Una obra para soñar

30 de Septiembre de 2012
  • Amanecer en la ciudad. Francisco Uquillas (i), Adrián Fontanini y Bryan Endara.
  • Antonella Darquea se prepara para salir a escena.
  • Camila Zavala en la escena do, re, mi.
  • En el corazón de los sueños es la escena que los actores representan.
  • Bryan Endara interpreta a un mimo.
Sheyla Mosquera de Calderón

La Fundación El Triángulo ha logrado que más de cien personas con discapacidad expresen sus sentimientos y desarrollen sus habilidades adaptativas a través del arte escénico.

Soñar no cuesta nada. Es más, todos deberíamos hacerlo para poder alcanzar las metas que nos proponemos en la vida. Tal como lo hicieron algunos niños y jóvenes con discapacidades especiales: síndrome de Down, autismo, retardo mental u otro tipo de discapacidad, de la fundación quiteña El Triángulo, Artes Escénicas y Discapacidad, al presentar la obra teatral Sueños.

Todo empezó en el 2005, cuando esta institución sin fines de lucro, con algunos de sus alumnos, estrenó la pieza musical de corte infantil La Ruta del Amor. Al final de la presentación, el director escénico Marco Bustos Gómez les preguntó: Chicos, ¿qué tal les pareció la obra? La mayoría dijo: ¡Bien! Pero, de repente, hubo alguien que comentó: ¡Es un sueño! Inmediatamente, esta respuesta motivó a que empezaran a contar cuáles eran sus sueños, y dijeron: ¡Yo sueño con casarme!, ¡yo sueño con volar por el cielo! o ¡ayer soñé que un toro me seguía hasta mi casa!

Bustos se dio cuenta de que la palabra sueños era la clave para crear grandes historias. Fue así que junto con la directora de la fundación, la psicóloga educativa Isabel Muñoz, se empezó a desarrollar la obra. “La mayoría del elenco son alumnos de esta institución, pero también se hizo un casting para que otras personas con discapacidad pudieran ser parte de la pieza teatral. Se escogió a ocho chicos”, asegura Bustos.

Él pensaba que asistirían a la selección, sobre todo, jóvenes con discapacidades visuales, ya que suelen ser músicos, pero entre los que audicionaron estaban dos chicas y dos chicos con discapacidad física. Los varones estaban en sillas de ruedas: uno solo puede hacer un movimiento y escribir con la boca, debido a una enfermedad en las articulaciones llamada arterogriposis múltiple degenerativa; y el otro padece de falta de desarrollo muscular. Su insistencia por querer hacer teatro los hizo ser parte de la obra Sueños.

Ellos fueron quienes motivaron a Bustos a emprender el gran reto de hacer teatro con personas con distintas discapacidades. “No soy psicólogo, pero tuve que empezar a leer sobre psicología para poder entender un poco sus comportamientos tan distintos e impredecibles”.

Según Isabel Muñoz, la obra no solo marca el nivel alto de expresión dramática y artística que tienen los chicos, sino que les ha permitido establecer un puente entre la comunidad y las personas que la ven. Les da la oportunidad de cambiar la imagen que tenían de lo que es la discapacidad. “Ya no es una discapacidad lastimera, sino una discapacidad que aplaude la calidad artística de cada uno de los niños y adolescentes”.

El teatro, además, les ha permitido obtener un desarrollo y crecimiento impresionante de su autoestima e incluso les ha dado seguridad, así como a sus familias.

Igual opina Nancy de Maldonado, quien es la presidenta de la Fundación El Triángulo, Artes Escénicas y Discapacidad. Ella está convencida de que hicieron muy bien en apuntar a las artes escénicas para las personas con discapacidad, porque los alumnos reflejan felicidad y la mayoría sabe comportarse en cualquier lugar que esté o en un viaje, quizás mejor que aquellos que no tienen ninguna discapacidad.

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Sueños cuenta con el auspicio de la Vicepresidencia de la República del Ecuador y por su invitación, en septiembre del año pasado, catorce chicos del elenco fueron como embajadores artísticos a Seúl, Corea, para formar parte de Abilympics, ‘Las Olimpiadas de Habilidades’, y se presentaron en el teatro de la misma sede.

“No hubo competencia con otros discapacitados porque somos un poco pioneros de lo que es artes escénicas y discapacidad”, asegura Maldonado.

Incluso, en mayo de este año, la obra se presentó en el Palacio de las Naciones Unidas y en el teatro La Esperanza en Ginebra, Suiza. “La gente que la vio nos preguntaba en qué país estos chicos se habían entrenado, y no podían creer que en Ecuador se estaba haciendo este trabajo con la discapacidad”, asegura Muñoz.

Agrega que cuando llegaron al aeropuerto y las azafatas vieron a los chicos con síndrome de Down, les dijeron que sería un viaje con problemas, pero luego los felicitaron porque cada uno se comportó con un buen nivel social. Nunca hicieron bulla y supieron tener mucha paciencia con el tiempo.

Educados desde niños

El buen comportamiento también se debe a la educación que reciben de los cuarenta maestros que trabajan en la Fundación El Triángulo, porque la misión de esta es explotar al máximo las capacidades de todos los niños y adolescentes con discapacidad y llevarlas al éxito a través de la felicidad.

En este sitio, desde los 3 años de edad empiezan a ser instruidos y entrenados, especialmente en el campo de las conductas adaptativas y en todo lo que implica la educación básica que puedan desarrollar, para que en una segunda etapa entren en la preparación, atención y entrenamiento en el campo laboral.

Incluso, dice Muñoz, a través de los programas y de la malla curricular se contempló la expresión artística a través del teatro, la danza y la música.

Sintonía emocional

Bustos, dice Muñoz, trabaja con los chicos desde hace ocho años y encontró la sintonía emocional entre ellos y el teatro. No fuerza las artes escénicas, sino que saca de cada integrante su capacidad de actua ción, aunque sea mínima, frente a determinada propuesta. Así logra el desarrollo artístico.

El teatro, agrega Bustos, es una gran herramienta para recuperar la humanidad entre las personas, lo cual se está perdiendo con el uso de la tecnología. Una muestra es ver cómo los cien chicos con discapacidades especiales o de otro tipo aman actuar en la obra Sueños, son felices y están integrados como una familia.

“Al entrar en escena, cada uno muestra lo mejor de sí, aunque muevan un solo dedo o un pie. Todo lo hacen con arte, ya que poseen una energía que irradia al público y es la que permite que disfrute al verlos”.

¿Pero cómo se logró que actúen? Mediante el juego teatral, dice Bustos. Fue la mejor forma para que se involucren en la obra artística. Al principio, asegura, había probado ejercicios de diferentes ramas del teatro como técnicas de clown, entre otros, pero descubrió mediante la observación cómo iba cada uno trabajando y respondiendo. Llegó a la conclusión de que la forma era mantener siempre el ambiente lúdico.

“Tuve que empezar por el inicio, la mitad o el final, hasta que encontré la mejor forma de explicar los ejercicios que necesitaba que asumieran y que de manera consciente trabajaran con estos”.

Ha sido un proceso de mucho tiempo, agrega, para que vayan adquiriendo el lenguaje teatral. Un ejercicio de tantos es aprender a mantener silencio mientras están ensayando, porque la concentración es muy importante para entregarse a la actuación.

Se les hace conciencia de para qué les sirve el silencio y que en el mundo no todo es hablar. Había un día en que Bustos iba al ensayo y no hablaba, pero empezaba a hacer gestos que antes había hecho mediante el juego. Así empezaron a entender el silencio no como una imposición, sino como algo con lo que también se puede vivir.

Gestualidad

Bustos además descubrió que todos no tienen el mismo concepto de silencio. Un día formó un grupo con los alumnos más grandes e hizo ejercicios en círculos en los que se pasarían gestos. Pero primero tenían que mirarse y luego pasarlos, estos podían ser de risas o de lo que quisieran. Sin embargo, uno de ellos no lo hacía. Entonces, el profesor decidió parar el juego y les dijo que si su compañero no lo hacía, no jugaban más.

El silencio se apoderó de la clase, agrega, hasta que de repente el chico que no quería jugar no hizo el gesto como todos, sino que cogió su dedo meñique, se lo puso en la comisura del ojo derecho y empezó de forma ondulante a bajarlo con la yema del dedo por la mejilla, y repetía la imagen, esa era su forma de expresar su gesto. “Esto significa que cada persona con discapacidad tiene una forma diferente de ver el teatro”, dice.

También se dio cuenta de que el lenguaje del teatro para los chicos con discapacidad se acerca mucho al teatro oriental, en el que se trabaja con movimientos de las manos, por eso empezó a desarrollar más opciones de estos.

Incluso, agrega, ellos han aprendido a ser críticos. Se debe a que al final de las clases les hace decir cuál ejercicio les gustó o no. Al principio no respondían, pero de pronto empezaron las respuestas. ¡No entiendo! o ¡no me gusta! Por eso ha habido ejercicios que Bustos ha tenido que desmenuzar. Desde un simple caminar, cómo resbalarse por el piso o dónde está la mirada.

Según Muñoz, los chicos son buenos imitadores y tienen una sincronización con la música y con la interiorización de la imagen que el profesor les ha pedido. “Cuando ellos están ensayando, todos observan la escena y si falta uno de los cien actores, los noventa y nueve pueden hacer exactamente lo mismo, pues copian todo y lo asocian con la música. Si suena un tarrraaaa, saben que deben alzar el brazo o si escuchan un tac, que deben parar”.

Pero a Bustos no le interesa normalizar el arte, sino que actúen como lo hacen aquellos que no tienen discapacidad. A él le interesa que vivan y sean genuinos. Incluso en la totalidad de movimiento, se ha respetado su propia movilidad o su mirada para que sean ellos mismos dentro del escenario.

Con el arte los alumnos con discapacidad tienen la oportunidad de desarrollar su campo emocional, y nosotros lo hemos canalizado positivamente”.
Dra. Isabel Muñoz

“Para mí esto ha sido algo básico y lo planteé desde que empezó el proyecto de artes escénicas y discapacidad. Por eso la escenografía es dibujada por los chicos, porque me interesaba que en el escenario se vea el trazo de ellos y que se sienta su espíritu”.

Asimismo, agrega, el diseñador Pepe Rosales observó los dibujos que hacían los chicos y pudo descubrir la sensibilidad que transmiten, así pudo también desarrollar el vestuario, que tiene mucho color y creatividad. Igual sucedió con la música y la coreografía. Todo es un proceso y engranaje que se va conectando poco a poco.

Sinopsis de Sueños

Sueños es la historia de una ciudad cualquiera a las 18:00 y con tráfico, en donde la gente está apurada y lo único que quiere es llegar a casa sin importar quién esté en el camino.

Cuanto llega la noche y cada habitante entra en un sueño profundo, emprende un viaje hacia una fábrica donde se construyen los sueños y para lograr que sean perfectos, es indispensable la buena disposición de quien sueña, pues de esta dependerá la inspiración de quienes diseñan, pintan, cosen y clasifican los sueños de cada uno.

Sin embargo, las pesadillas intentarán apoderarse de la fábrica para acallar la sed de esperanza de quienes sueñan. Pero no lo conseguirán y la fuerza de los sueños las animará invitándolas a seguir buscándose en ellos.

Según Maldonado, el sueño de la Fundación El Triángulo con esta obra es que la vean en muchas partes del Ecuador para sacar del anonimato la discapacidad y brindar a la sociedad la oportunidad de darse la mano y hacer una alianza en la que realmente todos estén unidos, incluidos e integrados.

Sueños es una obra mágica con mucho color, en la que se descubrirá el potencial que tienen los discapacitados especiales y con otras discapacidades. Incluso tiene invitaciones para ir a El Salvador y Panamá.

El que el público vea la obra teatral no solo hará más feliz a todo el elenco, sino que le dará la oportunidad de seguir creciendo y soñando en poder alcanzar sus propios sueños.

 

Agenda

La obra Sueños se presentará en Guayaquil en el Teatro Sánchez Aguilar.
Fechas: 6 de octubre a las 20:30 y el 7 de octubre a las 18:30.
Lugar: Sala principal.
Entradas: Plateas A $ 40, B $ 30 y C $ 20.
Dirección: Samborondón (km 1,5).
Informes: (09) 116-2427

 

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