Sueños... el límite

18 de Noviembre de 2012

Disfrutar de pensamientos irreales es normal, pero el exceso podría convertirse en dañino.

Cuando Ana Laura, de 30, tenía 9 años y montaba su bicicleta, en el campo por las tardes, siempre al ver  volar las aves se imaginaba que viajaba junto con ellas a lugares muy lejanos. También soñaba que era una famosa cantante que arrasaba en los escenarios de muchos países, aunque no tenía cualidades para ello.

Ella siempre consideró que tales fantasías infantiles solo la hicieron soñar despierta, pero a medida que iba creciendo, dice, estas se desvanecieron de su mente con el tiempo. Ahora solo vive la realidad. 

Según el psicoanalista Juan de Althaus, el término fantasía se refiere a un pensamiento que no tiene nada que ver con la llamada realidad. “Pero las fantasías tienen que ver con el lenguaje y el lenguaje no corresponde con lo real”.

También, dice, se debe distinguir el término fantasía de uso corriente, en el lenguaje común, de su aplicación en psicoanálisis. Sigmund Freud, Jacques Lacan y otros psicoanalistas ubicaron de la mejor manera el concepto.

Freud, el fundador del psicoanálisis, usaba esta palabra para referirse a los productos del inconsciente, a los pensamientos, incluso a los elementos del sueño. Mientras que Lacan, en la segunda mitad del siglo XX, lo cambió por el término fantasmas, porque indicaba una estructura definida. La subjetividad humana opera con estos fantasmas que se van construyendo desde que el ser que habla nace.

De Althaus asegura que si el humano no usara las fantasías, no lo sería. No pasaría del nivel animal. Lo que logra con ellas o con los fantasmas es relacionarse con los otros a su alrededor y obtener un modo de satisfacción específica.

Valor terapéutico y estético

Joaquín Rocha, psicólogo especialista en Educación para la Comunicación, en su artículo en internet ‘La fantasía, necesaria para crecer y madurar’, asegura que la fantasía es una actividad psíquica considerada la base del juego de los niños y de las expresiones artísticas en los adultos.

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Investigaciones psicoanalíticas sobre los cuentos de hadas han demostrado un alto valor terapéutico y estético que ayuda a solucionar angustias y conflictos emocionales, por un lado, y, por otro, permite reafirmar la identidad individual frente a lo colectivo.

“La fantasía establece un grado superior de la imaginación capaz de dar forma sensible a las ideas y de alterar la realidad, de hacer que los animales hablen, las alfombras vuelen y las cosas aparezcan y desaparezcan como por arte de magia. Además, recoge sus componentes de la realidad interna y externa y los transforma, creando una realidad distinta”.

También dice que la fantasía, en los niños, forma parte del proceso de su maduración, contribuyendo a estimular otras áreas de las conductas, en relación con la capacidad imaginativa. Desde la sanidad, agrega, la fantasía promueve su sociabilidad.

El psiquiatra Germánico Zambrano Torres asegura que el exceso de fantasías en general en lugar de incentivar la creatividad o productividad intelectual o inventiva podría causar una falla para concretar proyectos o metas. Pero, agrega, si no llega a esos extremos, puede contribuir en la creatividad y capacidad de acoplarse a situaciones nuevas y disfrutar de una buena salud. Y cuando no se distingue la fantasía de la realidad, se vuelve enfermiza.  “Socialmente como que se espera que sean los niños los fantasiosos ingenuos, los adolescentes fantasiosos idealistas  y los adultos con fantasías pseudopragmáticas”.

Fantasías sexuales

Según  Zambrano, las fantasías también pueden ser de tipo sexual. “Son expresiones que ayudan al enriquecimiento de las experiencias, porque recrean representaciones maravillosas y placenteras que evitan caer en la rutina, aunque también pueden ser una forma de compensar una realidad represiva que no permite la expresión espontánea de la sexualidad”, afirma.

“Muchas personas manifiestan temor ante alguien que se recree en determinada fantasía, porque piensan que querrá llevarla a la práctica. Esto no es verdad puesto que a la mayoría de individuos jamás se les ocurriría hacerlo”.

De hecho, agrega, cuando se traslada la fantasía a la realidad no proporciona el resultado esperado,  puede incluso ser desagradable y perder todo su potencial erótico, a más del riesgo a que la pareja se pueda sentir ofendida.

También dice que tener fantasías sexuales es algo normal para los seres humanos. Pero el que algunas personas se sientan culpables es más bien producto de factores socioculturales. Tanto así que un indicador muy importante de salud sexual y una buena respuesta sexual es la capacidad de usar las fantasías como un incentivo o  afrodisiaco.

¿Tienen algún límite las fantasías sexuales? Sí, dice Zambrano, cuando pretenden remplazar o evadir el contacto humano, o cuando incluyen escenas o elementos que el conglomerado social o la ciencia los considera delictivos o patológicos, como actos sexuales con menores de edad, animales, violación,  adicción... (S.M.de.C).

Mida sus fantasías

Germánico Zambrano da la siguientes sugerencias para las personas con exceso de fantasías:

• No se deje llevar por el exceso de fantasías e intente aterrizarlas a la realidad. De una manera creativa pueden ser de mucha utilidad, pues grandes avances de la civilización provienen de estas personas fantasiosas.

• Si sus fantasías son de tipo sexual, evite las que conllevan  a violar leyes  (aunque sea en la fantasía) o normas aceptadas mayoritariamente por la comunidad. No siempre es buena idea hacer realidad las fantasías sexuales, deberá conocer mucho a su pareja y la reacción de usted mismo como para compartirlas.

 

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