Emociones bajo control

12 de Julio de 2015
Diana J. León

Debemos cuidar que nuestro entorno no afecte negativamente nuestra tranquilidad interior, sino que debe conectarnos de buena manera con los demás.

De las infinitas frases que pueden encontrarse en la red, las personas sensibles quizás destaquen esta: Es una maldición y una bendición el sentir todo tan profundamente (originalmente está escrita en inglés: “It’s a curse and a blessing to feel everything so deeply”).

La sensibilidad es inherente a los seres humanos y, según especialistas, nos permite conectarnos con nuestro entorno, con las personas que nos rodean e incluso con nuestro propio cuerpo. “Si sentimos dolor físico, sabemos que algo anda mal en nuestro organismo y buscaremos la manera de curarlo”, comenta el neuropsiquiatra Pedro Posligua Balseca. Sentir es perfectamente humano y natural.

¿Cuándo se convierte en un rasgo negativo? Cuando los estímulos externos influyen o afectan en mayor grado a un determinado individuo. Esta condición supone una desventaja en comparación con otros seres humanos con una fortaleza emocional superior. Sin embargo, es una circunstancia que escapa del control de la propia persona, pues en muchas ocasiones está determinado por la genética y el ambiente que la rodeó en sus primeros años de vida.

“Ciertas personas tienen antecedentes familiares manifiestos (patologías). Pero, afortunadamente, estas no son de carácter dominante, hay un pequeño riesgo (del 1% al 4%) de heredarlas”, explica el especialista. Sí influye el entorno. Y este se relaciona con acontecimientos tempranos negativos. Vivencias, precisa Posligua, definiéndolas como experiencias cargadas de un estado emocional.

Estos factores debilitan la capacidad de adaptación y de reacción del individuo frente a los problemas en su vida. “Este mecanismo se lo conoce como alostasis y abarca la serie de procesos adaptativos que ejecutan el cerebro y todo el organismo para enfrentar una situación determinada”.

Entonces, un mismo conflicto que otras personas ya han aprendido a superar puede aquejar excesivamente a quienes tienen alta sensibilidad. Cuando los problemas se tornan crónicos (constantes, sin una solución inmediata), suelen hiperreaccionar a causa del estrés.

“El proceso neurofisiológico, que permite adaptarse y resolver problemas, se torna peligroso para la salud y se genera la denominada carga alostática (desgaste fisiológico acumulado por el cuerpo en el intento de adaptarse a las demandas del día a día). Y la persona está en riesgo de perder su armonía, su equilibrio, su estabilidad”.

Esto se traduce en un sentimiento de desesperanza y abandono. El especialista pone por ejemplo a quienes han sido víctimas de un evento traumático y violento, como un terremoto o una inundación.

“Si reciben ayuda inmediata, se recuperarán más rápidamente que quienes llegaron a sentirse olvidados. Estos últimos pueden sufrir de estrés postraumático y eso dificulta su recuperación. Pero con quienes tuvieron un buen soporte socio-familiar, se canaliza una respuesta anímica satisfactoria y positiva”.

¿Qué afecta su sensibilidad? Coméntenos

Positivamente sensibles

La sensibilidad puede traer resultados positivos, en varios contextos: relaciones de pareja, negocios. “Hay personas que a través de una especie de intuición toman decisiones bastante acertadas. No es una elección racional y suelen llamarse corazonadas”, dice el psicólogo clínico Wilson Betancourt, quien también es director de la Escuela de Coaching Complejo Natura.

Para una persona adecuadamente sensible es más fácil comunicarse con otras. Empatizar y aproximarse a las emociones de los demás. Es lo que se podría denominar como una sensibilidad productiva, opina el especialista.

Al igual que en el caso de los artistas, su percepción particular del mundo les permite convertir esa realidad en arte, a través de cualquiera de sus manifestaciones.

En la otra orilla están quienes se entristecen o se enfurecen rápidamente, y por cualquier motivo. “Las personas emocionalmente inteligentes también se enojan”, aclara Betancourt. “Pero hasta cierto grado. Tienen una medida de su enojo, de acuerdo con la situación”.

Considera que es un comportamiento que también se aprende, por ejemplo, si el adulto creció en un hogar donde las personas se enojaban con rapidez o junto a personas que sufrieron demasiado por amor. “Alguien sensible deja que el ambiente lo domine. Una crítica, un acontecimiento. Pero se puede conseguir que las emociones no los controlen”, afirma.

¿Cómo manejarla?

Betancourt menciona como primera sugerencia el ejercicio físico, el cual puede funcionar como lo hace una válvula en una olla de presión: ayudando a liberar la tensión.

También se sugiere la psicoterapia. “Se podría elevar el umbral de tolerancia ante las situaciones conflictivas y poco a poco aprenderá a resolver ciertas cosas, eficazmente”, enfatiza Posligua.

El entorno social y el apoyo que reciba son otro pilar. Formar un nuevo grupo de amigos que lo toleren, que lo acepten, que le den la mano cuando lo necesite. De acuerdo con Betancourt, esa ayuda también debe ser medida. “Hay personas que exageran en su sensibilidad y si uno es compasivo y les sigue la corriente, reforzamos su comportamiento y esa persona no saldrá de ese estado”, comenta.

Ni muy sensibles, ni tampoco fríos. La exageración del control emocional también puede afectar las relaciones humanas. La clave es el balance. (F)

 

Sensibilidad demostrada en pruebas físicas

El portal especializado NewsWise recoge los resultados de una investigación realizada por los psicólogos Arthur y Elain Aron, de la Universidad de Stony Brook (Nueva York). “¿Salta a ayudar a los más necesitados? ¿Llora durante las escenas tristes de una película? ¿O comparte las noticias o las imágenes que más lo impactaron? Entonces, es probable que sea del 20% de nuestra población genéticamente predispuesta a la empatía”, dice el artículo.

Los especialistas revelaron, para la publicación Brain and Behavior, que una Imagen por Resonancia Magnética Funcional (fMRI en inglés) provee evidencia física de que un cerebro altamente sensible responde poderosamente a imágenes emocionales.

Las personas caracterizadas con una alta sensibilidad muestran una intensa conciencia a los estímulos sutiles, procesan información minuciosamente y reaccionan en mayor grado a estímulos positivos y negativos. En contraste, la mayoría de las personas posee una sensibilidad más baja y presta menos atención a estos estímulos y reaccionan con menos emotividad.

“Encontramos que las áreas del cerebro relacionadas con la conciencia y la emoción, particularmente aquellas conectadas con el sentimiento de empatía, mostraban, en las personas con alta sensibilidad, un mayor flujo de sangre a importante áreas del cerebro, que las de otros individuos con baja sensibilidad durante los segundos en que observaron las imágenes. Esto es una evidencia física de que el cerebro de personas más sensibles responde una fuerza especial a las situaciones sociales que desencadenan emociones”, comentó el Dr. Aron, profesor de Psicología en Stony Brook. (I)

 

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