Oxigenoterapia hiperbárica

22 de Abril de 2012
Sheyla Mosquera de Calderón

La inhalación de oxígeno puro bajo presión se usa para sanar heridas difíciles de cicatrizar y evitar amputaciones.

Respirar oxígeno puro a una presión superior a la atmosférica dentro de una cámara hiperbárica es una terapia de vanguardia en el mundo. Pero así como este gas se transforma en un fármaco con más de 70 propiedades curativas, tiene sus riesgos en manos de inexpertos.

Según la doctora María Elena Chica, traumatóloga y experta en oxigenoterapia hiperbárica, este método se usa especialmente para tratar la enfermedad por descompresión (brusca disminución de la presión ambiental) que pueden sufrir los buzos profesionales o deportivos.

Ellos también pueden presentar una embolia gaseosa, que es la presencia de burbujas de aire en la sangre formadas por el gas nitrógeno del aire comprimido.

Las burbujas producen obstrucción de vasos sanguíneos a nivel de la zona donde se han localizado. Si están en el cerebro, pueden dejar al buzo sin poder moverse de manera parcial o total. El tratamiento de inmediato, agrega, es ingresar al afectado en la cámara hiperbárica para eliminar el efecto mecánico de las burbujas. Se le administra oxígeno puro al 100% y se aumenta la presión para que las burbujas comiencen a reducirse en su volumen y reemplazarse por oxígeno, que finalmente se consume por los tejidos.

En la superficie de la tierra nosotros respiramos 21% oxígeno y 79% nitrógeno, y estamos a una atmósfera de aire (1 ata). Pero si vamos a las profundidades del mar como los buzos, las atmósferas aumentan de una en una cada diez metros.

Si, por ejemplo, nos sumergimos a 10 metros en el mar, significa que la presión de nuestro cuerpo está sometida a dos atmósferas: una de aire que rodea nuestro planeta, más una del agua; y si bajamos a 20 metros, estamos a tres atmósferas: una de aire, más dos de agua, y así sucesivamente. Sucede también en las personas que trabajan en las profundidades de la tierra.

Efecto en el organismo

Hay leyes físicas que demuestran que a mayor presión atmosférica existe más dilución de los gases en líquidos. Cuando un paciente se somete dentro de una cámara hiperbárica a una presión atmosférica superior a la normal y al oxígeno puro, este gas se diluye en la sangre y el plasma en mayor cantidad que en condiciones comunes.

Al ocurrir esta transformación, dice Chica, el oxígeno a través del torrente sanguíneo actúa en todos los lugares más distales del cuerpo donde existen procesos infecciosos, inflamatorios, necróticos (muerte del tejido) o en enfermedades causadas por falta de oxígeno.

Cuando se produce una herida, por ejemplo, esta sufre una disminución de la circulación y falta de oxigenación. En este caso, la cámara hace que en la zona afectada el colágeno se regenere y que se formen nuevas redes sanguíneas y a su vez una malla, que son la base para la cicatrización de las heridas difíciles de sanar.

El cirujano vascular Abelardo Morocho Moreno asegura que la oxigenoterapia hiperbárica es un tratamiento coadyuvante posterior a varias intervenciones quirúrgicas (aseo quirúrgico, revascularización periférica...) y en tratamientos con antibióticos.

Sobre todo, agrega, es recomendable en pacientes con pie diabético complicado con gangrena húmeda o seca con gran pérdida de partes blandas sin compromiso de elementos neurovasculares, entre otros, pero con buena perfusión sanguínea, es decir, con la presencia de los pulsos de las arterias. “Este método ha evitado la amputación del pie”.

Según Chica, a medida que van pasando los días se crean nuevos vasos sanguíneos y un lecho bueno que se utiliza para poner un injerto, el que evitará las amputaciones y permitirá que camine.

“Pero no solo se pueden salvar pies diabéticos, también manos y brazos que han sido afectados por algún accidente o explosiones, o por ejemplo, órganos sexuales que se han necrosado con riesgo de ser amputados en una enfermedad llamada síndrome de Fournier, más común en el hombre”.

A nivel cerebral

El pediatra Julio Chávarri, quien es presidente de la Sociedad Peruana de Medicina Hiperbárica y Subacuática, dice que la cámara también se usa en los niños en las mismas patologías del adulto, pero que las dosis varían, es decir, la presión que se aplica y el tiempo de permanencia en la cámara.

“De los 140 pacientes diarios que atendemos en el Centro Hiperbárico en Lima, que cuenta con 15 cámaras hiperbáricas, el 18% de los pacientes son menores de 12 años, neonatos inclusive”.

También, dice Chica, se aplica en niños con retraso mental, parálisis cerebral y autistas. Se ha descubierto que ellos presentan diferentes zonas del cerebro que tienen poca irrigación y la terapia mejora la circulación cerebral y calidad de vida. “En este caso los niños entran a la cámara hiperbárica con su mamá o papá”.

Incluso se aplica en pacientes con traumas de cráneo que están en coma, para que el cerebro se oxigene y no tenga complicaciones posteriores. O en personas mayores con accidente cerebrovascular, para mejorar la circulación cerebral.

Además evita que el paciente se edematice (hinche).

 

Tomar precaución

La doctora María Elena Chica da algunas sugerencias que se deben tomar en cuenta antes de ingresar a una cámara hiperbárica:

• No hay ninguna contraindicación absoluta, pero obliga a actuar con cautela en enfermedades de neumotórax, inflamatorias e infecciosas de las vías respiratorias altas y en quienes padecen de claustrofobia (temor a lugares cerrados).

• El diabético que ha recibido insulina debe haber comido antes, porque la cámara produce disminución de glicemia en la sangre.

• Debe estar bien limpio y libre de desodorantes, geles, perfumes, esmaltes, porque todos estos elementos tienen un material derivado del petróleo, que es grasoso, y al estar en contacto con el oxígeno puro a presión puede ocasionar una explosión.

 

 

Qué siente el paciente

Según la doctora Nina Subbotina, representante de la Red Nacional de cámaras hiperbáricas en Argentina y autora de textos en español de esta técnica, cuando el paciente ingresa en una cámara esta se cierra, comienza a entrar oxígeno y la presión se eleva, aumentando paulatinamente hasta llegar al valor deseado, que se alcanza en unos 10 a 15 minutos.

“Nuestro cuerpo está hecho a base de agua y el líquido no es compresible, por eso no se siente nada con cambios de la presión. Solo los espacios cerrados que tienen gas (oído medio o senos paranasales) durante el tiempo que la presión asciende o desciende, sufren cambios de volumen por las leyes de física. Es parecido a lo que se siente cuando se viaja en avión o se sube o baja una montaña”.

Antes del tratamiento, agrega, se realiza un examen a cada paciente y de ser necesario se pide una consulta con el otorrinolaringólogo para que revise el oído medio y los senos paranasales, también una placa de tórax, un electrocardiograma, entre otros, para asegurarse de que no haya contraindicaciones.

 

 

 

 

Soporte científico

La oxigenoterapia hiperbárica está representada por el conocimiento profundo de los aspectos fisiológicos, la enfermedad por tratarse, las leyes físicas que controlan los gases y fluidos en la naturaleza y la bioquímica celular, según el pediatra hiperbárico Julio Chávarri.

 

 

Aviación y buceo marino

Entre 1950 y 1960 se aceleró el estudio del oxígeno en los campos de la aviación y el buceo marino, especialmente por la NASA. Al trascender estas investigaciones a la comunidad científica se incrementaron las aplicaciones terapéuticas.

 

Radicales libres

La terapia con oxígeno hiperbárico aumenta los niveles de superoxidasa dismutasa (SOD), glutatión peroxidasa y catalasa que son antioxidantes naturales que nos protegen de los radicales libres, factores que lesionan nuestras células, según el médico Freddy Gómez Romero en http://medicinahiperbarica.8m.com/

 

 

Cámara hiperbárica multiplaza

En esta se trata a varios pacientes. Son presurizadas con aire y el suministro de oxígeno se lo hace mediante mascarillas faciales o cascos. El tiempo de oxígeno dependerá de la patología del paciente, así como la presión ejercida por la cámara, según el Dr. Iván Barreto, del Hospital Clínica Alcívar.

 

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