Perdonar siempre

27 de Septiembre de 2015

Gran parte de las afecciones psicológicas tienen que ver con cargas emocionales, asuntos sin resolver que revivimos constantemente, como si hubiesen sucedido ayer. Es tiempo de dejarlos para vivir en paz y en salud emocional.

El perdón es una decisión. Sí, dicen la psicóloga clínica Glenda Pinto y la terapeuta holística María Verónica de Ycaza. Pero la decisión es el primer paso en el a veces largo proceso de perdonar, un camino que debe ser recorrido por completo.

“Hay que tener claro qué es el perdón: es saldar una cuenta. Tengo algo pendiente con alguien que me causó daño, y necesito soltar el dolor que he retenido”, establece Pinto. Es igual de importante saber qué no es el perdón: no es olvidar. “Cómo voy a perdonar, si no puedo olvidar el daño”, es una excusa frecuente. Pues bien, no se trata de amnesia, sino de quitarle carga emocional al recuerdo y dejarlo en el pasado y seguir adelante.

Tampoco es minimizar, advierte Pinto, “decir: No fue nada, fue un accidente, no tiene importancia; estaría desconociendo lo que siento”. Ni es justificar al infractor. “Cómo voy a perdonar, si es una persona mala”. Al perdonar no se justifica, se trata de comprender qué pasó y cómo nos afectó. Y para quienes argumentan: “¿Cómo voy a perdonar, si no quiero volver con esa persona?”, deben saber que perdonar no equivale a reconciliar.

Cuándo perdonar

Independientemente de lo que pasó y quién lo hizo, Pinto dice que se debe perdonar cada vez que se esté tan herido por un recuerdo, que este siga causando perjuicio. Pudo ser hace muchos años, pero se rememora vivamente y produce sufrimiento, y a pesar de eso, la persona se aferra. Cuando se comprende que hubo motivos para el dolor, pero que quedó en el pasado, y se toma la decisión de no seguir cargando el peso emocional que genera resentimiento, se está listo para perdonar y vivir el presente.

¿A quién beneficia el perdón?

El perdón no es solo expresión verbal. Si continúa el dolor, incomodidad o enojo, no se ha perdonado. “Uno se sienta a esperar que la deuda sea cancelada. Y se encadena emocionalmente a esa situación y a esa persona”, ilustra Pinto. “A todos nos han perdonado alguna vez y hemos experimentado la sensación de liberación. Tal vez por eso pensamos que al perdonar hacemos el favor de ‘liberar’ al infractor”. En realidad, razona, es liberarse uno mismo, pues vivir siendo guardianes de la infracción es una tarea emocionalmente agotadora.

Perdonar beneficia a veces al perdonado, siempre al que perdona. Puede ser que el otro se haya ido o no esté con vida. ¿Es válido perdonar en esos casos? Pinto dice que sí, pues es un proceso terapéutico y sanador para quien decide vivirlo.

Renovar el pensamiento

Perdonar es una de las mejores oportunidades de autoconocimiento. En la visión de Pinto, nuestra cultura y experiencias nos llevan a tomar posturas no adecuadas frente a las ofensas, y una de ellas es aprender a ser víctima.

De Ycaza lo llama un ‘camino de aprendizaje’, y recalca que nuestra sociedad maneja los patrones de víctimas, verdugos y salvadores, “y yo siempre soy la víctima. Eso es ilusión. Hay que tener claridad para ver que poseemos fuerza, no estamos solos, no somos víctimas y todos somos dignos de una buena vida”.

Otro de los puntos ciegos, añade Pinto, es creer que absolver demuestra debilidad, fragilidad, no tener carácter. De Ycaza menciona que la enseñanza de poner la otra mejilla “no es dejarse ‘pisar el poncho’; es ser uno mismo, mantenerse firme y hacer lo que creemos correcto, pese a que el otro quiera despertar la peor de nuestras expresiones”.

¿Y qué pasa con las faltas imperdonables? Son solo un mecanismo de defensa. “En vez de hacer una lista de las cosas que podemos perdonar y las que no, es útil analizar qué parte de nosotros no nos permite perdonar”, propone Pinto, “y descubrir que somos falibles, que no somos dioses y que fue nuestra elección seguir vinculados a esa situación y a ese dolor. Si lo entendemos, veremos al otro como nuestro semejante, alguien que falló en la vida, y que tal vez no tuvo intención de herirnos, sino que no supo manejar su conducta. Y aún más, entenderemos que no es justo que un error que otro cometió en el pasado nos siga atormentando ahora”.

¿Espera que le pidan perdón para poder liberarse? Coméntenos

Un largo camino

Creer que perdonar es solo una decisión es quedarse corto, dice Pinto, porque la decisión es el principio. Soltar el rencor requiere tiempo, espacio y cierta medida de dolor durante la curación.

Lo importante es tener la intención de emprender el camino hacia el perdón, considera De Ycaza, y eso no sucede desde la lógica, sino desde el deseo de no causar daño, violencia o confusión. En el taoísmo se lo llama ‘corazón ligero’ y se lo representa con alas, liberado de la ira contenida.

Ella estima que a través del proceso terapéutico se puede entender la frase de “perdonar setenta veces siete” a quien ofende, que significa mantenerse en la intención de resolver el conflicto de manera justa, y no ir a la confrontación. “El que decide no perdonar no sabe el daño que se hace. Al guardar pensamientos constantes de odio y rencor, el cuerpo enferma. Los órganos principales nos hacen un llamado a liberarnos de emociones que dañan”.

Herramientas del perdón

• Acepte que está enojado y dolido. Reconozca que seguir en el dolor es su decisión y no de quien causó el daño. Asuma la responsabilidad de sus emociones.

• Piense que su historia no es similar a la del otro, quien tal vez tuvo menos elementos para distinguir entre lo bueno y lo malo. No tome esto como un sentimiento de lástima, sino como reconocer que usted podría haber hecho lo mismo o habría tenido alternativas que el otro no conoció.

• Emplee herramientas como la oración (en caso de ser creyente) o la meditación para liberar sus pensamientos cada vez que recuerde a esa persona o esa situación. (D.V.)

“Me has lastimado, me debes mucho, nunca vas a poder pagarme, así que debes seguir atado a mí”. (F)

 

Deudas emocionales en la pareja

Perdonar no significa soportar una situación injusta. “Un cónyuge dice: No puedo perdonar más, ya he dejado pasar mucho. Lo que ha hecho es aceptar el error una y otra vez sin trabajarlo en lo personal ni como pareja”. Glenda Pinto explica que con cada aceptación se acumula rabia y sobrecarga emocional, sin comprender que el otro no puede cumplir con las expectativas y tal vez la relación no tiene futuro.
Habla, asimismo, de la tendencia de colocarse en una posición de superioridad y dar sentencia: “Me has lastimado demasiado, me debes mucho, nunca vas a poder pagarme, así que debes seguir atado a mí”. Es un chantaje, dar al otro oportunidades de hacer méritos por si algún día se lo indulta. No importa cuánto cambie la conducta del que ofendió, nunca conseguirá el perdón y su falta siempre le será recordada.
Pinto expresa que “el que no perdona nunca estará satisfecho, hasta que solucione su estado emocional. El otro, ante la imposibilidad de liberarse, verá que una de sus pocas opciones es irse para retomar su dignidad. El que ha utilizado el perdón como chantaje queda doblemente dolido, porque pensará que a más de que se le debe, se lo abandona”.

En el caso del no perdonado, lo más saludable es acercarse a la persona y proponerle hacer nuevos acuerdos a través de una terapia, “porque eso es la reconciliación: hacer nuevos acuerdos, porque los iniciales no funcionaron”. Podría ser que el ofendido diga que no. En ese caso, lo más saludable para los dos es desatarse de ese circuito doloroso. Para Pinto, es una solución dejar que cada uno se responsabilice de su dolor y lo maneje por su cuenta y para su provecho.
¿Cómo saber si se ha perdonado? Cuando el recuerdo de lo que hizo daño ya no causa una reacción negativa, sino que se puede admitir que fue una experiencia de aprendizaje. Eso sí sucede, dice De Ycaza, solo que hay que perseverar.

No espere a que le pidan perdón

La terapeuta María Verónica de Ycaza dice que si el ofensor pide perdón, está bien, pues se libera a sí mismo del daño que hizo y de la emoción negativa que le hizo actuar mal. Pero no es absolutamente necesario para perdonar. “Tú perdonas cuando no te enganchas con el odio y no eternizas el resentimiento. Cada uno es responsable de sus emociones y pensamientos”.

Mucho depende la historia y el entorno de cada persona. Algunos necesitarán acompañamiento y un cambio de las situaciones que lo mantienen en ese estado de rencor. Pero no está bien decir que tenemos malos sentimientos por culpa de otro. Tenemos el poder de cambiar esos sentimientos. El otro es como es, y si su compañía me hace daño, tengo que apartarme y dejar ir. El otro creó un problema y en lo que me corresponde a mí, lo voy a solucionar perdonando y, si es necesario, alejándome para que esa persona viva su propio proceso.

De Ycaza advierte que pensar demasiado en aquello que nos hace daño agranda el problema y es como si la conexión con el evento o la persona se renovaran cada día. Pero si se encauza el pensamiento en soltar eso para enfocarse en el presente, ese peso se aligera.

El ho’oponopono y el arrepentimiento

Esta práctica viene de la tradición polinesia. Al que comete un error muy grave lo ponen en el centro del grupo y todos los miembros de la comunidad, uno por uno, le dicen estas palabras: “Lo siento, perdón, gracias, te amo”, porque consideran que si alguien llega a la violencia extrema, es porque no se le ha brindado el amor ni la compañía necesarios para que crezca y brinde algo diferente al mundo.

Muchas veces, dice De Ycaza, el acusado llega al punto del arrepentimiento, que es el primer paso para el perdón real: “Que te duela que te equivocaste y que busques de alguna manera hacer algo que equilibre aquello que hiciste, como devolver lo robado. Es diferente a los conceptos occidentales de castigo y reclusión, según los cuales lo que compone o te sensibiliza es un daño mayor. No es echarse la culpa, sino dar un paso de conciencia y darse cuenta de que por ignorancia generamos sufrimiento y que la vida no es para pasarla sufriendo. Es decir: Por favor, quiero aprender a actuar de una manera diferente. Y si se da esa oportunidad, ganamos todos”. (I)

 

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