Síndrome de Wendy

09 de Septiembre de 2012
Sheyla Mosquera de Calderón

Es una conducta enmascarada basada en la necesidad de complacer a los demás y, sobre todo, a la pareja. Siempre ha existido.

Si ha leído la obra Peter Pan, del escritor escocés James Matthew Barrie, o la ha visto en un sinnúmero de películas infantiles, sabrá que la historia trata sobre un chiquillo que se rehúsa a crecer y que huye de su casa para vivir con las hadas y un grupo de niños perdidos en el País de Nunca Jamás.

En este lugar, Peter se convierte en jefe del clan. Pero la aventura realmente empieza cuando invita a Wendy Darling y a sus dos hermanos menores a visitar su país, y ella ejerce el papel de madre de toda la comunidad infantil.

Y es precisamente por esta obra que, en 1983, el psicólogo norteamericano Dan Kiley denominó como víctimas del Síndrome de Peter Pan a aquellos hombres o mujeres que no quieren crecer, y un año más tarde empleaba el término de Síndrome de Wendy para aquellas personas que actúan como madres o padres con su pareja y con otros seres importantes en su vida.

Sin embargo, la psicóloga clínica Liliam Cubillos dice que para expresar con propiedad que Wendy es un síndrome tendría que existir alguna referencia avalada por la comunidad científica internacional. Por lo tanto, cree que apenas está en construcción y que algunos profesionales lo están reflexionando y planteando como tal.

Lo proyectan como la tendencia del individuo a ser el solucionador de todas las necesidades del otro. Se está hablando de una esposa que no puede cumplir su rol como tal porque actúa como madre de su pareja para que esta se sienta satisfecha, entonces él se pone en el papel de Peter Pan y ella en el de Wendy.

Para Cubillos, el Síndrome de Wendy no es de la nueva sociedad porque siempre ha estado presente, solo que antes era peor y ahora se ha debilitado. Hace tres o cuatro décadas, agrega , era parte de un patrón del hogar respetable. Las mujeres eran educadas para atender a los hombres y convertirse en esclavas de sus maridos al casarse.

 

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En esa época, el discurso social era ese, pero en la actualidad es de confrontación. Ahora la mayoría de las mujeres ya no se somete al marido, porque estudia, produce y no depende económicamente de él. Incluso, se empieza a reflexionar un poco sobre las conductas o patologías que están instaladas culturalmente desde hace décadas.

“Yo diría que antes el síndrome de Wendy era más intenso que ahora, pero siento que se da más hacia los hijos que hacia el mismo esposo o esposa”, asegura.

Existe sobreprotección

Muchas veces, agrega Cubillos, en la mujer existe la tendencia a abandonar su rol de esposa por priorizar el papel de madre con sus hijos, sin darse cuenta de que está alimentando una doble consecuencia negativa: por un lado, debilita su relación conyugal por sobreproteger a sus vástagos y, por otro, este exceso de sobreprotección constituye un efecto altamente maltratante para ellos, porque no les permite que desarrollen su autonomía, sino que los va atrofiando psicológicamente y los hace incapaces de enfrentarse a la vida.

Asimismo, hay papás Wendy que solucionan todos los problemas de los hijos, sea en el aspecto económico o personal. Por ejemplo, en la compra de casa, carro, ropa, viajes, problemas sentimentales, entre otros, sin que hayan realizado algo para merecerlo.

Incluso, dice el psicólogo clínico Samuel Merlano, existen situaciones en las que las madres Wendy crean hijos padres, quienes se convierten en “sus verdugos”: les mandan, les dicen lo que deben cocinar, les piden que les hagan los deberes o que les ayuden en cualquier necesidad, pero de una manera imperativa.

Son niños o adolescentes manipuladores que saben perfectamente cómo hacer sentir mal a su madre. Le dicen que es mala o que ya no los ama, porque no hace lo que quieren. Es por eso por lo que ella termina pidiéndoles perdón, llorando y accediendo a sus peticiones para tener su aprobación.

Dónde nace el problema

Una persona Wendy, dice Cubillos, es alguien que tiene miedo a ser abandonada y rechazada, y esto se presenta más en el sexo femenino. Ella, por ejemplo, es alguien que ha sido excluida del entorno familiar: padre, madre y hermanos. Por lo tanto, siempre ha luchado emocionalmente por ser parte de ellos. Entonces, al casarse, reproduce esta exclusión y asume el papel de los padres que no ha tenido.

Es por eso por lo que para poder tener éxito en su relación con su esposo se apropia del síndrome y se vuelve su sirvienta a cambio de que la quiera. Pero para que este problema se desarrolle es necesario tener una personalidad débil, cargada de miedos y frustraciones y, al mismo tiempo, contar con alguien que asuma el papel de maltratante.

Según Merlano, el Síndrome de Wendy también puede darse en aquellas personas que se han saltado las etapas normales de su crecimiento y han acelerado su proceso de maduración, por disfunciones familiares como, por ejemplo, el caso de una madre que deja a sus hijos menores a cargo de la hermana mayor o de un niño o una niña que trabaja para sustentar a los demás.

Son seres que no han vivido su infancia y adolescencia, sino que se han quedado reprimidos, por lo que asumen conductas protectoras y solucionan los problemas a otros, casi como la función de un padre o una madre. Además, inconscientemente, les cuesta mucho soltar a sus seres queridos para que sean más independientes o asuman nuevos roles.

La mujer Wendy, agrega Merlano, es una dependiente afectiva, es decir, le cuesta permanecer sola, también hacerse feliz y siempre necesita el estímulo o la aprobación de una persona externa para que le diga que está haciendo bien las cosas. Incluso, no tiene claras sus propias metas o sueños, sino que se identifica con las de su pareja o sus vástagos para sentir alegría y satisfacción.

“Ella en su mundo interno sufre de depresión y vacíos existenciales, ya que no tiene autonomía, y al final del día y a través de los años sabe que no ha hecho nada por sí misma, por lo que cae en un estado de angustia, neurosis (desestabilidad emocional) y aislamiento social”.

Roxana, de 50 años, es un ejemplo. Aunque su esposo es maltratador, no le brinda afecto, se ausenta mucho de la casa y tiene algunas relaciones fuera del hogar, trata de evitar a toda costa que se enfade. Además, prefiere atenderlo y cuidarlo, porque no quiere que le suceda nada malo. Por eso siempre le recuerda sus citas médicas, le prepara la comida, le alista la ropa que va a usar y lo complace en todo lo que tenga que ver con las necesidades básicas.

“En el fondo, Roxana no se siente usada y tampoco se da cuenta de que está siendo manipulada. Solo siente que está protegiendo a su marido-hijo”, asegura Merlano.

Pero la pregunta clave que hay que plantearse, dice Cubillos, es si un marido que le exige a una mujer actuar como su madre es realmente un esposo. Ella dice que no, porque hay un encaje patológico, porque no han crecido en la categoría de esposos, que significa dos seres adultos que deciden compartir su vida, tener metas en común, construir una familia, ser solidarios, amarse intensamente, entre otros aspectos.

Psicoterapia es necesaria

Para Merlano, las personas con síndrome de Wendy deberían entrar a un proceso psicoterapéutico para que puedan estar conscientes de sus conductas enfermizas y el porqué de su comportamiento. Incluso, para conocer el origen de sus temores, inseguridades, dependencias y miedo a no sentirse aprobadas.

“Generalmente, la persona que sufre este síndrome ha justificado su comportamiento toda la vida y requiere bastante apoyo emocional por parte de sus familiares para poder dar el salto a un cambio”.

Por último, Merlano sugiere que en la forma de llamarse el uno al otro no tengan conexiones implícitas ni de Wendy ni de Peter Pan. Hay quienes se dicen “mijito” o “mijita”. Esto significa que hay una relación no sana de la vinculación de pareja, porque solamente el hecho de hablar así demuestra que la están sobreprotegiendo. “Es mejor emplear expresiones como ¡mi amor!, ¡mi tesoro! o ¡cariño!”. Estas tendrán un efecto positivo en los hijos.

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