Cáncer de pulmón

30 de Abril de 2017
Sheyla Mosquera especial para La Revista desde Miami

El sentido de curiosidad en la niñez motivó a Miguel Ángel Villalona a ser médico. Reconocido en el mundo por sus investigaciones en cáncer de pulmón, él relata cómo ha avanzado el tratamiento.

Desde muy temprana edad, Miguel Ángel Villalona Calero quiso ser médico. Esto se reafirmó con una fuerte impresión que recibió a los 11 años en su salón de clases del séptimo grado en el colegio Loyola, en su natal Santo Domingo, República Dominicana. Vio a un compañero enfermo de un tipo de cáncer a los huesos llamado osteosarcoma, a quien le habían cortado un brazo. La afección se extendió a los pulmones y murió.

“Era una enfermedad fulminante y la quimioterapia era hasta entonces experimental, no se la usaba normalmente”, recuerda el doctor Villalona, jefe científico y director adjunto del Miami Cancer Institute del Baptist Health South Florida.

“Mi compañero se reía en clase como tratando de animarnos, pero cada vez que lo veía sentía más que dolor un sentido de curiosidad, pensaba por qué no había algo que lo pudiera ayudar”.

En 1973, el mismo tipo de cáncer lo padeció a los 12 años Edward Kennedy Jr., hijo del senador estadounidense Ted Kennedy y sobrino del presidente John F. Kennedy. Por la enfermedad perdió la pierna derecha. Su padre llamó a una junta de médicos y decidieron darle quimioterapia experimental. Ted se curó, se convirtió en un abogado y político. Actualmente tiene 55 años.

“Eso deja entrever que la investigación de hoy es la medicina del futuro. Mientras más rápido esté disponible y sea asequible, más chance tienen esos pacientes de beneficiarse”, dice Villalona.

Velocidad en tratamientos

El doctor Villalona es reconocido por su trabajo como investigador de transferencias, que consiste en llevar ideas del laboratorio al paciente y al revés, y por su labor en cáncer de pulmón, especialmente, en el desarrollo de opciones terapéuticas y la evaluación de nuevos medicamentos o combinaciones en pacientes.

Él sugiere estar pendiente de las cosas nuevas que se reportan, sobre todo, entender lo que está pasando en las ciencias básicas y al mismo tiempo comprender lo que está ocurriendo en la clínica, “para tratar de desarrollar velocidad”, precisa el científico, quien además es miembro del comité consultivo de ensayos clínicos del Instituto Nacional del Cáncer.

Y eso, asegura, es lo que está pasando con el cáncer de pulmón. Una enfermedad que mata a más hombres y mujeres en EE. UU. que los número uno en frecuencia: próstata y mama.

Antes, el único tratamiento que se aplicaba era de tres maneras: cirugía, radiación y quimioterapia. Pero, actualmente, se suman nuevas terapias. El método de elección depende del estadio del cáncer pulmonar de acuerdo con su expansión. “El problema es que no hay un buen procedimiento diagnóstico como ocurre con el uso de la mamografía”.

Sin embargo, agrega, la tomografía se está usando para tratar de encontrar el cáncer de pulmón más pequeño y está probando tener ciertos beneficios en algunos individuos. Pero “en otros ocasiona muchas biopsias que no se necesitan”.

Para el investigador, conocer el tipo de células que forman el tumor pulmonar es muy importante. Primero, porque se reconoce una diferencia fundamental entre el tumor compuesto de células pequeñas (o de células de avena) y el de células no pequeñas.

“El de células pequeñas crece muy rápido y responde muy bien a la quimioterapia. Desgraciadamente, en la mayoría de los casos vuelve a crecer después de varios meses y regresa con venganza. En tanto que el de células no pequeñas no responde bien a la quimioterapia, pero no vuelve tan rápido y se vive un poco más”.

Segundo, el desarrollo de nuevos medicamentos llevó a la necesidad de saber el subtipo de las células no pequeñas.

Se conocía, dice, el subtipo de acuerdo con sus células, como el adenocarcinoma, el carcinoma epidermoide, el carcinoma pulmonar de células grandes y el broncoalveolar, pero los patólogos muchas veces no hacían todos los esfuerzos posibles en subclasificar, ya que no importaba con respecto a la terapia. “Pero un par de drogas quimioterapéuticas cambiaron esta necesidad porque trabajaban mejor en adenocarcinomas que en las células epidermoides”, asegura.

La pastilla milagrosa

Hace doce años empezó algo milagroso. El desarrollo de una droga para atacar a un receptor que se encontró en las células cancerosas. Los receptores son como antenas que captan las señales que vienen de afuera de las células y las envían a la parte central en su núcleo. Eso hace que estas se dividan, crezcan y se dirijan a otros sitios y hagan metástasis.

Cuando esta droga bloqueadora del receptor (gefitinib) fue usada inicialmente, a la mayoría de los pacientes no les pasó nada y el cáncer seguía creciendo.

Sin embargo, hubo un grupo de pacientes que sí aparentaba tener un beneficio: el llamado efecto Lázaro. “Eran los desahuciados que fueron enviados a casa a morir, pero que se les prescribió igual la pastilla. Tres meses después estaban más animados y hasta caminando”.

Los científicos del Massachusetts General Hospital (MGH) y del Dana Farber Cancer Institute descubrieron que las células del tumor en estos pacientes Lázaro tenían una mutación en el receptor factor epideimoide de crecimiento y que emitía una señal muy fuerte. Esta señal era muy importante porque producía una adicción del tumor y vivía de eso. Entonces, la pastilla, que bloquea la señal y la borra, encajaba perfectamente en el muelle, creado por la mutación en el receptor. Así el tumor comenzaba a morir.

“Hoy es la primera opción de tratamiento para estos pacientes. Hay tres medicamentos aprobados por la Administración de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos (FDA) para esta indicación (gefitinib, erlotinib, afatinib)”, indica Villalona.

Es importante conocer, explica, no solo el tipo histológico del tumor, sino su composición molecular; es decir, si posee una de esas mutaciones que hace desarrollar una antena bien amplificada. “Si es así, el tratamiento en esos pacientes debe ser la pastilla porque trabaja tres veces mejor que la quimioterapia”.

Otros progresos

Se han descubierto dos alteraciones moleculares más llamadas translocaciones en cáncer de pulmón, “que resultaron un tremendo progreso en tratamiento”.

“Para la primera existen tres pastillas (crizotinib, ceritinib, alectinib) aprobadas por la FDA y se usan como tratamiento de primera línea; y para la segunda crizotinib, que trabaja muy bien”.

En EE. UU. estas medicinas se han desarrollado rápido y en Francia existe un registro nacional para descubrir y tratar pacientes con estas mutaciones. (I)

Prevención

“Primero, no fumar, porque el mejor cáncer es el que nunca se desarrolla”, dice el doctor Villalona; y segundo, si se ha desarrollado, “es importante detectarlo tempranamente para poder curarlo”.
 

EXPECTATIVA DE VIDA

Básicamente, en el seguimiento del cáncer de pulmón se va de una medicina a otra. “Antes se decía que la expectativa de vida de estos pacientes era de un año. Ahora es de cinco o más en una fracción importante de ellos”.
 

 

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