es importante, pues altera la sensibilidad del diagnóstico”.

Raramente se hace endoscopia por sospecha de cáncer. En cambio, se suele remover infinidad de objetos que los niños ingieren por accidente. “También hacemos dilataciones del estenosis del esófago, ligadura de várices, entre otros procedimientos”. Gugig expresa que los niños que tragan pilas (baterías) e imanes requieren atención de emergencia, pues esos materiales conllevan riesgo de necesitar cirugía o de tener perforación.

“El paciente pediátrico no es un adulto pequeño”, advierte, y aparte de la endoscopia hay que considerar factores de sedación, dosis de radiación, monitoreo continuo y preanalgesia, teniendo en cuenta que son muy sensibles a los cambios de fluidos, sus vías aéreas son hiperactivas, el metabolismo de fármacos es distinto y que los padres necesitan instrucciones antes de llevarse el niño a casa. (D. V.) (F)

 

Uso de antiácidos

El primer tratamiento casero para el reflujo, incluso en niños, suele ser los antiácidos de venta libre. “No son 100% seguros en la enfermedad por RGE; puede ser un coadyuvante en caso de crisis, pero no tratamiento exclusivo”, explica Muñoz.

Evitar infección de H. pylori

Una pregunta importante para el tratamiento de la bacteria es quién es el portador en el entorno del niño, sean personas en la guardería, los padres o quienes preparan los alimentos del pequeño o están a su cuidado.

 

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